Fue a fines de junio de 2009 que descubrí a El Faro, cuando literalmente me tropecé con Carlos Dada -su fundador y entonces director- y José Luis Sanz, quien varios años después asumiría el cargo- en una Honduras convulsionada por el golpe de Estado contra el presidente Manuel Zelaya.
Para ese entonces, el primer periódico exclusivamente digital de América Latina ya tenía 11 años de haberse fundado en el vecino El Salvador, pero estaba iniciando una nueva etapa que rápidamente lo posicionaría como un referente fundamental del periodismo latinoamericano.
"Centroamérica tiene una capacidad para regenerar la esperanza casi literaria, pero hoy tenemos una región menos esperanzada"
Y en las largas conversaciones facilitadas por el toque de queda que nos obligaba a regresar temprano al hotel que compartíamos en Tegucigalpa, Carlos me remitió a una extraordinaria crónica publicada tan solo unos días antes como ejemplo de lo que estaban intentando.
"Mi sola presencia en este lugar invoca a la muerte. Me lo dice esta mujer que llora delante de mí: si no me voy, ella se muere", son las palabras con las que Carlos Martínez empieza a contar la historia de una llamada telefónica que le sirve para tejer un apasionante retrato de la trágica y violenta realidad salvadoreña.
Respuesta:
Fue a fines de junio de 2009 que descubrí a El Faro, cuando literalmente me tropecé con Carlos Dada -su fundador y entonces director- y José Luis Sanz, quien varios años después asumiría el cargo- en una Honduras convulsionada por el golpe de Estado contra el presidente Manuel Zelaya.
Para ese entonces, el primer periódico exclusivamente digital de América Latina ya tenía 11 años de haberse fundado en el vecino El Salvador, pero estaba iniciando una nueva etapa que rápidamente lo posicionaría como un referente fundamental del periodismo latinoamericano.
"Centroamérica tiene una capacidad para regenerar la esperanza casi literaria, pero hoy tenemos una región menos esperanzada"
Y en las largas conversaciones facilitadas por el toque de queda que nos obligaba a regresar temprano al hotel que compartíamos en Tegucigalpa, Carlos me remitió a una extraordinaria crónica publicada tan solo unos días antes como ejemplo de lo que estaban intentando.
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