El general en retiro Rafael Colón y el jefe guerrillero Pastor Álape crecieron en el mismo pueblo y ahora trabajan juntos en el desminado y el fin del conflicto. Metáfora de un país que busca la paz
Explicación:
Un pueblo a orillas del Magdalena vio crecer a dos muchachos cuyas vidas se bifurcaron en la guerra.
En diciembre de 1978 Rafael Colón saltaba por las calles de Honda, enarbolando un telegrama: había sido admitido en la Escuela Naval de Cadetes de Cartagena. Nacido en 1960 en este pueblo, pasó su niñez en el río. Su padre, fabricante de puertas y ventanas, era un exsoldado y lo educó con mística y disciplina militar. Le inculcó el amor a la patria y usó sus ahorros para mandarlo a la milicia.
Acababa de graduarse en el colegio Santander, donde se destacó en música y donde el rector les daba coscorrones a los estudiantes para que le obedecieran. Miraba por el rabillo del ojo a la muchacha más bonita, llamada Marta, y jugaba fútbol. Un mes después se fue a convertirse en militar. Se iba, pensaba, a vivir en el mar, y también a defender la patria, si tocaba.
Mientras Colón hacía maletas, otro estudiante del Santander, que también recibía clases de música y no escapó a los coscorrones, que jugaba en el mismo río y conversaba con la misma muchacha, sentía que la patria que se iba a defender Colón tenía el fuste torcido.
El país lo conoce ahora como Pastor Álape, nacido en 1959 en el Magdalena Medio, en el seno de una familia campesina. Por eso entró tarde a la escuela, en Puerto Berrío. Era el que pintaba para “doctorcito”, según dice. Y sus padres lo mandaron a donde unos parientes, en Honda. Allí pasó su adolescencia y ejercía como militante de la Juventud Comunista (Juco). Solo que ser comunista era difícil a finales de los setenta, en pleno Estatuto de Seguridad del gobierno de Turbay Ayala, y en una zona caliente.
Sus idas y venidas se le volvieron una tortura. “La cédula no servía, se necesitaba un salvoconducto del Batallón Bomboná”, cuenta. Los militares controlaban todo en una región donde había un fuerte movimiento obrero y campesino, y donde las FARC ya ejercían su influencia con arbitrariedad y violencia.
En Honda también había tensión. Colón recuerda que en el Santander hubo una protesta y los de la Juco quemaron una imagen del rector. “Mi tía era alcaldesa y mandó al Ejército a disolver la manifestación. Pastor estaba allí”, cuenta.
En octubre de 1979 un episodio marcó a Álape: mataron a Darío Arango, líder comunista, presidente del Concejo y del sindicato naviero de Puerto Berrío. “Fue después de una acción del IV frente. Los militares lo apresaron y se les murió por las torturas. Tenía 1,90 de estatura, blanco, de unos 110 kilos. Lo recuerdo porque andaba en una bicicleta Monark”.
Respuesta:
El general en retiro Rafael Colón y el jefe guerrillero Pastor Álape crecieron en el mismo pueblo y ahora trabajan juntos en el desminado y el fin del conflicto. Metáfora de un país que busca la paz
Explicación:
Un pueblo a orillas del Magdalena vio crecer a dos muchachos cuyas vidas se bifurcaron en la guerra.
En diciembre de 1978 Rafael Colón saltaba por las calles de Honda, enarbolando un telegrama: había sido admitido en la Escuela Naval de Cadetes de Cartagena. Nacido en 1960 en este pueblo, pasó su niñez en el río. Su padre, fabricante de puertas y ventanas, era un exsoldado y lo educó con mística y disciplina militar. Le inculcó el amor a la patria y usó sus ahorros para mandarlo a la milicia.
Acababa de graduarse en el colegio Santander, donde se destacó en música y donde el rector les daba coscorrones a los estudiantes para que le obedecieran. Miraba por el rabillo del ojo a la muchacha más bonita, llamada Marta, y jugaba fútbol. Un mes después se fue a convertirse en militar. Se iba, pensaba, a vivir en el mar, y también a defender la patria, si tocaba.
Mientras Colón hacía maletas, otro estudiante del Santander, que también recibía clases de música y no escapó a los coscorrones, que jugaba en el mismo río y conversaba con la misma muchacha, sentía que la patria que se iba a defender Colón tenía el fuste torcido.
El país lo conoce ahora como Pastor Álape, nacido en 1959 en el Magdalena Medio, en el seno de una familia campesina. Por eso entró tarde a la escuela, en Puerto Berrío. Era el que pintaba para “doctorcito”, según dice. Y sus padres lo mandaron a donde unos parientes, en Honda. Allí pasó su adolescencia y ejercía como militante de la Juventud Comunista (Juco). Solo que ser comunista era difícil a finales de los setenta, en pleno Estatuto de Seguridad del gobierno de Turbay Ayala, y en una zona caliente.
Sus idas y venidas se le volvieron una tortura. “La cédula no servía, se necesitaba un salvoconducto del Batallón Bomboná”, cuenta. Los militares controlaban todo en una región donde había un fuerte movimiento obrero y campesino, y donde las FARC ya ejercían su influencia con arbitrariedad y violencia.
En Honda también había tensión. Colón recuerda que en el Santander hubo una protesta y los de la Juco quemaron una imagen del rector. “Mi tía era alcaldesa y mandó al Ejército a disolver la manifestación. Pastor estaba allí”, cuenta.
En octubre de 1979 un episodio marcó a Álape: mataron a Darío Arango, líder comunista, presidente del Concejo y del sindicato naviero de Puerto Berrío. “Fue después de una acción del IV frente. Los militares lo apresaron y se les murió por las torturas. Tenía 1,90 de estatura, blanco, de unos 110 kilos. Lo recuerdo porque andaba en una bicicleta Monark”.
espero te sirva coronita pls
batallón atlácatl...,