La Antuca se encontró con el Mañu, estaba estirado sobre las piedras y moría solo. Entretanto la jauría de perros hambrientos, invadían la casa hacienda, en las mañanas se encontraban en las lomas, husmeando, Zambo, siguió a una pareja, en el campo que estaban comiendo papas y trigo, y solamente quería siquiera las cáscaras pero nada dejaban, se lo comían con todo. Recordó a la Chabela que otrora le había dado cariño, pero tampoco, lo botó y con un tizón le punzó las costillas. Las escasas fuentes de agua se habían secado el rio que había sido caudaloso apenas llevaba hilos de agua, los eucaliptos y plantas, todos resecos, solamente se cuidaba de las vacas, caballos y burros de los bueyes que servían para hacer surcos. Los perros hambrientos gruñendo y mostrando los colmillos irrumpieron en la casa hacienda causando alboroto, al día siguiente don Cipriano repartía pequeños pedazos de carne con veneno, murió Zambo envenenado, entretanto pellejo, come sus entrañas del perro ya muerto y también se retuerce de dolor y deja de existir, todo el campo se llenó de un olor nauseabundo.
Indios y cholos rodearon una tarde el caserón de la hacienda entonces la voz del Simón Robles sonó ronca y firme: “le reclamó al hacendado patrón, como es que sus vacas y animales comen cebada, en cambio ellos están pasando hambre, están como perros hambrientos además de ello le dice, que con su esfuerzo y sacrificio se han abierto todos esos surcos y que se conduela con su dolor de los más pobres y que les proporcione comida siquiera un poco”. Como era de suponer el patrón los boto, no quería saber más del asunto, los indios y cholos irrumpen a la fuerza en la casa hacienda, suenan balazos y varios mueren en esa tarde trágica, recogieron los cadáveres y fueron enterrados esa misma tarde. La sequía seguía implacable.
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La Antuca se encontró con el Mañu, estaba estirado sobre las piedras y moría solo. Entretanto la jauría de perros hambrientos, invadían la casa hacienda, en las mañanas se encontraban en las lomas, husmeando, Zambo, siguió a una pareja, en el campo que estaban comiendo papas y trigo, y solamente quería siquiera las cáscaras pero nada dejaban, se lo comían con todo. Recordó a la Chabela que otrora le había dado cariño, pero tampoco, lo botó y con un tizón le punzó las costillas. Las escasas fuentes de agua se habían secado el rio que había sido caudaloso apenas llevaba hilos de agua, los eucaliptos y plantas, todos resecos, solamente se cuidaba de las vacas, caballos y burros de los bueyes que servían para hacer surcos. Los perros hambrientos gruñendo y mostrando los colmillos irrumpieron en la casa hacienda causando alboroto, al día siguiente don Cipriano repartía pequeños pedazos de carne con veneno, murió Zambo envenenado, entretanto pellejo, come sus entrañas del perro ya muerto y también se retuerce de dolor y deja de existir, todo el campo se llenó de un olor nauseabundo.
Indios y cholos rodearon una tarde el caserón de la hacienda entonces la voz del Simón Robles sonó ronca y firme: “le reclamó al hacendado patrón, como es que sus vacas y animales comen cebada, en cambio ellos están pasando hambre, están como perros hambrientos además de ello le dice, que con su esfuerzo y sacrificio se han abierto todos esos surcos y que se conduela con su dolor de los más pobres y que les proporcione comida siquiera un poco”. Como era de suponer el patrón los boto, no quería saber más del asunto, los indios y cholos irrumpen a la fuerza en la casa hacienda, suenan balazos y varios mueren en esa tarde trágica, recogieron los cadáveres y fueron enterrados esa misma tarde. La sequía seguía implacable.