Por extraño que parezca, uno de los mayores avances que sacaron a Europa de la agricultura de subsistencia tuvo lugar en el siglo XII con la llegada del arreo de collar, un arnés que permitía a los caballos trabajar sin asfixiarse. Así podían tirar más fuerte, más rápido y por más tiempo que los bueyes, los animales preferidos hasta entonces. Esta novedad hizo posible aumentar la producción y usar el arado de hierro en terrenos que antes no eran cultivables. Otro cambio importante fue la mejora del suelo con cultivos que le aportaban nitrógeno, como el frijol, el trébol, la alfalfa y el guisante (chícharo o arveja). De esta forma se conseguían cosechas más abundantes.
Aquellos adelantos bastaron para que algunos agricultores dispusieran de un excedente de alimentos para vender. Este hecho posibilitó el desarrollo de las ciudades, pues sus habitantes podían adquirir la comida en el mercado y así concentrarse en la manufactura y el comercio. Muchos fabricantes, comerciantes y cultivadores prosperaron, y de entre ellos salieron los inventores de las primeras máquinas agrícolas.
Hacia el año 1700, el estudioso inglés Jethro Tull inventó una barrena mecánica que sembraba en hileras y que reemplazó a la siembra a mano, en la cual se desperdiciaba gran cantidad de semillas. En 1831, el estadounidense Cyrus McCormick construyó una segadora tirada por caballos que avanzaba cinco veces más rápido que un hombre con una guadaña. Para ese tiempo comenzaron a comercializarse en Europa abonos procedentes de la costa andina de Sudamérica. La maquinaria y los fertilizantes llevaron a que la producción se multiplicara.
Comienza una revolución
Por extraño que parezca, uno de los mayores avances que sacaron a Europa de la agricultura de subsistencia tuvo lugar en el siglo XII con la llegada del arreo de collar, un arnés que permitía a los caballos trabajar sin asfixiarse. Así podían tirar más fuerte, más rápido y por más tiempo que los bueyes, los animales preferidos hasta entonces. Esta novedad hizo posible aumentar la producción y usar el arado de hierro en terrenos que antes no eran cultivables. Otro cambio importante fue la mejora del suelo con cultivos que le aportaban nitrógeno, como el frijol, el trébol, la alfalfa y el guisante (chícharo o arveja). De esta forma se conseguían cosechas más abundantes.
Aquellos adelantos bastaron para que algunos agricultores dispusieran de un excedente de alimentos para vender. Este hecho posibilitó el desarrollo de las ciudades, pues sus habitantes podían adquirir la comida en el mercado y así concentrarse en la manufactura y el comercio. Muchos fabricantes, comerciantes y cultivadores prosperaron, y de entre ellos salieron los inventores de las primeras máquinas agrícolas.
Hacia el año 1700, el estudioso inglés Jethro Tull inventó una barrena mecánica que sembraba en hileras y que reemplazó a la siembra a mano, en la cual se desperdiciaba gran cantidad de semillas. En 1831, el estadounidense Cyrus McCormick construyó una segadora tirada por caballos que avanzaba cinco veces más rápido que un hombre con una guadaña. Para ese tiempo comenzaron a comercializarse en Europa abonos procedentes de la costa andina de Sudamérica. La maquinaria y los fertilizantes llevaron a que la producción se multiplicara.