El verano que ahora termina no ha sido alegre para muchas personas. Su inicio, junio, un mes tradicionalmente optimista en el que la mayoría de las personas empiezan a anticipar la llegada de las vacaciones. fue puntuado por un continuo goteo de noticias acerca de personas que se han venido abajo en medio de problemas económicos que no han podido afrontar. El día 6, un hombre de nacionalidad alemana se quitaba la vida: en la nota que dejó pedía perdón por no hacer frente a la deuda que mantenía con el arrendador de su vivienda. El día 11 moría una persona de 83 años que había dejado de comer y beber porque iba a ser desahuciada junto con su ahijada discapacitada de 41 años. Días más tarde se suicidaba un afectado por una ejecución hipotecaria en Cantabria que había puesto su casa como aval porque tenía problemas en su pequeño negocio...
Lo cierto es que las circunstancias materiales influyen en nuestro estado de ánimo. Hace unas décadas, los antropólogos y sociólogos que empezaron a practicar el materialismo cultural revolucionaron la forma de entender los fenómenos socioculturales. Sus datos mostraban relaciones entre hechos que parecían pertenecer al ámbito espiritual, moral o afectivo (la adoración de ciertos animales en determinadas sociedades; la prohibición del incesto; el fomento de la pareja monógama en la mayoría de las culturas del planeta...) y factores que tenían que ver con la lucha por la supervivencia (esos animales son imprescindibles en esa economía y es mejor divinizarlos que comerlos; la descendencia producto de las relaciones familiares suele tener problemas genéticos; las relaciones de dos personas cumplen mejor determinadas funciones económicas...). Libros como 'Vacas, cerdos, guerras y brujas: los enigmas de la cultura', de Marvin Harris planteaban hasta qué punto la belicosidad de ciertas culturas, los movimientos mesiánicos o el machismo podían tener causas materiales. Lo que pusieron de manifiesto estos autores es que, aunque no nos gusta hablar de ello, el comportamiento y la psicología de las personas tienen mucho que ver con las circunstancias materiales en las que viven.
Un conocido experimento pedía a un grupo de seminaristas que realizara un trabajo sobre personas sin hogar que requería ir a una biblioteca para buscar referencias. Para hacerlo, los voluntarios tenían que cruzar un patio en el que un sintecho yacía en el suelo: ningún seminarista paró a atenderle y la mayoría pasaban sin notarle... por la prisa que tenían en realizar su altruista informe. La sociedad nos enseña a no mirar a los excluidos. Al aumentar las diferencias entre ricos y pobres, este efecto será, probablemente, mucho mayor. Y con él vendrá también la falta de solidaridad. Una de las consecuencias de esa brecha es la dificultad para la empatía. Las crisis económicas aumentan siempre el individualismo, la táctica del "Sálvese quien pueda". En los momentos de apuro, los seres humanos estamos más atentos a favorecer lo nuestro. Incluso cuando creemos que nos ocupamos de lo colectivo, sólo atendemos a asuntos colectivos que tengan que ver con temas que nos afectan, acudimos a manifestaciones contra aquellos que nos tocan nuestros dineroso militamos en lobbies que defienden nuestros intereses. Las situaciones límite favorecen el egocentrismo y esa será, probablemente, una de las consecuencias psicológicas sociales más duraderas que nos dejará esta crisis.
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El verano que ahora termina no ha sido alegre para muchas personas. Su inicio, junio, un mes tradicionalmente optimista en el que la mayoría de las personas empiezan a anticipar la llegada de las vacaciones. fue puntuado por un continuo goteo de noticias acerca de personas que se han venido abajo en medio de problemas económicos que no han podido afrontar. El día 6, un hombre de nacionalidad alemana se quitaba la vida: en la nota que dejó pedía perdón por no hacer frente a la deuda que mantenía con el arrendador de su vivienda. El día 11 moría una persona de 83 años que había dejado de comer y beber porque iba a ser desahuciada junto con su ahijada discapacitada de 41 años. Días más tarde se suicidaba un afectado por una ejecución hipotecaria en Cantabria que había puesto su casa como aval porque tenía problemas en su pequeño negocio...
Lo cierto es que las circunstancias materiales influyen en nuestro estado de ánimo. Hace unas décadas, los antropólogos y sociólogos que empezaron a practicar el materialismo cultural revolucionaron la forma de entender los fenómenos socioculturales. Sus datos mostraban relaciones entre hechos que parecían pertenecer al ámbito espiritual, moral o afectivo (la adoración de ciertos animales en determinadas sociedades; la prohibición del incesto; el fomento de la pareja monógama en la mayoría de las culturas del planeta...) y factores que tenían que ver con la lucha por la supervivencia (esos animales son imprescindibles en esa economía y es mejor divinizarlos que comerlos; la descendencia producto de las relaciones familiares suele tener problemas genéticos; las relaciones de dos personas cumplen mejor determinadas funciones económicas...). Libros como 'Vacas, cerdos, guerras y brujas: los enigmas de la cultura', de Marvin Harris planteaban hasta qué punto la belicosidad de ciertas culturas, los movimientos mesiánicos o el machismo podían tener causas materiales. Lo que pusieron de manifiesto estos autores es que, aunque no nos gusta hablar de ello, el comportamiento y la psicología de las personas tienen mucho que ver con las circunstancias materiales en las que viven.
Un conocido experimento pedía a un grupo de seminaristas que realizara un trabajo sobre personas sin hogar que requería ir a una biblioteca para buscar referencias. Para hacerlo, los voluntarios tenían que cruzar un patio en el que un sintecho yacía en el suelo: ningún seminarista paró a atenderle y la mayoría pasaban sin notarle... por la prisa que tenían en realizar su altruista informe. La sociedad nos enseña a no mirar a los excluidos. Al aumentar las diferencias entre ricos y pobres, este efecto será, probablemente, mucho mayor. Y con él vendrá también la falta de solidaridad. Una de las consecuencias de esa brecha es la dificultad para la empatía. Las crisis económicas aumentan siempre el individualismo, la táctica del "Sálvese quien pueda". En los momentos de apuro, los seres humanos estamos más atentos a favorecer lo nuestro. Incluso cuando creemos que nos ocupamos de lo colectivo, sólo atendemos a asuntos colectivos que tengan que ver con temas que nos afectan, acudimos a manifestaciones contra aquellos que nos tocan nuestros dineroso militamos en lobbies que defienden nuestros intereses. Las situaciones límite favorecen el egocentrismo y esa será, probablemente, una de las consecuencias psicológicas sociales más duraderas que nos dejará esta crisis.
Espero haberte ayudado :)
Atte: @Solmaricielo
Respuesta:eso es verdad por que a nadie le importa la vida de cada persona
Explicación:a parte son cosas personales