lokolauti9
corriendo los verdes llegan, |corriendo se van | y sin embargo, | al llorar se quedan acá. ||| Sin lágrimas no hay resultado visibles, | quien no llora no mamá | se anda escuchando | el llanto sin madre el corazón parte
lokolauti9
no hay quien oiga | a la muerte venir | y aunque sigan corriendo | va a llegar igual ||| los ojos dañados | de tanto estar alerta | que no venga la negra | exclaman las ya muertas ||| rápido e indoloro | profesan las viejas | pero no hay joven que muera | sin rostro ahogado en pena
emerge tu recuerdo de la noche en que estoy.
El río anuda al mar su lamento obstinado.
Abandonado como los muelles en el alba.
Es la hora de partir, oh abandonado!
Sobre mi corazón llueven frías corolas.
Oh sentina de escombros, feroz cueva de náufragos!
En ti se acumularon las guerras y los vuelos.
De ti alzaron las alas los pájaros del canto.
Todo te lo tragaste, como la lejanía.
Como el mar, como el tiempo. Todo en ti fue naufragio!
Era la alegre hora del asalto y el beso.
La hora del estupor que ardía como un faro.
Ansiedad de piloto, furia de buzo ciego,
turbia embriaguez de amor, todo en ti fue naufragio!
En la infancia de niebla mi alma alada y herida.
Descubridor perdido, todo en ti fue naufragio!
Te ceñiste al dolor, te agarraste al deseo.
Te tumbó la tristeza, todo en ti fue naufragio!
Hice retroceder la muralla de sombra,
anduve más allá del deseo y del acto.
Oh carne, carne mía, mujer que amé y perdí,
a ti en esta hora húmeda, evoco y hago canto.
Como un vaso albergaste la infinita ternura,
y el infinito olvido te trizó como a un vaso.
Era la negra, negra soledad de las islas,
y allí, mujer de amor, me acogieron tus brazos.
Era la sed y el hambre, y tú fuiste la fruta.
Era el duelo y las ruinas, y tú fuiste el milagro.
Ah mujer, no sé cómo pudiste contenerme
en la tierra de tu alma, y en la cruz de tus brazos!
Mi deseo de ti fue el más terrible y corto,
el más revuelto y ebrio, el más tirante y ávido.
Cementerio de besos, aún hay fuego en tus tumbas,
aún los racimos arden picoteados de pájaros.
Oh la boca mordida, oh los besados miembros,
oh los hambrientos dientes, oh los cuerpos trenzados.
Oh la cópula loca de esperanza y esfuerzo
en que nos anudamos y nos desesperamos.
Y la ternura, leve como el agua y la harina.
Y la palabra apenas comenzada en los labios.
Ese fue mi destino y en él viajó mi anhelo,
y en él cayó mi anhelo, todo en ti fue naufragio!
Oh, sentina de escombros, en ti todo caía,
qué dolor no exprimiste, qué olas no te ahogaron!
De tumbo en tumbo aún llameaste y cantaste.
De pie como un marino en la proa de un barco.
Aún floreciste en cantos, aún rompiste en corrientes.
Oh sentina de escombros, pozo abierto y amargo.
Pálido buzo ciego, desventurado hondero,
descubridor perdido, todo en ti fue naufragio!
Es la hora de partir, la dura y fría hora
que la noche sujeta a todo horario.
El cinturón ruidoso del mar ciñe la costa.
Surgen frías estrellas, emigran negros pájaros.
Abandonado como los muelles en el alba.
Sólo la sombra trémula se retuerce en mis manos.
Ah más allá de todo. Ah más allá de todo.
Es la hora de partir. Oh abandonado!
espero te sirva
en son del viento,
el frío que yo sentía
me hizo caer muerto.
La ropa mojada
ya estaba tendida,
igual que el cuerpo
de aquel triste suicida.
Las ratas comen queso
pero también basura,
y solo es por eso
que al pobre hombre roían.
La tela es de algodón,
las zapatillas de cuero,
y yo por la ventana
oía como comían.
Yo con una cortina de por medio,
él con ratas encima,
y nadie más miraba,
el cadáver enropado.
Las ratas cada vez,
mas profundo carcomían,
no es rencor ni nada personal,
parecía que decían.
Sus chillidos penetraban mis oídos,
y la jaqueca llegó,
me acorde de mi hermano menor,
las mismas zapatillas una vez usó.
Llorando y llorando,
me quede parada mirando,
no podía despegar mi mirada
de aquel espectáculo macabro.
No logre frenar
el torrente de lágrimas,
sin embargo a mi pesar,
ya asco no me daba.
Nadie nunca me dijo
que esto podía llegar a pasar,
en las escuelas uno no ve
que hacer con un muerto.
Con miedo y más miedo
llame a mi perro,
y él, fiel como ninguno,
a mi llamado acudió.
Mis lágrimas las secó el viento,
a las ratas las espantó mi perro,
aunque por falta de sol,
la ropa jamás se secó.
Recién salgo de bañarme
y veo todo lo que escribí,
jamás pensé que algo
me pudiera traumar así.
No me anime a contarle a nadie,
¿para que?, pensé,
¿a quién le estaría haciendo un bien?,
no me di cuenta, que a mi era.
Ya veo venir las ratas,
vienen las pandilleras,
está vez me aseguré que mi perro no las espante,
para poder saborear sus bigotes en mi sangre.