NeymarJuniors
Empecé el 15 de septiembre de 2005, como en un juego, con una historia animista, llena de ilusiones, lágrimas y alegrías. Se llamó "Diálogos en la madrugada". Diálogos con el Colón desde uno de mis balcones, apenas separada de él por una plaza, que ahora ha recuperado su belleza.
Desde entonces no les hablé muchas veces del Teatro Colón. No era cuestión de cansarlos con el tema, por otra parte muy bien (o regular o mal) cubierto por todos los medios del país. Luego volví el jueves 26 de abril de 2007 a "dialogar" con este amigo, pues días atrás había ido a visitarlo en su calidad de enfermo. Se trataba de escuchar las explicaciones de dos arquitectos del llamado Master Plan, puesto en marcha hace siete años, encargados de curar a nuestro bello teatro de sus heridas. Fue entonces cuando les confesé a mis lectores que me sentía feliz y optimista, con la ilusión de que el 25 de mayo de 2008 lo encontraríamos con todos sus brillos.
Revisando mis columnas de los jueves, me topé con otra del 10 de abril de 2008. Y ahí el mensaje era dramático, al punto de rogar que no lo alcanzara el nefasto destino de tantas salas teatrales de Buenos Aires. Es que el Colón seguía en un calamitoso compás de espera.
Recuerdo que en uno de aquellos imaginarios diálogos con el Colón había llegado a conjeturar que pasarán otras Aídas y Lucías y Musettas y Mimíes, y habrá otros Rodolfos y Tristanes y pasaremos nosotros, y vendrán otros, y otros más? Pero en 2008 había perdido yo aquel optimismo inicial.
* * *
Dos años después, en 2010, amigo, te saludamos en tu retorno a la vida. El lunes 24 fue una fiesta compartida por miles de personas, dentro de la sala, fuera de ella, a través de proyecciones o desde los televisores de cada casa. Al día siguiente, el 25, bajo ese sol increíble que nos regaló el mes de mayo, el desfile fue constante durante horas por Libertad, Viamonte, Cerrito y Tucumán, como rodeándolo, como abrazándolo. Ojalá todos puedan tener acceso a algunos de sus espectáculos. A veces es cuestión de proponérselo, pero también es imprescindible que el gobierno de la ciudad, que lo ha vuelto a la vida con el esfuerzo de todos los ciudadanos, lo haga posible. Durante años pasaron gratuitamente por allá estudiantes secundarios, o gente mayor, apasionada por la música, y el Colón los colmó de satisfacciones. Que eso no se pierda, para que sea, auténticamente, de todos.
Desde entonces no les hablé muchas veces del Teatro Colón. No era cuestión de cansarlos con el tema, por otra parte muy bien (o regular o mal) cubierto por todos los medios del país. Luego volví el jueves 26 de abril de 2007 a "dialogar" con este amigo, pues días atrás había ido a visitarlo en su calidad de enfermo. Se trataba de escuchar las explicaciones de dos arquitectos del llamado Master Plan, puesto en marcha hace siete años, encargados de curar a nuestro bello teatro de sus heridas. Fue entonces cuando les confesé a mis lectores que me sentía feliz y optimista, con la ilusión de que el 25 de mayo de 2008 lo encontraríamos con todos sus brillos.
Revisando mis columnas de los jueves, me topé con otra del 10 de abril de 2008. Y ahí el mensaje era dramático, al punto de rogar que no lo alcanzara el nefasto destino de tantas salas teatrales de Buenos Aires. Es que el Colón seguía en un calamitoso compás de espera.
Recuerdo que en uno de aquellos imaginarios diálogos con el Colón había llegado a conjeturar que pasarán otras Aídas y Lucías y Musettas y Mimíes, y habrá otros Rodolfos y Tristanes y pasaremos nosotros, y vendrán otros, y otros más? Pero en 2008 había perdido yo aquel optimismo inicial.
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Dos años después, en 2010, amigo, te saludamos en tu retorno a la vida. El lunes 24 fue una fiesta compartida por miles de personas, dentro de la sala, fuera de ella, a través de proyecciones o desde los televisores de cada casa. Al día siguiente, el 25, bajo ese sol increíble que nos regaló el mes de mayo, el desfile fue constante durante horas por Libertad, Viamonte, Cerrito y Tucumán, como rodeándolo, como abrazándolo. Ojalá todos puedan tener acceso a algunos de sus espectáculos. A veces es cuestión de proponérselo, pero también es imprescindible que el gobierno de la ciudad, que lo ha vuelto a la vida con el esfuerzo de todos los ciudadanos, lo haga posible. Durante años pasaron gratuitamente por allá estudiantes secundarios, o gente mayor, apasionada por la música, y el Colón los colmó de satisfacciones. Que eso no se pierda, para que sea, auténticamente, de todos.