Necesito una historia de terror LARGA imaginaria GRACIAS
trabajos201364lulu
Había una vez una niña que murió en un incendio provocado por su padre... y desde entonces ella es un alma en pena,saliendo todas las noches a la ciudad tocando puertas pidiendo agua y gritando auxilio. siendo asi que las personas que no le dejen agua en sus puertas todas las noches la niña entra a sus casas atormentandolos de por vida
Me encontraba sentado en el banco de la plaza, observando ese viejo hospital abandonado. La noche era oscura, tanto que la luna no se atrevió a acompañarme a recorrer el barrio luego del presentimiento que tuve al despertarme aquella misma tarde.
En ese lugar había algo que me atraía, y al mismo tiempo me aterrorizaba. Me dejaba helado de tan solo de pensar en ello. Todos mis amigos me decían que era una locura, que me traería solo problemas, a lo sumo daría con uno que otro vagabundo escapando del frío de las duras noches de aquel invierno. Pero… ¿Qué se escondía allí? ¿Que eran aquellos ruidos que no me dejaban dormir por las noches?
Eran las tres de la mañana de un día martes. Lo único que me permitía observar el edificio era una luz tenue que se encontraba al otro lado de la plaza, y provenía de uno de los viejos postes de luz que todavía funcionaban allí.
Tuve el presentimiento de que algo malo ocurriría esa noche, pero me arme de valor, decidí cruzar la calle y entrar allí, solo para darme con la desagradable sorpresa que me aguardaba. Recuerdo que uno de los tantos perros que acostumbraban dormir afuera del viejo hospital se incorporo de manera violenta y empezó a ladrar furioso desde la puerta del edificio, lo que me puso los nervios de punta, y a pesar de que me intimidaba bastante, decidí hacer caso omiso al comportamiento del animal y por fin me dirigí a la planta baja de aquel viejo hospital.
El lugar se encontraba sumamente deteriorado, a simple vista podía percatarme de que me encontraba en una especie de recepción. El lugar era un desastre, prácticamente se caía a pedazos, y un olor nauseabundo me revolvía el estomago, olía como si se tratara de algún animal en descomposición. De repente escuche un grito desgarrador el cual resonó en toda la sala. Habría corrido de inmediato a no ser que mi cuerpo se encontraba inmóvil. Mire hacia la salida y pude notar de inmediato que esta vez la luna brillaba de manera radiante, solo para permitirme ver la silueta de un hombre alto, como de unos dos metros,que se desplazaba lentamente de un extremo a otro de mi única salida, sin usar las piernas, a decir verdad, no podía distinguir si las tenia. Justo en ese momento, escuche un segundo grito, esta vez detrás de mí, por lo cual decidí bajar por unas rampas de discapacitados que se dirigían hasta el subsuelo del edificio.
Mientras me acercaba al subsuelo podía distinguir una luz hacerse brillante y luego desvanecerse continuamente, era como si las llamas de un fuego bailaran de una manera espeluznante, quería detenerme, pero sabia que eso que me seguía estaba cada vez mas cerca de atraparme.
Al llegar vi a un grupo de personas con túnicas largas, sus capuchas eran de una forma puntiaguda y larga, todas vestidas de negro. Con solo recordarlo mi cuerpo se estremece tal y como lo había hecho en su momento,sentí como todos los vellos de mi cuerpo se erizaron de los pies a la cabeza.
Permanecí inmóvil, por un largo rato ellos no se percataron de mi presencia. Uno de ellos se encontraba en una especie de altar, y al lado de el, sobre una mesa una criatura deforme y del tamaño de un recién nacido, se retorcía de una manera errática y al mismo tiempo repulsiva, mientras gemía de una forma desagradable. Al parecer los gritos que había escuchado anteriormente provenían de este extraño ser. Los encapuchados realizaban un cántico estremecedor, verdaderamente perturbador, una melodía deprimente en un idioma que me pareció ser latín.
De repente sentí como algo me tomo muy fuerte del cabello y me tapo la boca desde atrás. Todos en la sala voltearon a verme, y entre sus rostros oscuros pude distinguir solo dos. Se trataba de una vecina que vivía al otro lado de la plaza, y a su lado estaba su hija de 16 años de edad, ambas me miraban desencajadas. Aun no se como logre zafarme de esa sujeción, pero de inmediato empece a subir por la rampa, no recuerdo alguna ocasión en la que halla corrido mas veloz que esa. Sentí que alguien corría a centímetros de mi y al encontrarme muy cerca de la salida pude escuchar una risa escalofriante, una carcajada siniestra, como si se tratara de una verdadera bruja, seguido de un fuerte golpe en mi espalda que por poco me hace perder el equilibrio.
Al llegar al otro lado de la calle volteé a ver el edificio y esa misma silueta se encontraba parada ahí… afuera de la entrada. Luego vi como se desplazo hacia adentro, hasta desvanecerse de manera total en la oscuridad de aquella planta baja del hospital.
Corrí lo mas rápido que pude hasta mi casa, donde desgraciadamente jamas me volví a sentir a salvo. Menos aun sabiendo que solo doscientos metros era todo lo que me resguardaba de aquel viejo hospital. Nunca pensé en ver algo como eso en mi vida, quizá perdí la razón, no estoy seguro de que haya sido real, no volví a ver a mis vecinas a los ojos, y hasta el día de hoy suelo despertarme todos los martes… a las 3 a.m. y aun en la intimidad de mi casa, aveces siento que me observan.
y desde entonces ella es un alma en pena,saliendo todas las noches a la ciudad tocando puertas pidiendo agua y gritando auxilio.
siendo asi que las personas que no le dejen agua en sus puertas todas las noches la niña entra a sus casas atormentandolos de por vida
Me encontraba sentado en el banco de la plaza, observando ese viejo hospital abandonado. La noche era oscura, tanto que la luna no se atrevió a acompañarme a recorrer el barrio luego del presentimiento que tuve al despertarme aquella misma tarde.
En ese lugar había algo que me atraía, y al mismo tiempo me aterrorizaba. Me dejaba helado de tan solo de pensar en ello. Todos mis amigos me decían que era una locura, que me traería solo problemas, a lo sumo daría con uno que otro vagabundo escapando del frío de las duras noches de aquel invierno. Pero… ¿Qué se escondía allí? ¿Que eran aquellos ruidos que no me dejaban dormir por las noches?
Eran las tres de la mañana de un día martes. Lo único que me permitía observar el edificio era una luz tenue que se encontraba al otro lado de la plaza, y provenía de uno de los viejos postes de luz que todavía funcionaban allí.
Tuve el presentimiento de que algo malo ocurriría esa noche, pero me arme de valor, decidí cruzar la calle y entrar allí, solo para darme con la desagradable sorpresa que me aguardaba. Recuerdo que uno de los tantos perros que acostumbraban dormir afuera del viejo hospital se incorporo de manera violenta y empezó a ladrar furioso desde la puerta del edificio, lo que me puso los nervios de punta, y a pesar de que me intimidaba bastante, decidí hacer caso omiso al comportamiento del animal y por fin me dirigí a la planta baja de aquel viejo hospital.
El lugar se encontraba sumamente deteriorado, a simple vista podía percatarme de que me encontraba en una especie de recepción. El lugar era un desastre, prácticamente se caía a pedazos, y un olor nauseabundo me revolvía el estomago, olía como si se tratara de algún animal en descomposición. De repente escuche un grito desgarrador el cual resonó en toda la sala. Habría corrido de inmediato a no ser que mi cuerpo se encontraba inmóvil. Mire hacia la salida y pude notar de inmediato que esta vez la luna brillaba de manera radiante, solo para permitirme ver la silueta de un hombre alto, como de unos dos metros,que se desplazaba lentamente de un extremo a otro de mi única salida, sin usar las piernas, a decir verdad, no podía distinguir si las tenia.
Justo en ese momento, escuche un segundo grito, esta vez detrás de mí, por lo cual decidí bajar por unas rampas de discapacitados que se dirigían hasta el subsuelo del edificio.
Mientras me acercaba al subsuelo podía distinguir una luz hacerse brillante y luego desvanecerse continuamente, era como si las llamas de un fuego bailaran de una manera espeluznante, quería detenerme, pero sabia que eso que me seguía estaba cada vez mas cerca de atraparme.
Al llegar vi a un grupo de personas con túnicas largas, sus capuchas eran de una forma puntiaguda y larga, todas vestidas de negro. Con solo recordarlo mi cuerpo se estremece tal y como lo había hecho en su momento,sentí como todos los vellos de mi cuerpo se erizaron de los pies a la cabeza.
Permanecí inmóvil, por un largo rato ellos no se percataron de mi presencia. Uno de ellos se encontraba en una especie de altar, y al lado de el, sobre una mesa una criatura deforme y del tamaño de un recién nacido, se retorcía de una manera errática y al mismo tiempo repulsiva, mientras gemía de una forma desagradable. Al parecer los gritos que había escuchado anteriormente provenían de este extraño ser. Los encapuchados realizaban un cántico estremecedor, verdaderamente perturbador, una melodía deprimente en un idioma que me pareció ser latín.
De repente sentí como algo me tomo muy fuerte del cabello y me tapo la boca desde atrás. Todos en la sala voltearon a verme, y entre sus rostros oscuros pude distinguir solo dos. Se trataba de una vecina que vivía al otro lado de la plaza, y a su lado estaba su hija de 16 años de edad, ambas me miraban desencajadas.
Aun no se como logre zafarme de esa sujeción, pero de inmediato empece a subir por la rampa, no recuerdo alguna ocasión en la que halla corrido mas veloz que esa. Sentí que alguien corría a centímetros de mi y al encontrarme muy cerca de la salida pude escuchar una risa escalofriante, una carcajada siniestra, como si se tratara de una verdadera bruja, seguido de un fuerte golpe en mi espalda que por poco me hace perder el equilibrio.
Al llegar al otro lado de la calle volteé a ver el edificio y esa misma silueta se encontraba parada ahí… afuera de la entrada. Luego vi como se desplazo hacia adentro, hasta desvanecerse de manera total en la oscuridad de aquella planta baja del hospital.
Corrí lo mas rápido que pude hasta mi casa, donde desgraciadamente jamas me volví a sentir a salvo. Menos aun sabiendo que solo doscientos metros era todo lo que me resguardaba de aquel viejo hospital.
Nunca pensé en ver algo como eso en mi vida, quizá perdí la razón, no estoy seguro de que haya sido real, no volví a ver a mis vecinas a los ojos, y hasta el día de hoy suelo despertarme todos los martes… a las 3 a.m. y aun en la intimidad de mi casa, aveces siento que me observan.