Esta semana se cumple dos siglos de un episodio momorable. el regreso a París, el 20 de marzo de 1815, de Napoleón Bonaparte. Había pasado casi un año en la isla de Elba como exiliado y como rey; como señor de una cárcel en la que el preso era él mismo, rehén de su propia sombre.
Allá estuvopor largos meses y se aburrió tanto, tanto que incluso logró que esa isla funcionara. La limpió, la barrió, pulió, sus piedras. Gobernó en ella como si esa isla fuera el mundo entero. Alcaro, eso si, que cuando hablo del regreso de Napoleón como algo memorable no lo hago por razones políticas.
Esa cara de del bonaportismo, que ha fascinado a tantos en la historia, como sí allí hubiera un gran ejemplo, me parece grotesca y aterradora. Una tiranía mesiánica, es decir una de las formas más nocivas de la locura. El triunfo de un hombre que se cree providencial y que logra todo aquello que se propone.
Esta semana se cumple dos siglos de un episodio momorable. el regreso a París, el 20 de marzo de 1815, de Napoleón Bonaparte. Había pasado casi un año en la isla de Elba como exiliado y como rey; como señor de una cárcel en la que el preso era él mismo, rehén de su propia sombre.
Allá estuvopor largos meses y se aburrió tanto, tanto que incluso logró que esa isla funcionara. La limpió, la barrió, pulió, sus piedras. Gobernó en ella como si esa isla fuera el mundo entero. Alcaro, eso si, que cuando hablo del regreso de Napoleón como algo memorable no lo hago por razones políticas.
Esa cara de del bonaportismo, que ha fascinado a tantos en la historia, como sí allí hubiera un gran ejemplo, me parece grotesca y aterradora. Una tiranía mesiánica, es decir una de las formas más nocivas de la locura. El triunfo de un hombre que se cree providencial y que logra todo aquello que se propone.