Julio César compuso esta obra después de la conquista de las Galias (a fines del año 52 o en el 51 antes de Cristo) para dar una relación de sus empresas y, a la vez, justificar su política frente a quienes en Roma le acusaban de haberse ensañado contra pueblos inofensivos por apetito de gloria.
Cada uno de sus siete libros comprende los sucesos de un año a partir del 58 a. de C. El relato de este periodo comienza cuando la trasmigración de los helvecios desde su país hacia el sur, en busca de nuevas tierras, provoca la guerra. César, que tenía el gobierno de la Galia Narbonense (la actual Provenza), después de infructuosas negociaciones, les cierra el paso con las armas, aniquilando una parte de su ejército sobre el Arar (el Saóne) y la otra parte entre el Arar y el Liger (el Loire). De los 368.000 que habían partido, sólo 110.000 regresan a sus tierras.
Luego son los germanos los que, al mando de Ariovisto, cruzan el Rin, someten a los secuanos y a los eduos, y amenazan la provincia romana. Una vez más fracasan las negociaciones y César les hace frente con las armas, si bien los legionarios están aterrorizados por la fama de invencibles de que gozan los combatientes enemigos. Las palabras de César, que declara estar dispuesto a luchar con sólo la décima legión, que le permanece fiel, levantan el ánimo de los romanos: en Vesontio (Besançon), el enemigo es duramente castigado y rechazado más allá el Rin (Libro I).
Julio César compuso esta obra después de la conquista de las Galias (a fines del año 52 o en el 51 antes de Cristo) para dar una relación de sus empresas y, a la vez, justificar su política frente a quienes en Roma le acusaban de haberse ensañado contra pueblos inofensivos por apetito de gloria.
Cada uno de sus siete libros comprende los sucesos de un año a partir del 58 a. de C. El relato de este periodo comienza cuando la trasmigración de los helvecios desde su país hacia el sur, en busca de nuevas tierras, provoca la guerra. César, que tenía el gobierno de la Galia Narbonense (la actual Provenza), después de infructuosas negociaciones, les cierra el paso con las armas, aniquilando una parte de su ejército sobre el Arar (el Saóne) y la otra parte entre el Arar y el Liger (el Loire). De los 368.000 que habían partido, sólo 110.000 regresan a sus tierras.
Luego son los germanos los que, al mando de Ariovisto, cruzan el Rin, someten a los secuanos y a los eduos, y amenazan la provincia romana. Una vez más fracasan las negociaciones y César les hace frente con las armas, si bien los legionarios están aterrorizados por la fama de invencibles de que gozan los combatientes enemigos. Las palabras de César, que declara estar dispuesto a luchar con sólo la décima legión, que le permanece fiel, levantan el ánimo de los romanos: en Vesontio (Besançon), el enemigo es duramente castigado y rechazado más allá el Rin (Libro I).