La “Leyenda del Dorado” tiene su origen, en la ceremonia de coronación del cacique de los chibchas o muiscas, pueblo indígena que vivía en la altiplanicie de la Cordillera Oriental de Colombia. Esa ceremonia la realizaban en “Laguna Guatavita”, ubicada al norte de Bogotá. Ha sido comprobado que el nuevo heredero o cacique, subía con los principales de la corte, se deslizaban lentamente, hacia el centro de la laguna. Después de invocar a sus dioses, el heredero se cubría de polvo con oro, arrojaba ofrendas de valor a la diosa luna y se sumergía en la profundidad. Minutos después salía triunfante, ese rito había consagrado al Cacique. Lo hacían en la noche, porque el joven heredero acompañado de sacerdotes, guerreros y nobleza, encabezaban la procesión. Marchaba sereno y majestuoso, fuerte para la guerra y con cierta palidez, resultado del ayuno que hacía para purificar su cuerpo y alma. Imploraba a los dioses justicia, bondad y sabiduría para gobernar al pueblo. La multitud con cantos presenciar ese acto.
Por las riquezas que había en esa laguna, los conquistadores españoles deliraban con ese lugar, pero nunca lo dijeron, los indígenas siempre les decían que estaba: “más allá y se hacía infinito”. El sacerdote, era el mediador entre los hombres y sus dioses, pero imponía silencio. Cuando volvían a la orilla, la alegría era general y tenían un nuevo Cacique, que debía gobernar según las normas de base: en el amor, la destreza en el trabajo, artesanías, valor, honor, honradez, justicia y disciplina.
Los súbditos con cantos, arrojaban ofrendas a la laguna. Toda la población iba en aprocesión hasta esa laguna, llevaban joyas de oro, esmeraldas, vasijas y mantas tejidas, para ofrendar a su dios supremo, a la diosa de las aguas y al nuevo Cacique. Las mujeres preparaban con anticipación, abundante comida a base de mazorcas, además usaban vino traído del fermento del maíz, para festejar el acontecimiento.
Durante tres días celebraban con cantos, bailes, juegos y carreras. Pasado el festejo, el pueblo volvía a sus actividades: los agricultores a sus labranzas; los artesanos a la orfebrería, los alfareros a la fabricación de ollas y vasijas. Otros a la explotación de minas de sal, esmeraldas y la mayoría al comercio. Las mujeres además del cuidado de sus hijos, recogían la cosecha, cocinaban, hilaban y tejían vestidos. Pasaban años y la vejez privaba al monarca, era necesario realizar nuevamente esa ceremonia, para ungir un nuevo cacique, que gobernaría a su pueblo con prudencia y sabiduría.
Los complejos culturales de Colombia prehispánica, permitieron el surgimiento del avance. Además de otros elementos, como técnicos en metalúrgicas, un conjunto de metales prehispánicos. Todas las piezas de valor, están en el “Museo del Oro”, ubicado en el centro de Bogotá.
La “Leyenda del Dorado” tiene su origen, en la ceremonia de coronación del cacique de los chibchas o muiscas, pueblo indígena que vivía en la altiplanicie de la Cordillera Oriental de Colombia. Esa ceremonia la realizaban en “Laguna Guatavita”, ubicada al norte de Bogotá. Ha sido comprobado que el nuevo heredero o cacique, subía con los principales de la corte, se deslizaban lentamente, hacia el centro de la laguna. Después de invocar a sus dioses, el heredero se cubría de polvo con oro, arrojaba ofrendas de valor a la diosa luna y se sumergía en la profundidad. Minutos después salía triunfante, ese rito había consagrado al Cacique. Lo hacían en la noche, porque el joven heredero acompañado de sacerdotes, guerreros y nobleza, encabezaban la procesión. Marchaba sereno y majestuoso, fuerte para la guerra y con cierta palidez, resultado del ayuno que hacía para purificar su cuerpo y alma. Imploraba a los dioses justicia, bondad y sabiduría para gobernar al pueblo. La multitud con cantos presenciar ese acto.
Por las riquezas que había en esa laguna, los conquistadores españoles deliraban con ese lugar, pero nunca lo dijeron, los indígenas siempre les decían que estaba: “más allá y se hacía infinito”. El sacerdote, era el mediador entre los hombres y sus dioses, pero imponía silencio. Cuando volvían a la orilla, la alegría era general y tenían un nuevo Cacique, que debía gobernar según las normas de base: en el amor, la destreza en el trabajo, artesanías, valor, honor, honradez, justicia y disciplina.
Los súbditos con cantos, arrojaban ofrendas a la laguna. Toda la población iba en aprocesión hasta esa laguna, llevaban joyas de oro, esmeraldas, vasijas y mantas tejidas, para ofrendar a su dios supremo, a la diosa de las aguas y al nuevo Cacique. Las mujeres preparaban con anticipación, abundante comida a base de mazorcas, además usaban vino traído del fermento del maíz, para festejar el acontecimiento.
Durante tres días celebraban con cantos, bailes, juegos y carreras. Pasado el festejo, el pueblo volvía a sus actividades: los agricultores a sus labranzas; los artesanos a la orfebrería, los alfareros a la fabricación de ollas y vasijas. Otros a la explotación de minas de sal, esmeraldas y la mayoría al comercio. Las mujeres además del cuidado de sus hijos, recogían la cosecha, cocinaban, hilaban y tejían vestidos. Pasaban años y la vejez privaba al monarca, era necesario realizar nuevamente esa ceremonia, para ungir un nuevo cacique, que gobernaría a su pueblo con prudencia y sabiduría.
Los complejos culturales de Colombia prehispánica, permitieron el surgimiento del avance. Además de otros elementos, como técnicos en metalúrgicas, un conjunto de metales prehispánicos. Todas las piezas de valor, están en el “Museo del Oro”, ubicado en el centro de Bogotá.