Intento armar el pasado pero es un rompecabezas gastado con piezas que no encajan. Me cansa, me agota. Salgo a caminar por el presente, intentando no pensar en él: noto que es un camino ancho y fresco, prometedor pero no tiene rumbo, ni mojones. Caminamos a ciegas, como zombies, como idealistas, como inocentes a punto de perder la inocencia. ¿El futuro? Del futuro no hablo porque me lleno de gases que me inflan como un globo y salgo volando y no vuelvo, me pierdo, me pincho, bajo en picada. Hoy no tengo ganas.
Vuelvo al pasado, como se vuelve a la cama calentita después de levantarte para ir al baño o como se vuelve a la casa de la infancia en búsqueda de respuestas que ya no tienen pregunta. Me comí hasta los signos de interrogación.
¿Dónde estaba yo cuando me fui? ¿Dónde estabas vos cuando dejé de mirarte? ¿En qué momento tu piel se hizo transparente, mi voz de viento, mi sexo de agua? No lo recuerdo. No lo entiendo. Esa figurita no la tengo en mi álbum. Es la difícil, la busco y no la encuentro.
Por ahora, mejor no te digo nada. Revoleo las piezas por el aire y me entretengo viendo cómo caen desordenadas. Y río por no llorar en un río de emociones revueltas. Hago la plancha pero en el fondo, sobre el limo rugoso. Me gusta mirar la superficie plateada e imaginar qué hay detrás. Porque nadie lo sabe. Ni los que asomaron la cabeza y volvieron. Nadie. Y el que lo sabe lo calla porque está muerto y flotando a la deriva.
Y tal vez encuentro casualmente esa pieza que tanto dolor de cabeza me provocó y me alegro y me alivio y la encastro en el lugar que corresponde y que le fue asignado hace rato ya en mi memoria y es fatuo el alivio, es banal. La pieza se diluye en el todo y pierde sentido. El sentido era su falta y el agujero negro que me hacía respirar.
El pasado es así: incomprensible, estrellado, necio, caprichoso. El pasado lo es todo en el tiempo de la nada. Por eso lo enterramos y desenterramos a gusto y arbitrariamente. Y es el único que perdura: cuando todo acaba, lo único que queda es el pasado.
Respuesta:
Pasado continuo
Intento armar el pasado pero es un rompecabezas gastado con piezas que no encajan. Me cansa, me agota. Salgo a caminar por el presente, intentando no pensar en él: noto que es un camino ancho y fresco, prometedor pero no tiene rumbo, ni mojones. Caminamos a ciegas, como zombies, como idealistas, como inocentes a punto de perder la inocencia. ¿El futuro? Del futuro no hablo porque me lleno de gases que me inflan como un globo y salgo volando y no vuelvo, me pierdo, me pincho, bajo en picada. Hoy no tengo ganas.
Vuelvo al pasado, como se vuelve a la cama calentita después de levantarte para ir al baño o como se vuelve a la casa de la infancia en búsqueda de respuestas que ya no tienen pregunta. Me comí hasta los signos de interrogación.
¿Dónde estaba yo cuando me fui? ¿Dónde estabas vos cuando dejé de mirarte? ¿En qué momento tu piel se hizo transparente, mi voz de viento, mi sexo de agua? No lo recuerdo. No lo entiendo. Esa figurita no la tengo en mi álbum. Es la difícil, la busco y no la encuentro.
Por ahora, mejor no te digo nada. Revoleo las piezas por el aire y me entretengo viendo cómo caen desordenadas. Y río por no llorar en un río de emociones revueltas. Hago la plancha pero en el fondo, sobre el limo rugoso. Me gusta mirar la superficie plateada e imaginar qué hay detrás. Porque nadie lo sabe. Ni los que asomaron la cabeza y volvieron. Nadie. Y el que lo sabe lo calla porque está muerto y flotando a la deriva.
Y tal vez encuentro casualmente esa pieza que tanto dolor de cabeza me provocó y me alegro y me alivio y la encastro en el lugar que corresponde y que le fue asignado hace rato ya en mi memoria y es fatuo el alivio, es banal. La pieza se diluye en el todo y pierde sentido. El sentido era su falta y el agujero negro que me hacía respirar.
El pasado es así: incomprensible, estrellado, necio, caprichoso. El pasado lo es todo en el tiempo de la nada. Por eso lo enterramos y desenterramos a gusto y arbitrariamente. Y es el único que perdura: cuando todo acaba, lo único que queda es el pasado.
Autora :Valeria Verona