La juventud es una época de cambio; una transición de la tierna infancia a la adultez. Esta etapa inicia precisamente en el momento en que se presentan los primeros síntomas de madurez en un niño, los primeros cambios físicos, psicológicos y emocionales.
La juventud es un concepto tan amplio que se ve afectado por el medio, por la cultura, es decir, existen personas que inician su desarrollo a muy temprana edad, los 11 ó 12 años; otros llegarán a los 15 y continuarán siendo aparentemente unos niños. Igualmente una persona puede llegar a los 30 años sin mostrar todavía los signos de madurez y estabilidad emocional que se supone deben caracterizar esta etapa.
Ser joven es una oportunidad que brinda la vida para forjar metas, soñar, planear objetivos, aprender y arriesgarse. No es fácil, implica más responsabilidad, vigor, entusiasmo, actitudes positivas y visión. ¿Por qué todo esto?, porque no se puede ser joven y ser irresponsable, apático, negativo, pesimista; eso sí sería cómodo y sencillo. ¿Cuántas personas llegaron a los 40, a los 50 años y de repente voltearon hacia atrás y se dieron cuenta de que desaprovecharon su juventud, que vivieron una vida inútil, estéril, y quizá muy tarde comprendieron que el tiempo no regresa, que la vida no se detiene y que a corto o largo plazo suele cobrar facturas de muy alto costo por aquello que hicimos o no hicimos.
Cada uno de nosotros trae consigo un buen cargamento de buenos y malos hábitos, valores, actitudes y patrones de conducta aprendidos en nuestra infancia. Se nos enseñó a convivir con los demás, y a comportarnos, incluso se nos ha señalado el camino que habremos de seguir en el futuro; nuestros padres son los primeros y los más importantes maestros en nuestras vidas, y son quienes nos inducen o nos colocan en el camino más adecuado para lograr nuestro desarrollo como personas, nuestra realización como individuos.
Ser joven es toda una aventura, un reto, una oportunidad, una puerta abierta hacia el futuro y hacia la vida adulta.
La juventud es una época de cambio; una transición de la tierna infancia a la adultez. Esta etapa inicia precisamente en el momento en que se presentan los primeros síntomas de madurez en un niño, los primeros cambios físicos, psicológicos y emocionales.
La juventud es un concepto tan amplio que se ve afectado por el medio, por la cultura, es decir, existen personas que inician su desarrollo a muy temprana edad, los 11 ó 12 años; otros llegarán a los 15 y continuarán siendo aparentemente unos niños. Igualmente una persona puede llegar a los 30 años sin mostrar todavía los signos de madurez y estabilidad emocional que se supone deben caracterizar esta etapa.
Ser joven es una oportunidad que brinda la vida para forjar metas, soñar, planear objetivos, aprender y arriesgarse. No es fácil, implica más responsabilidad, vigor, entusiasmo, actitudes positivas y visión. ¿Por qué todo esto?, porque no se puede ser joven y ser irresponsable, apático, negativo, pesimista; eso sí sería cómodo y sencillo. ¿Cuántas personas llegaron a los 40, a los 50 años y de repente voltearon hacia atrás y se dieron cuenta de que desaprovecharon su juventud, que vivieron una vida inútil, estéril, y quizá muy tarde comprendieron que el tiempo no regresa, que la vida no se detiene y que a corto o largo plazo suele cobrar facturas de muy alto costo por aquello que hicimos o no hicimos.
Cada uno de nosotros trae consigo un buen cargamento de buenos y malos hábitos, valores, actitudes y patrones de conducta aprendidos en nuestra infancia. Se nos enseñó a convivir con los demás, y a comportarnos, incluso se nos ha señalado el camino que habremos de seguir en el futuro; nuestros padres son los primeros y los más importantes maestros en nuestras vidas, y son quienes nos inducen o nos colocan en el camino más adecuado para lograr nuestro desarrollo como personas, nuestra realización como individuos.
Ser joven es toda una aventura, un reto, una oportunidad, una puerta abierta hacia el futuro y hacia la vida adulta.