Respuesta:Érase una vez un niño llamado Daniel, que era muy fanático a los video juegos.
Al salir de la escuela fue corriendo a la tienda donde podía jugarlos, pero cuando llegó, solo quedaban dos máquinas disponibles y una de ellas estaba con un letrero de “fuera de servicio”.
Corrió hacia la que estaba operativa, pero un chico le ganó la carrera, y Daniel, en lugar de irse a casa, empezó a curiosear una máquina averiada de realidad virtual.
No supo qué tocó pero lo siguiente que vió fue un rayo de luz azul y en unos segundos estaba en un lugar totalmente distinto.
Todo a su alrededor era de colores vivos y comenzaron a aparecer figuras cuadriculadas que formaban torres y caminos. Además, justo enfrente de Daniel apareció un enorme pasillo que le hizo recordar las autopistas.
Al caminar por ese pasillo vio una galleta flotando y tuvo la intuición de que debía tomarla. La agarró y se la comió.
Al hacerlo, escuchó un sonido: “clin”. De repente empezó a ver en su parte superior derecha unos números que comenzaron a cambiar (una cuenta que crecía).
Le pareció extraño, pero siguió avanzando. Vio otra galleta, repitió la operación y obtuvo el mismo resultado: un clin y la cuenta volvió a aumentar.
Entonces entendió que se trataba de una especie de reto, como los que acostumbraba a ver en los videojuegos. Eso lo emocionó y empezó a buscar en todos los recovecos las galletas para así sumar puntos. La cuenta aumentaba.
También notó que en el lado izquierdo superior del pasillo, había tres círculos verdes. En su recorrido, encontró algo que no había visto hasta ahora: una planta en un maceta enorme.
Parecía normal, pero estaba algo fuera de lugar. Se acercó, la tocó, la planta pareció tomar vida y se le lanzó encima. Solo pudo ver unos enormes dientes afilados y al segundo siguiente: oscuridad.
Se despertó justo en el inicio del pasillo donde estaba la planta. La vio de nuevo pero esta vez no la tocó. Notó que ya solo quedaban dos círculos verdes en la parte superior izquierda.
Avanzó entonces y volvió a ver varias macetas como la primera, pero las ignoró y esquivó a todas.
De repente encontró una puerta distinta a las anteriores. La abrió y el ambiente cambió; las paredes ya no eran azules, sino de un verde centellante y el piso ya no era sólido, sino más bien era una especie de red que formaba un puente colgante.
Se trataba de un puente muy estrecho donde solo podía caminar con un pie frente al otro.
Al intentar atravesarlo, empezaron a salir desde abajo unas especie de dardos que amenazaban con derribarlo. Uno lo logró.
Volvió a despertar frente a la puerta singular. La abrió y de nuevo el puente. Subió la mirada y ya solo quedaba un círculo verde en el lado izquierdo.
Respiró profundo y se preparó para cruzar. Logró llegar hasta el otro extremo y allí había otra puerta.
La abrió y se encontró con unos pedazos de metal flotando como nubes suspendidas. Esos pedazos de metal formaban un camino.
Para atravesar ese espacio, debía saltar de un peldaño a otro. Así lo hizo, y a mitad de camino empezó a notar que ahora caían dardos desde distintas direcciones.
Pero Daniel se concentró, saltó y saltó hasta que logró la meta. Otra puerta. Al abrir esta puerta vio una luz muy brillante que no puedo resistir. Tuvo que cerrar los ojos.
Cuando volvió a abrirlos, estaba en el suelo viendo el techo de la tienda. Había mucha gente a su alrededor examinándolo.
Daniel había recibido una descarga eléctrica cuando curioseaba la máquina averiada.
Todos creían que había sido una experiencia dolorosa, pero Daniel sentía que esa había sido la aventura de su vida. ¿A qué videojuego había jugado?
Carlos y el viaje a Astúnduru
los cuentos de ciencia ficción siempre han tenido como protagonistas un futuro con naves espaciales y seres extraordinarios
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Respuesta:Érase una vez un niño llamado Daniel, que era muy fanático a los video juegos.
Al salir de la escuela fue corriendo a la tienda donde podía jugarlos, pero cuando llegó, solo quedaban dos máquinas disponibles y una de ellas estaba con un letrero de “fuera de servicio”.
Corrió hacia la que estaba operativa, pero un chico le ganó la carrera, y Daniel, en lugar de irse a casa, empezó a curiosear una máquina averiada de realidad virtual.
No supo qué tocó pero lo siguiente que vió fue un rayo de luz azul y en unos segundos estaba en un lugar totalmente distinto.
Todo a su alrededor era de colores vivos y comenzaron a aparecer figuras cuadriculadas que formaban torres y caminos. Además, justo enfrente de Daniel apareció un enorme pasillo que le hizo recordar las autopistas.
Al caminar por ese pasillo vio una galleta flotando y tuvo la intuición de que debía tomarla. La agarró y se la comió.
Al hacerlo, escuchó un sonido: “clin”. De repente empezó a ver en su parte superior derecha unos números que comenzaron a cambiar (una cuenta que crecía).
Le pareció extraño, pero siguió avanzando. Vio otra galleta, repitió la operación y obtuvo el mismo resultado: un clin y la cuenta volvió a aumentar.
Entonces entendió que se trataba de una especie de reto, como los que acostumbraba a ver en los videojuegos. Eso lo emocionó y empezó a buscar en todos los recovecos las galletas para así sumar puntos. La cuenta aumentaba.
También notó que en el lado izquierdo superior del pasillo, había tres círculos verdes. En su recorrido, encontró algo que no había visto hasta ahora: una planta en un maceta enorme.
Parecía normal, pero estaba algo fuera de lugar. Se acercó, la tocó, la planta pareció tomar vida y se le lanzó encima. Solo pudo ver unos enormes dientes afilados y al segundo siguiente: oscuridad.
Se despertó justo en el inicio del pasillo donde estaba la planta. La vio de nuevo pero esta vez no la tocó. Notó que ya solo quedaban dos círculos verdes en la parte superior izquierda.
Avanzó entonces y volvió a ver varias macetas como la primera, pero las ignoró y esquivó a todas.
De repente encontró una puerta distinta a las anteriores. La abrió y el ambiente cambió; las paredes ya no eran azules, sino de un verde centellante y el piso ya no era sólido, sino más bien era una especie de red que formaba un puente colgante.
Se trataba de un puente muy estrecho donde solo podía caminar con un pie frente al otro.
Al intentar atravesarlo, empezaron a salir desde abajo unas especie de dardos que amenazaban con derribarlo. Uno lo logró.
Volvió a despertar frente a la puerta singular. La abrió y de nuevo el puente. Subió la mirada y ya solo quedaba un círculo verde en el lado izquierdo.
Respiró profundo y se preparó para cruzar. Logró llegar hasta el otro extremo y allí había otra puerta.
La abrió y se encontró con unos pedazos de metal flotando como nubes suspendidas. Esos pedazos de metal formaban un camino.
Para atravesar ese espacio, debía saltar de un peldaño a otro. Así lo hizo, y a mitad de camino empezó a notar que ahora caían dardos desde distintas direcciones.
Pero Daniel se concentró, saltó y saltó hasta que logró la meta. Otra puerta. Al abrir esta puerta vio una luz muy brillante que no puedo resistir. Tuvo que cerrar los ojos.
Cuando volvió a abrirlos, estaba en el suelo viendo el techo de la tienda. Había mucha gente a su alrededor examinándolo.
Daniel había recibido una descarga eléctrica cuando curioseaba la máquina averiada.
Todos creían que había sido una experiencia dolorosa, pero Daniel sentía que esa había sido la aventura de su vida. ¿A qué videojuego había jugado?
Carlos y el viaje a Astúnduru
los cuentos de ciencia ficción siempre han tenido como protagonistas un futuro con naves espaciales y seres extraordinarios
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