Por empezar, entre los incas no existió el concepto abstracto de “dios” que podemos tener nosotros. Los múltiples dioses que eran objeto de culto poseían nombre propio, y muchos de ellos estaban asociados a funciones específicas.
Además, como la sociedad andina era básicamente agraria, muchas veces la actuación de las divinidades estaba relacionada con fuerzas de la naturaleza y los factores climáticos, que condicionaban la vida de los pobladores andinos.
Así, los incas tuvieron como dioses a cuerpos celestes, accidentes geográficos, fenómenos atmosféricos e, incluso, a sus propios ancestros.
Todas las deidades estaban asociadas con el término huaca, palabra quechua que indica todo lo sagrado. El Inca era reconocido por la gente andina como huaca viviente, que tenía el poder de comunicarse con el universo sagrado y era el encargado de, a través de los rituales, mantener el equilibrio entre los hombres y los dioses.
De la misma manera que otras sociedades andinas, los incas tuvieron una peculiar visión del tiempo y del espacio. El tiempo fue concebido de manera sagrada y cíclica. Así, se pensaba que existían ciclos de destrucción y renovación del mundo, al igual que en el calendario maya.
El universo estaba dividido en tres partes:
hanan pacha, la morada de los dioses y de los objetos celestiales,kai pacha, el mundo presente y tangible,ucu pacha, el mundo de abajo o de las cosas que todavía no germinan.
Aparentemente, en el ucu pacha se encontraban los muertos que habían retornado a su pacarina, o lugar de origen. Entre el hanan pacha y el ucu pacha había lazos de complementariedad, siendo el kai pacha el punto de encuentro en el que se unían ambos planos del universo.
Dentro de las deidades, el más popular fue el dios Inti, el Sol, también conocido como Punchao. Era considerado el padre de los incas y la divinidad tutelar del Tahuantinsuyo. Las crónicas indican que el Inti o el Sol fue representado mediante una estatuilla pequeña esculpida en oro que se guardaba en el Coricancha, o templo del Sol, en la ciudad de Cuzco, la capital del imperio.
Por empezar, entre los incas no existió el concepto abstracto de “dios” que podemos tener nosotros. Los múltiples dioses que eran objeto de culto poseían nombre propio, y muchos de ellos estaban asociados a funciones específicas.
Además, como la sociedad andina era básicamente agraria, muchas veces la actuación de las divinidades estaba relacionada con fuerzas de la naturaleza y los factores climáticos, que condicionaban la vida de los pobladores andinos.
Así, los incas tuvieron como dioses a cuerpos celestes, accidentes geográficos, fenómenos atmosféricos e, incluso, a sus propios ancestros.
Todas las deidades estaban asociadas con el término huaca, palabra quechua que indica todo lo sagrado. El Inca era reconocido por la gente andina como huaca viviente, que tenía el poder de comunicarse con el universo sagrado y era el encargado de, a través de los rituales, mantener el equilibrio entre los hombres y los dioses.
De la misma manera que otras sociedades andinas, los incas tuvieron una peculiar visión del tiempo y del espacio. El tiempo fue concebido de manera sagrada y cíclica. Así, se pensaba que existían ciclos de destrucción y renovación del mundo, al igual que en el calendario maya.
El universo estaba dividido en tres partes:
hanan pacha, la morada de los dioses y de los objetos celestiales,kai pacha, el mundo presente y tangible,ucu pacha, el mundo de abajo o de las cosas que todavía no germinan.Aparentemente, en el ucu pacha se encontraban los muertos que habían retornado a su pacarina, o lugar de origen. Entre el hanan pacha y el ucu pacha había lazos de complementariedad, siendo el kai pacha el punto de encuentro en el que se unían ambos planos del universo.
Dentro de las deidades, el más popular fue el dios Inti, el Sol, también conocido como Punchao. Era considerado el padre de los incas y la divinidad tutelar del Tahuantinsuyo. Las crónicas indican que el Inti o el Sol fue representado mediante una estatuilla pequeña esculpida en oro que se guardaba en el Coricancha, o templo del Sol, en la ciudad de Cuzco, la capital del imperio.