La expresión musical es el modo de comunicación auditiva que permite manifestar las emociones y vivencias de quien compone el tema, o de quien lo reproduce, sintiéndose identificado con el autor.
Todos hemos experimentado sensaciones de placer, de angustia, de alegría, o de ternura al escuchar diferentes ritmos musicales, que revelan además, la personalidad de su compositor.
El gusto por lo musical nace en forma espontánea. Lo advertimos por ejemplo, cuando sentimos placer ante el canto de los pájaros o el sonido del mar o de las gotas de lluvia al caer; los niños pequeños se calman con los sonajeros, y desde los primeros tiempos, el hombre descubrió que podía hacer música con finalidad estética, golpeando sus manos o con palos u otros materiales, en forma rítmica.
Requiere ciertas aptitudes y conocimientos si se quiere expresar la música de un modo estético profesional, y que no sea un simple ruido, sino que represente una melodía. Educar el oído es un hábito muy saludable, que permitirá disfrutar de la música y comprenderla.
La enseñanza de la música es un modo de que los niños y también los adultos aprendan a canalizar a través de ella sus emociones, para ello está incorporada como disciplina en las escuelas, y usada para tratar problemas psicológicos, como musicoterapia.
La música puede gozarse como expresión artística aislada o ir acompañada de letras, que refuerzan su sentido comunicacional. Puede usarse con otras actividades humanas para hacerlas más gratas, como quienes estudian o trabajan con música (en estos casos el volumen debe ser bajo para evitar la distracción), sirviendo también como compañía en la soledad, como fuente de alegría en las reuniones sociales, para ambientar un contexto de tristeza, por ejemplo en este caso, la música funeraria, para afianzar la emotividad y el recogimiento, por ejemplo la música litúrgica, etcétera.
La expresión musical es el modo de comunicación auditiva que permite manifestar las emociones y vivencias de quien compone el tema, o de quien lo reproduce, sintiéndose identificado con el autor.
Todos hemos experimentado sensaciones de placer, de angustia, de alegría, o de ternura al escuchar diferentes ritmos musicales, que revelan además, la personalidad de su compositor.
El gusto por lo musical nace en forma espontánea. Lo advertimos por ejemplo, cuando sentimos placer ante el canto de los pájaros o el sonido del mar o de las gotas de lluvia al caer; los niños pequeños se calman con los sonajeros, y desde los primeros tiempos, el hombre descubrió que podía hacer música con finalidad estética, golpeando sus manos o con palos u otros materiales, en forma rítmica.
Requiere ciertas aptitudes y conocimientos si se quiere expresar la música de un modo estético profesional, y que no sea un simple ruido, sino que represente una melodía. Educar el oído es un hábito muy saludable, que permitirá disfrutar de la música y comprenderla.
La enseñanza de la música es un modo de que los niños y también los adultos aprendan a canalizar a través de ella sus emociones, para ello está incorporada como disciplina en las escuelas, y usada para tratar problemas psicológicos, como musicoterapia.
La música puede gozarse como expresión artística aislada o ir acompañada de letras, que refuerzan su sentido comunicacional. Puede usarse con otras actividades humanas para hacerlas más gratas, como quienes estudian o trabajan con música (en estos casos el volumen debe ser bajo para evitar la distracción), sirviendo también como compañía en la soledad, como fuente de alegría en las reuniones sociales, para ambientar un contexto de tristeza, por ejemplo en este caso, la música funeraria, para afianzar la emotividad y el recogimiento, por ejemplo la música litúrgica, etcétera.