Buda comparaba meditar con afinar un laúd. Si aprietas demasiado las cuerdas se rompen; si las dejas demasiado flojas, no se consigue el sonido correcto. De igual modo, necesitas escuchar tu instrumento, tu cuerpo-mente, cuando meditas para ajustarlo. Si estás tenso, quizá puedas empezar con una relajación; si estás adormilado, quizá necesitas prestar atención a la postura, activar la concentración, o descansar antes. A veces con un instrumento muy desajustado, es decir, cuando existe gran desequilibrio y desasosiego, uno necesita empezar a construir la paz, por ejemplo con hatha yoga, pranayama (respiración), tai-chi, etc. En este sentido se refiere D. Chopra al decir que la relajación es la antesala de la meditación.
También podemos recurrir a la metáfora del aprendizaje del piano, que requiere hacer escalas, y repetirlas asiduamente una y otra vez. Hasta el momento de tocar el piano con gozo y fluidez hay un proceso de aprendizaje laborioso. Igual pasa con la meditación, que requiere de tiempo y energía hasta que llega a ser fluida, después de asimilar las pautas adecuadas y de superar los obstáculos y desconciertos habituales en la práctica.
Entrenamiento de la mente
Consideramos que para hacer cualquier deporte necesitamos aprender su mecánica, seguir unas ciertas reglas. Sabemos que necesitamos practicar para mejorar, por lo que nos ayuda la disciplina, el esfuerzo y la motivación para llegar a una ejecución correcta de ese deporte.
Esto sería semejante con la meditación, que se puede entender como un entrenamiento de la mente y la atención. Requiere también energía y compromiso para perseverar, requiere disciplina para que sea parte de nuestra vida. Necesitamos aprender unas reglas diferentes de otro tipo de entrenamientos, como son la aceptación amorosa, la observación sin juicios, el soltar las metas y contenidos psíquicos, etc.
Ordenar una habitación abarrotada
Alguien dijo que ya que tenemos que vivir en la prisión de nuestra mente, al menos amueblémosla bien. Se trataría de crear mayor espacio interno en una mente abarrotada por un exceso de pensamientos o ruido mental.
El psicólogo Jean Klein distingue pensamiento común y pensamiento creativo.Cuando la mente se llena de pensamientos en una serie interminable, unidos unos a otros como los vagones de un tren, sin espacios entre ellos, uno es arrastrado por este proceso claustrofóbico al que también denominamos rumiación mental y no hay espacio para el pensamiento fresco y original.
Cuando la mente está abierta y serena hay mayor espacio interior para que los pensamientos creativos broten de lo profundo. Este es el estado mental que se puede cultivar en la meditación.
La luz de la consciencia
Igual que necesitamos de la luz para realizar la actividad cotidiana, necesitamos la consciencia para realizar incluso las tareas más sencillas, aunque no seamos conscientes de la misma. Utilizamos la luz de maneras distintas: se puede concentrar en el foco de una linterna o incluso en un potente rayo láser. O se puede producir una luz indirecta, que ilumina una habitación de forma suave y difusa.
Del mismo modo, en la meditación se puede usar la consciencia de distinta forma. Para empezar se puede aumentar su fuerza desarrollando la concentración en un objeto particular (p.e en la respiración); sería como concentrar la luz en un foco. Este es el aspecto más mental de la meditación mindfulness (cultivo de la atención).
También se puede expandir a todo el ámbito de la experiencia (sensaciones, emociones, pensamientos)– lo que denominamos consciencia abierta - que sería como una luz ambiental que ilumina todo alrededor.
La consciencia compasiva (aspecto afectivo de mindfulness) que se recomienda en la práctica, significa mantener una actitud suave, amorosa, comprensiva, aceptando lo que hay sin juicios. Es como una luz cálida, armoniosa, envolvente.
En la práctica vamos desarrollando la denominada consciencia testigo. Se produce una gradual desidentificación de los contenidos mentales, pudiendo llegar a observar directamente la propia luz de la consciencia.
El viaje al fondo del océano.
La práctica de la meditación nos llevaría a viajar a una zona de profundidad, donde todo está en calma. Para llegar ahí desde la superficie tenemos que atravesar diversas capas que son turbulentas y ruidosas. En ese progresivo “darnos cuenta” una de las primeras capas que encontramos es nuestro ruido o parloteo mental, luego observamos las tendencias de la mente a aferrarse a lo agradable (apegos) o resistirse a lo molesto, al cambio, al dolor (aversiones), las emociones recurrentes (a veces arraigadas de muy antiguo), los patrones y creencias (a veces muy rígidas y negativas), etc.
A la luz de la Conciencia podemos transformar los condicionamientos y pautas negativas en actitudes y acciones coherentes y compasivas, es más podemos gradualmente ir vislumbrando el fondo calmado del océano, lugar de paz y plenitud.
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Tocar un instrumento musical
Buda comparaba meditar con afinar un laúd. Si aprietas demasiado las cuerdas se rompen; si las dejas demasiado flojas, no se consigue el sonido correcto. De igual modo, necesitas escuchar tu instrumento, tu cuerpo-mente, cuando meditas para ajustarlo. Si estás tenso, quizá puedas empezar con una relajación; si estás adormilado, quizá necesitas prestar atención a la postura, activar la concentración, o descansar antes. A veces con un instrumento muy desajustado, es decir, cuando existe gran desequilibrio y desasosiego, uno necesita empezar a construir la paz, por ejemplo con hatha yoga, pranayama (respiración), tai-chi, etc. En este sentido se refiere D. Chopra al decir que la relajación es la antesala de la meditación.
También podemos recurrir a la metáfora del aprendizaje del piano, que requiere hacer escalas, y repetirlas asiduamente una y otra vez. Hasta el momento de tocar el piano con gozo y fluidez hay un proceso de aprendizaje laborioso. Igual pasa con la meditación, que requiere de tiempo y energía hasta que llega a ser fluida, después de asimilar las pautas adecuadas y de superar los obstáculos y desconciertos habituales en la práctica.
Entrenamiento de la mente
Consideramos que para hacer cualquier deporte necesitamos aprender su mecánica, seguir unas ciertas reglas. Sabemos que necesitamos practicar para mejorar, por lo que nos ayuda la disciplina, el esfuerzo y la motivación para llegar a una ejecución correcta de ese deporte.
Esto sería semejante con la meditación, que se puede entender como un entrenamiento de la mente y la atención. Requiere también energía y compromiso para perseverar, requiere disciplina para que sea parte de nuestra vida. Necesitamos aprender unas reglas diferentes de otro tipo de entrenamientos, como son la aceptación amorosa, la observación sin juicios, el soltar las metas y contenidos psíquicos, etc.
Ordenar una habitación abarrotada
Alguien dijo que ya que tenemos que vivir en la prisión de nuestra mente, al menos amueblémosla bien. Se trataría de crear mayor espacio interno en una mente abarrotada por un exceso de pensamientos o ruido mental.
El psicólogo Jean Klein distingue pensamiento común y pensamiento creativo.Cuando la mente se llena de pensamientos en una serie interminable, unidos unos a otros como los vagones de un tren, sin espacios entre ellos, uno es arrastrado por este proceso claustrofóbico al que también denominamos rumiación mental y no hay espacio para el pensamiento fresco y original.
Cuando la mente está abierta y serena hay mayor espacio interior para que los pensamientos creativos broten de lo profundo. Este es el estado mental que se puede cultivar en la meditación.
La luz de la consciencia
Igual que necesitamos de la luz para realizar la actividad cotidiana, necesitamos la consciencia para realizar incluso las tareas más sencillas, aunque no seamos conscientes de la misma. Utilizamos la luz de maneras distintas: se puede concentrar en el foco de una linterna o incluso en un potente rayo láser. O se puede producir una luz indirecta, que ilumina una habitación de forma suave y difusa.
Del mismo modo, en la meditación se puede usar la consciencia de distinta forma. Para empezar se puede aumentar su fuerza desarrollando la concentración en un objeto particular (p.e en la respiración); sería como concentrar la luz en un foco. Este es el aspecto más mental de la meditación mindfulness (cultivo de la atención).
También se puede expandir a todo el ámbito de la experiencia (sensaciones, emociones, pensamientos)– lo que denominamos consciencia abierta - que sería como una luz ambiental que ilumina todo alrededor.
La consciencia compasiva (aspecto afectivo de mindfulness) que se recomienda en la práctica, significa mantener una actitud suave, amorosa, comprensiva, aceptando lo que hay sin juicios. Es como una luz cálida, armoniosa, envolvente.
En la práctica vamos desarrollando la denominada consciencia testigo. Se produce una gradual desidentificación de los contenidos mentales, pudiendo llegar a observar directamente la propia luz de la consciencia.
El viaje al fondo del océano.
La práctica de la meditación nos llevaría a viajar a una zona de profundidad, donde todo está en calma. Para llegar ahí desde la superficie tenemos que atravesar diversas capas que son turbulentas y ruidosas. En ese progresivo “darnos cuenta” una de las primeras capas que encontramos es nuestro ruido o parloteo mental, luego observamos las tendencias de la mente a aferrarse a lo agradable (apegos) o resistirse a lo molesto, al cambio, al dolor (aversiones), las emociones recurrentes (a veces arraigadas de muy antiguo), los patrones y creencias (a veces muy rígidas y negativas), etc.
A la luz de la Conciencia podemos transformar los condicionamientos y pautas negativas en actitudes y acciones coherentes y compasivas, es más podemos gradualmente ir vislumbrando el fondo calmado del océano, lugar de paz y plenitud.
Es decir, nuestra verdadera esencia.
Respuesta:
holaaaa compas como les baaaaaaaa es difícil no