a los hombres nos asusta quedarnos calvos. Mucho. Tanto que, en 32 años de vida que tengo, no he oído a ningún varón en edad de riesgo hacer bromas con la alopecia del prójimo. He escuchado chistes sobre gordos, sobre retrasados, sobre bizcos, sobre tartamudos, sobre sodomitas, sobre negros, gitanos, mujeres y hasta chistes sobre muertos. Vamos, que he oído chistes que abordan todos los malos gustos existentes. Pero, al semejante que empieza a vérsele el cartón, los tíos no le decimos nada. ¿Por qué? ¿Creen, acaso, que es por respeto? ¿Que nos ha dado lo que a Seseña, un ataque de urbanismo? Desde luego, no.El silencio, como siempre en la historia de la Humanidad, es una consecuencia exclusiva del miedo. Miedo a mentar a la bicha, miedo a decir calvo y que el pelo empiece a caérsete a ti. Miedo a descubrirte frente a un espejo acercándote mucho una lámpara por ver si consigues discernir si el problema es de raíces o de cuero. Miedo. Miedo a caer en las redes espumosas del champú de curanderos. Miedo a comprobar la almohada. Miedo a ver el reguero que queda en la ducha y preguntarte: «¿Serán los últimos?»
a los hombres nos asusta quedarnos calvos. Mucho. Tanto que, en 32 años de vida que tengo, no he oído a ningún varón en edad de riesgo hacer bromas con la alopecia del prójimo. He escuchado chistes sobre gordos, sobre retrasados, sobre bizcos, sobre tartamudos, sobre sodomitas, sobre negros, gitanos, mujeres y hasta chistes sobre muertos. Vamos, que he oído chistes que abordan todos los malos gustos existentes. Pero, al semejante que empieza a vérsele el cartón, los tíos no le decimos nada. ¿Por qué? ¿Creen, acaso, que es por respeto? ¿Que nos ha dado lo que a Seseña, un ataque de urbanismo? Desde luego, no.El silencio, como siempre en la historia de la Humanidad, es una consecuencia exclusiva del miedo. Miedo a mentar a la bicha, miedo a decir calvo y que el pelo empiece a caérsete a ti. Miedo a descubrirte frente a un espejo acercándote mucho una lámpara por ver si consigues discernir si el problema es de raíces o de cuero. Miedo. Miedo a caer en las redes espumosas del champú de curanderos. Miedo a comprobar la almohada. Miedo a ver el reguero que queda en la ducha y preguntarte: «¿Serán los últimos?»
Respuesta:
a los hombres nos asusta quedarnos calvos. Mucho. Tanto que, en 32 años de vida que tengo, no he oído a ningún varón en edad de riesgo hacer bromas con la alopecia del prójimo. He escuchado chistes sobre gordos, sobre retrasados, sobre bizcos, sobre tartamudos, sobre sodomitas, sobre negros, gitanos, mujeres y hasta chistes sobre muertos. Vamos, que he oído chistes que abordan todos los malos gustos existentes. Pero, al semejante que empieza a vérsele el cartón, los tíos no le decimos nada. ¿Por qué? ¿Creen, acaso, que es por respeto? ¿Que nos ha dado lo que a Seseña, un ataque de urbanismo? Desde luego, no.El silencio, como siempre en la historia de la Humanidad, es una consecuencia exclusiva del miedo. Miedo a mentar a la bicha, miedo a decir calvo y que el pelo empiece a caérsete a ti. Miedo a descubrirte frente a un espejo acercándote mucho una lámpara por ver si consigues discernir si el problema es de raíces o de cuero. Miedo. Miedo a caer en las redes espumosas del champú de curanderos. Miedo a comprobar la almohada. Miedo a ver el reguero que queda en la ducha y preguntarte: «¿Serán los últimos?»
Verified answer
Respuesta:
a los hombres nos asusta quedarnos calvos. Mucho. Tanto que, en 32 años de vida que tengo, no he oído a ningún varón en edad de riesgo hacer bromas con la alopecia del prójimo. He escuchado chistes sobre gordos, sobre retrasados, sobre bizcos, sobre tartamudos, sobre sodomitas, sobre negros, gitanos, mujeres y hasta chistes sobre muertos. Vamos, que he oído chistes que abordan todos los malos gustos existentes. Pero, al semejante que empieza a vérsele el cartón, los tíos no le decimos nada. ¿Por qué? ¿Creen, acaso, que es por respeto? ¿Que nos ha dado lo que a Seseña, un ataque de urbanismo? Desde luego, no.El silencio, como siempre en la historia de la Humanidad, es una consecuencia exclusiva del miedo. Miedo a mentar a la bicha, miedo a decir calvo y que el pelo empiece a caérsete a ti. Miedo a descubrirte frente a un espejo acercándote mucho una lámpara por ver si consigues discernir si el problema es de raíces o de cuero. Miedo. Miedo a caer en las redes espumosas del champú de curanderos. Miedo a comprobar la almohada. Miedo a ver el reguero que queda en la ducha y preguntarte: «¿Serán los últimos?»
Explicación:
gg ez