Respuesta:
Tienen en la mano la galletita
Pocky que consiguieron en el Barrio
Chino. “Es nuestra hostia”, bromea
Aiko. En su grupo de amigos, todos
llevan mochilas con insignias de
sus dibujos animados preferidos
y algún aparato para escuchar
música pop japonesa; a cada rato
—y sin querer— se les escapa un
arigato (‘gracias’), daisuki (‘te quiero
mucho’) y kawaii (‘qué tierno’); se
agregan -chan al nal de su nombre
(así, Matías es Matichan); cantan
canciones en japonés con voz
aniñada, y bailan una danza tipo
electrónica-pop llamada Parapara o
j-pop. No se trata de un viaje a Japón ni de un cuento de fantasía japonés; esto pasa acá, en
algunos distritos de Lima y en eventos donde ellos compiten por el mejor disfraz y el mejor baile.
Se llaman a sí mismos otakus y es la nueva tribu urbana que agrupa a cientos de jóvenes de 13 a
30 años.
Los otakus nacieron del fanatismo casi obsesivo por los anime (dibujos animados), el manga
(historietas), los videojuegos y la J-Music (música japonesa). Es una tendencia que se viene dando
desde que los animes Dragon Ball Z y Sailor Moon se difundieron en el Perú en los años 90 y
lograron que los chicos empezaran a averiguar sobre la cultura japonesa.
Cuando se juntan disfrazados en algún parque limeño antes de ponerse a cantar en japonés
en alguna casa, los vecinos los miran: “Nos miran mal. Creen que somos raros, que lo único que
hacemos es mirar dibujitos”, dice Matichan. “Algunos no nos entienden y nos quieren linchar,
otros creen que somos actores, y también están los que creen que somos personas huecas. Pero
tenemos valores”, arma Aiko.
Los otakus hacen lo que ellos llaman cosplay: disfrazarse para representar a un personaje de
los dibujos animados. El otaku que se disfraza es un cosplayer. “Los anime tratan sobre historias
bastante reales con las que te sientes identicado”, explica Aiko. La vestimenta es su coraza.
L
a
Gay en que lo lea (no cuento yo)
" Life is not a problem to be solved but a reality to be experienced! "
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Respuesta:
Tienen en la mano la galletita
Pocky que consiguieron en el Barrio
Chino. “Es nuestra hostia”, bromea
Aiko. En su grupo de amigos, todos
llevan mochilas con insignias de
sus dibujos animados preferidos
y algún aparato para escuchar
música pop japonesa; a cada rato
—y sin querer— se les escapa un
arigato (‘gracias’), daisuki (‘te quiero
mucho’) y kawaii (‘qué tierno’); se
agregan -chan al nal de su nombre
(así, Matías es Matichan); cantan
canciones en japonés con voz
aniñada, y bailan una danza tipo
electrónica-pop llamada Parapara o
j-pop. No se trata de un viaje a Japón ni de un cuento de fantasía japonés; esto pasa acá, en
algunos distritos de Lima y en eventos donde ellos compiten por el mejor disfraz y el mejor baile.
Se llaman a sí mismos otakus y es la nueva tribu urbana que agrupa a cientos de jóvenes de 13 a
30 años.
Los otakus nacieron del fanatismo casi obsesivo por los anime (dibujos animados), el manga
(historietas), los videojuegos y la J-Music (música japonesa). Es una tendencia que se viene dando
desde que los animes Dragon Ball Z y Sailor Moon se difundieron en el Perú en los años 90 y
lograron que los chicos empezaran a averiguar sobre la cultura japonesa.
Cuando se juntan disfrazados en algún parque limeño antes de ponerse a cantar en japonés
en alguna casa, los vecinos los miran: “Nos miran mal. Creen que somos raros, que lo único que
hacemos es mirar dibujitos”, dice Matichan. “Algunos no nos entienden y nos quieren linchar,
otros creen que somos actores, y también están los que creen que somos personas huecas. Pero
tenemos valores”, arma Aiko.
Los otakus hacen lo que ellos llaman cosplay: disfrazarse para representar a un personaje de
los dibujos animados. El otaku que se disfraza es un cosplayer. “Los anime tratan sobre historias
bastante reales con las que te sientes identicado”, explica Aiko. La vestimenta es su coraza.
L
Respuesta:
a
Gay en que lo lea (no cuento yo)