dannymaicol Aquel 24 de Mayo de 1822; las tropas realistas esperaban en sitios estratégicos la llegada de Sucre, se habían apostado para emboscar a los patriotas, los aguardaban con la artillería lista y con su evidente superioridad numérica planificaban arrasar con las tropas libertarias que avanzaban decididas a romper el yugo servil que sufrimos por más de trescientos años. Esas tropas nuestras, contaban con informantes en cada poblado, con miles de ojos que anticipaban los escenarios de guerra y con miles de bocas que susurraban las posiciones del enemigo.
El ejército republicano llegaba armado de esperanzas. Alrededor de 3 mil hombres estuvieron al mando del general Antonio José de Sucre. Del otro lado, en cambio, los que defendían la explotación y el miedo, al mando de Melchor Aymerich, apostados en El Panecillo y otros sitios estratégicos de Quito.
Cuando el Mariscal de Ayacucho se aprestaba a subir a Quito, fue el pueblo el que le señaló la ruta, al descubrirle un camino milenario, el sendero de nuestros ancestros que se llamaba “culunco”.
Era tanta la confianza que tenía el pueblo en Sucre y en sus intenciones, que le abrieron el secreto de este paso por las montañas, tan estrecho que ningún caballo podía aventurarse, ningún cañón podía pasar por allí; era un camino hecho a mano por el pueblo, por el que transitaron los libertadores hasta el Pichincha glorioso, para conseguir la victoria por sorpresa.
A las doce del día bajo un sol resplandeciente, los soldados de la libertad en la cima del Pichincha, a más de 3000 metros de altura, dieron el grito de victoria. La victoria fue de Sucre, la cual fue completada con la capitulación que el jefe patriota conce dió al Mariscal Aymerich el 25 de mayo del mismo año.
Aquel 24 de Mayo de 1822; las tropas realistas esperaban en sitios estratégicos la llegada de Sucre, se habían apostado para emboscar a los patriotas, los aguardaban con la artillería lista y con su evidente superioridad numérica planificaban arrasar con las tropas libertarias que avanzaban decididas a romper el yugo servil que sufrimos por más de trescientos años. Esas tropas nuestras, contaban con informantes en cada poblado, con miles de ojos que anticipaban los escenarios de guerra y con miles de bocas que susurraban las posiciones del enemigo.
El ejército republicano llegaba armado de esperanzas. Alrededor de 3 mil hombres estuvieron al mando del general Antonio José de Sucre. Del otro lado, en cambio, los que defendían la explotación y el miedo, al mando de Melchor Aymerich, apostados en El Panecillo y otros sitios estratégicos de Quito.
Cuando el Mariscal de Ayacucho se aprestaba a subir a Quito, fue el pueblo el que le señaló la ruta, al descubrirle un camino milenario, el sendero de nuestros ancestros que se llamaba “culunco”.
Era tanta la confianza que tenía el pueblo en Sucre y en sus intenciones, que le abrieron el secreto de este paso por las montañas, tan estrecho que ningún caballo podía aventurarse, ningún cañón podía pasar por allí; era un camino hecho a mano por el pueblo, por el que transitaron los libertadores hasta el Pichincha glorioso, para conseguir la victoria por sorpresa.
A las doce del día bajo un sol resplandeciente, los soldados de la libertad en la cima del Pichincha, a más de 3000 metros de altura, dieron el grito de victoria. La victoria fue de Sucre, la cual fue completada con la capitulación que el jefe patriota conce dió al Mariscal Aymerich el 25 de mayo del mismo año.