Respuesta:
como todas las leyendas, también esta sucedió "en aquel tiempo". Los conquistadores españoles se habían
apoderado de la isla de Borinquen, que así se llamaba entonces Puerto Rico. Y sucedió que un indio
guerrero llamado Guarionex vivía enamorado de Guanina, la hermana del cacique Agüeybaná.
—¿Cuánto tiempo —le decía— vas a negarme tu amor? ¿No te dice tu corazón que solo vivo por ti?
Guanina le sonreía y se callaba. Pero a Guarionex le asaltaba una terrible sospecha. La había visto platicando
con un conquistador que se llamaba Don Cristóbal de Sotomayor.
—¡Tú amas a Sotomayor! —le gritaba loco de celos.
Y Guanina terminó por confesárselo.
—Sí, lo amo. No puedo mandar en mi corazón.
Al ver que Guanina prefería a un extranjero, Guarionex se llenó de un odio mortal contra Sotomayor y
organizó a los indios, que ya estaban desesperados por el trato cruel, para atacar a los españoles.
Al enterarse, Guanina buscó a Sotomayor y le dijo: “¡Ponte a salvo!” Sotomayor no quería huir como un
cobarde, quería pelear al lado del coronel Cortés, pero las lágrimas de Guanina lo convencieron. Entonces
buscaron las veredas más ocultas del bosque, pero los indios los persiguieron y atacaron. Sotomayor se
defendía heroicamente con su espada; pero los golpes de las macanas de los indios le iban abriendo
profundas heridas. En ese momento, Guanina se interpuso entre Sotomayor y los indios y recibió en su
cuerpo el golpe mortal. Hubo entonces en Don Cristóbal un momento de indecisión, que aprovechó
Anaquirex, el hermano de Guarionex, para traspasarlo con una flecha.
Poco tiempo después de la batalla, los españoles rescataron los cuerpos y los enterraron en la punta de
una montaña. Dicen quienes suben allí, que en las noches se ven dos luces muy blancas, que no son luces
de luciérnaga, sino los espíritus de Guanina y Sotomayor que danzan y se funden, cantando la dicha de
estar unidos para siempre.
" Life is not a problem to be solved but a reality to be experienced! "
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Respuesta:
como todas las leyendas, también esta sucedió "en aquel tiempo". Los conquistadores españoles se habían
apoderado de la isla de Borinquen, que así se llamaba entonces Puerto Rico. Y sucedió que un indio
guerrero llamado Guarionex vivía enamorado de Guanina, la hermana del cacique Agüeybaná.
—¿Cuánto tiempo —le decía— vas a negarme tu amor? ¿No te dice tu corazón que solo vivo por ti?
Guanina le sonreía y se callaba. Pero a Guarionex le asaltaba una terrible sospecha. La había visto platicando
con un conquistador que se llamaba Don Cristóbal de Sotomayor.
—¡Tú amas a Sotomayor! —le gritaba loco de celos.
Y Guanina terminó por confesárselo.
—Sí, lo amo. No puedo mandar en mi corazón.
Al ver que Guanina prefería a un extranjero, Guarionex se llenó de un odio mortal contra Sotomayor y
organizó a los indios, que ya estaban desesperados por el trato cruel, para atacar a los españoles.
Al enterarse, Guanina buscó a Sotomayor y le dijo: “¡Ponte a salvo!” Sotomayor no quería huir como un
cobarde, quería pelear al lado del coronel Cortés, pero las lágrimas de Guanina lo convencieron. Entonces
buscaron las veredas más ocultas del bosque, pero los indios los persiguieron y atacaron. Sotomayor se
defendía heroicamente con su espada; pero los golpes de las macanas de los indios le iban abriendo
profundas heridas. En ese momento, Guanina se interpuso entre Sotomayor y los indios y recibió en su
cuerpo el golpe mortal. Hubo entonces en Don Cristóbal un momento de indecisión, que aprovechó
Anaquirex, el hermano de Guarionex, para traspasarlo con una flecha.
Poco tiempo después de la batalla, los españoles rescataron los cuerpos y los enterraron en la punta de
una montaña. Dicen quienes suben allí, que en las noches se ven dos luces muy blancas, que no son luces
de luciérnaga, sino los espíritus de Guanina y Sotomayor que danzan y se funden, cantando la dicha de
estar unidos para siempre.