“En un lugar de la Mancha, de cuyo nombre no quiero acordarme, no ha mucho tiempo que vivía un hidalgo de los de lanza en astillero, adarga antigua, rocín flaco y galgo corredor.
Una olla de algo más vaca que carnero, salpicón las más noches, duelos y quebrantos los sábados, lantejas los viernes, algún palomino de añadidura los domingos, consumían las tres partes de su hacienda.
El resto della concluían sayo de velarte, calzas de velludo para las fiestas, con sus pantuflos de lo mesmo, y los días de entresemana se honraba con su vellorí de lo más fino.”
El principito de Antoine de Saint-Exupéry (1943)
“—Si yo le diera a un general la orden de volar de flor en flor como una mariposa, o de escribir una tragedia, o de transformarse en ave marina y el general no ejecutase la orden recibida ¿de quién sería la culpa, mía o de él?
—La culpa sería de usted —le dijo el principito con firmeza.
—Exactamente. Sólo hay que pedir a cada uno, lo que cada uno puede dar —continuó el rey. La autoridad se apoya antes que nada en la razón. Si ordenas a tu pueblo que se tire al mar, el pueblo hará la revolución. Yo tengo derecho a exigir obediencia, porque mis órdenes son razonables.”
Madame Bovary de Gustave Flaubert (1856)
“Aquel hombre con tanta práctica no distinguía la diferencia de los sentimientos bajo la igualdad de las expresiones.
Porque labios libertinos o venales le habían murmurado frases semejantes, no creía sino débilmente en el candor de las mismas; había que rebajar, pensaba él, los discursos exagerados que ocultan afectos mediocres; como si la plenitud del alma no se desbordara a veces por las metáforas más vacías, puesto que nadie puede jamás dar la exacta medida de sus necesidades, ni de sus conceptos, ni de sus dolores, y la palabra humana es como un caldero cascado en el que tocamos melodías para hacer bailar a los osos, cuando quisiéramos conmover a las estrellas.”
El Perfume de Patrick Süskind (1985)
“Muchas veces, cuando este aperitivo de abominaciones no le bastaba para empezar, daba un pequeño paseo olfatorio por la tenería de Grimal y se regalaba con el hedor de las pieles sanguinolentas y de los tintes y abonos o imaginaba el caldo de seiscientos mil parisienses en el sofocante calor de la canícula.
Entonces, de repente, este era el sentido del ejercicio, el odio brotaba en él con violencia de orgasmo, estallando como una tormenta contra aquellos olores que habían osado ofender su ilustre nariz.
Caía sobre ellos como granizo sobre un campo de trigo los pulverizaba como un furioso huracán y los ahogaba bajo un diluvio purificador de agua destilada. Tan justa era su cólera y tan grande su venganza.”
La Odisea de Homero (siglo VIII a.C.)
“Nodriza querida- dijo Penélope- no eleves todavía tus súplicas ni te alegres en exceso. Sabes bien cuán bienvenido sería en el palacio para todos, y en especial para mí y para nuestro hijo, a quien engendramos, pero no es verdadera esta noticia que me anuncias, sino que uno de los inmortales ha dado muerte a los ilustres pretendientes, irritado por su insolencia dolorosa y sus malvadas acciones; pues no respetaban a ninguno de los hombres que pisan la tierra, ni al del pueblo ni al noble, cualquiera que se llegara a ellos.”
El viejo y el mar de Ernest Hemingway (1952)
“Esas pecas corrían por los lados de su cara hasta bastante abajo y sus manos tenían las hondas cicatrices que causa la manipulación de las cuerdas cuando sujetan los grandes peces.
Pero ninguna de estas cicatrices era reciente. Eran tan viejas como las erosiones de un árido desierto.
Todo en él era viejo, salvo sus ojos; y éstos tenían el color mismo del mar y eran alegres e invictos.”
Doña Bárbara de Rómulo Gallegos (1929)
“La llanura es bella y terrible a la vez; en ella caben holgadamente, hermosa vida y muerte atroz; Esta acecha por todas partes, pero allí nadie le teme.”
Pantaleón y las visitadoras de Mario Vargas Llosa (1973)
“Sí, pues, antes de entrar a Pantilandia estuve de “lavandera”, como dijiste, y después donde Moquitos. Hay quienes se creen que las “lavanderas” ganan horrores y se pasan la gran vida. Una mentira de este tamaño, Sinchi.
Es un trabajo jodidí, fregadísimo, caminar todo el día, se le ponen a una los pies así de hinchados y muchas veces por las puras, para regresar a la casa con los crespos hechos, sin haber levantado un cliente.”
El nombre de la rosa de Humberto Eco (1980)
“Hay momentos mágicos, de gran fatiga física e intensa excitación motriz, en los que tenemos visiones de personas que hemos conocido en el pasado («en me retraçant ces details, j’en suis à me demander s’ils sont réels, ou bien si je les ai rêvés»).
Como supe más tarde al leer el bello librito del Abbé de Bucquoy, también podemos tener visiones de libros aún no escritos.”
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Aquí esta amigo(a)
Explicación:
“En un lugar de la Mancha, de cuyo nombre no quiero acordarme, no ha mucho tiempo que vivía un hidalgo de los de lanza en astillero, adarga antigua, rocín flaco y galgo corredor.
Una olla de algo más vaca que carnero, salpicón las más noches, duelos y quebrantos los sábados, lantejas los viernes, algún palomino de añadidura los domingos, consumían las tres partes de su hacienda.
El resto della concluían sayo de velarte, calzas de velludo para las fiestas, con sus pantuflos de lo mesmo, y los días de entresemana se honraba con su vellorí de lo más fino.”
El principito de Antoine de Saint-Exupéry (1943)
“—Si yo le diera a un general la orden de volar de flor en flor como una mariposa, o de escribir una tragedia, o de transformarse en ave marina y el general no ejecutase la orden recibida ¿de quién sería la culpa, mía o de él?
—La culpa sería de usted —le dijo el principito con firmeza.
—Exactamente. Sólo hay que pedir a cada uno, lo que cada uno puede dar —continuó el rey. La autoridad se apoya antes que nada en la razón. Si ordenas a tu pueblo que se tire al mar, el pueblo hará la revolución. Yo tengo derecho a exigir obediencia, porque mis órdenes son razonables.”
Madame Bovary de Gustave Flaubert (1856)
“Aquel hombre con tanta práctica no distinguía la diferencia de los sentimientos bajo la igualdad de las expresiones.
Porque labios libertinos o venales le habían murmurado frases semejantes, no creía sino débilmente en el candor de las mismas; había que rebajar, pensaba él, los discursos exagerados que ocultan afectos mediocres; como si la plenitud del alma no se desbordara a veces por las metáforas más vacías, puesto que nadie puede jamás dar la exacta medida de sus necesidades, ni de sus conceptos, ni de sus dolores, y la palabra humana es como un caldero cascado en el que tocamos melodías para hacer bailar a los osos, cuando quisiéramos conmover a las estrellas.”
El Perfume de Patrick Süskind (1985)
“Muchas veces, cuando este aperitivo de abominaciones no le bastaba para empezar, daba un pequeño paseo olfatorio por la tenería de Grimal y se regalaba con el hedor de las pieles sanguinolentas y de los tintes y abonos o imaginaba el caldo de seiscientos mil parisienses en el sofocante calor de la canícula.
Entonces, de repente, este era el sentido del ejercicio, el odio brotaba en él con violencia de orgasmo, estallando como una tormenta contra aquellos olores que habían osado ofender su ilustre nariz.
Caía sobre ellos como granizo sobre un campo de trigo los pulverizaba como un furioso huracán y los ahogaba bajo un diluvio purificador de agua destilada. Tan justa era su cólera y tan grande su venganza.”
La Odisea de Homero (siglo VIII a.C.)
“Nodriza querida- dijo Penélope- no eleves todavía tus súplicas ni te alegres en exceso. Sabes bien cuán bienvenido sería en el palacio para todos, y en especial para mí y para nuestro hijo, a quien engendramos, pero no es verdadera esta noticia que me anuncias, sino que uno de los inmortales ha dado muerte a los ilustres pretendientes, irritado por su insolencia dolorosa y sus malvadas acciones; pues no respetaban a ninguno de los hombres que pisan la tierra, ni al del pueblo ni al noble, cualquiera que se llegara a ellos.”
El viejo y el mar de Ernest Hemingway (1952)
“Esas pecas corrían por los lados de su cara hasta bastante abajo y sus manos tenían las hondas cicatrices que causa la manipulación de las cuerdas cuando sujetan los grandes peces.
Pero ninguna de estas cicatrices era reciente. Eran tan viejas como las erosiones de un árido desierto.
Todo en él era viejo, salvo sus ojos; y éstos tenían el color mismo del mar y eran alegres e invictos.”
Doña Bárbara de Rómulo Gallegos (1929)
“La llanura es bella y terrible a la vez; en ella caben holgadamente, hermosa vida y muerte atroz; Esta acecha por todas partes, pero allí nadie le teme.”
Pantaleón y las visitadoras de Mario Vargas Llosa (1973)
“Sí, pues, antes de entrar a Pantilandia estuve de “lavandera”, como dijiste, y después donde Moquitos. Hay quienes se creen que las “lavanderas” ganan horrores y se pasan la gran vida. Una mentira de este tamaño, Sinchi.
Es un trabajo jodidí, fregadísimo, caminar todo el día, se le ponen a una los pies así de hinchados y muchas veces por las puras, para regresar a la casa con los crespos hechos, sin haber levantado un cliente.”
El nombre de la rosa de Humberto Eco (1980)
“Hay momentos mágicos, de gran fatiga física e intensa excitación motriz, en los que tenemos visiones de personas que hemos conocido en el pasado («en me retraçant ces details, j’en suis à me demander s’ils sont réels, ou bien si je les ai rêvés»).
Como supe más tarde al leer el bello librito del Abbé de Bucquoy, también podemos tener visiones de libros aún no escritos.”