Una buena noche de copas, entre un grupo de amigos empezaron a compartirse historias de terror, un par de ellos escuchaban asustados las escalofriantes historias que se contaban, pero la mayoría que ya llevaba un par de copas de más, aprovechaban para bromear y tratar de asustar con un grito o saltando sobre los amigos cada vez que la narración hacía un silencio.
Las bromas se apagaron cuando todos pusieron atención a la historia que Carlos había empezado a narrar: – En Nochebuena, justamente a las 12 de la noche, el Diablo hace la inspección en la Tierra, la única en el año, así que si queremos verle tiene que ser ese mismo día a esa misma hora. Vete al baño, puesto que es el lugar más propicio para realizar el evento, y cierra la puerta. Enciende 12 velas, a poder ser negras, apaga la luz y sitúate enfrente del espejo. Cuando quede poco para que sean las 12, cierra los ojos y mantenlos cerrados hasta que quede sólo una campanada de las doce que deben sonar. En ese momento el Diablo se aparecerá en el espejo sólo durante un segundo.
Entre carcajadas y retos David dijo: – Yo lo haré, solo necesito un testigo, de inmediato alguien más secundó ofreciéndose como testigo, ya faltaban pocos días, era 20 de diciembre, así que pareció una buena idea.
El 24 de Diciembre, a las 23:55. Todo Estaba todo preparado, entró David solo al baño, el testigo se había acobardado. Se cerró la puerta, las campanadas sonaron, y el nervioso testigo esperaba afuera que alguna criatura le saltara desde las sombras propinándole un susto de muerte, pero… ¡Nada!. Tras un suspiro profundo llamó a la puerta, pero nadie respondía, ya había transcurrido más de un minuto y David no salía así que decidió abrir la puerta. Al abrirla todo estaba a oscuras y sólo se escuchaba una respiración ahogada en el suelo, un fuerte olor a azufre inundaba el lugar y el joven sintió que algo iba mal. Encendió la luz del baño y se encontró a David con la cara desencajada del miedo mientras se llevaba fuertemente la mano al pecho. Llamó a su amigo pero no obtenía respuesta, de puro terror había sufrido un ataque al corazón y lo único que alcazaba a decir era: Lo he visto, lo he visto.
Al llegar al hospital todo parecía estar bien, David estaba perfectamente recuperado, pero solo físicamente, pues no dejaba de repetir una y otra vez que lo había visto. Días después salió del hospital pero nunca volvió a ser el mismo, se convirtió en una persona asustadiza y retraída que frecuentemente se quedaba pensativo y en silencio a mitad de una conversación.
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El Diablo en el espejo.
Una buena noche de copas, entre un grupo de amigos empezaron a compartirse historias de terror, un par de ellos escuchaban asustados las escalofriantes historias que se contaban, pero la mayoría que ya llevaba un par de copas de más, aprovechaban para bromear y tratar de asustar con un grito o saltando sobre los amigos cada vez que la narración hacía un silencio.
Las bromas se apagaron cuando todos pusieron atención a la historia que Carlos había empezado a narrar: – En Nochebuena, justamente a las 12 de la noche, el Diablo hace la inspección en la Tierra, la única en el año, así que si queremos verle tiene que ser ese mismo día a esa misma hora. Vete al baño, puesto que es el lugar más propicio para realizar el evento, y cierra la puerta. Enciende 12 velas, a poder ser negras, apaga la luz y sitúate enfrente del espejo. Cuando quede poco para que sean las 12, cierra los ojos y mantenlos cerrados hasta que quede sólo una campanada de las doce que deben sonar. En ese momento el Diablo se aparecerá en el espejo sólo durante un segundo.
Entre carcajadas y retos David dijo: – Yo lo haré, solo necesito un testigo, de inmediato alguien más secundó ofreciéndose como testigo, ya faltaban pocos días, era 20 de diciembre, así que pareció una buena idea.
El 24 de Diciembre, a las 23:55. Todo Estaba todo preparado, entró David solo al baño, el testigo se había acobardado. Se cerró la puerta, las campanadas sonaron, y el nervioso testigo esperaba afuera que alguna criatura le saltara desde las sombras propinándole un susto de muerte, pero… ¡Nada!. Tras un suspiro profundo llamó a la puerta, pero nadie respondía, ya había transcurrido más de un minuto y David no salía así que decidió abrir la puerta. Al abrirla todo estaba a oscuras y sólo se escuchaba una respiración ahogada en el suelo, un fuerte olor a azufre inundaba el lugar y el joven sintió que algo iba mal. Encendió la luz del baño y se encontró a David con la cara desencajada del miedo mientras se llevaba fuertemente la mano al pecho. Llamó a su amigo pero no obtenía respuesta, de puro terror había sufrido un ataque al corazón y lo único que alcazaba a decir era: Lo he visto, lo he visto.
Al llegar al hospital todo parecía estar bien, David estaba perfectamente recuperado, pero solo físicamente, pues no dejaba de repetir una y otra vez que lo había visto. Días después salió del hospital pero nunca volvió a ser el mismo, se convirtió en una persona asustadiza y retraída que frecuentemente se quedaba pensativo y en silencio a mitad de una conversación.