- El fenómeno del caudillismo se ha vuelto a retomar como un objeto de reflexión por la historiografía. La tradicional concepción que atribuía la construcción del caudillo como un mero producto del carisma personal, indudablemente, redujo la complejidad del fenómeno. Hoy se tiende a resaltar el origen social del caudillismo. Las nuevas interpretaciones sobre los orígenes del caudillismo, en efecto, sostienen que ese fenómeno encontró un marco propicio para desarrollarse en aquellos espacios regionales donde el ordenamiento colonial borbónico comenzó tempranamente a desbaratarse. El fracaso de las reformas borbónicas en Hispanoamérica a principios del siglo xix y, simultáneamente, la invasión francesa de la metrópoli española en 1808 provocaron la virtual dislocación del férreo centralismo burocrático español en las colonias americanas. En seguida, muchos espacios administrativos americanos optaron por no acatar la demanda de las autoridades españolas, tanto en la metrópoli como en el mismo suelo americano, de mantener la lealtad al monarca cautivo primero a través de la Junta Central y, luego, mediante la Regencia. El inevitable estallido de las revoluciones hispanoamericanas, allí donde se hizo más intenso y recalcitrante, produjo el asentamiento de un sin número de autoridades locales sin ningún tipo de control central, que terminaron convertidos en verdaderos caciques. Este caciquismo político y localista encontró en la formación de las repúblicas el marco propicio para ampliar sus esferas de influencia a un ámbito de control primero regional y luego nacional. Esta fue la secuencia tanto social como histórica de la constitución del caudillo militar en América.
- La evolución social del caudillismo latinoamericano a lo largo del siglo xix es, a diferencia de sus orígenes, menos conocido. La aproximación a su estudio se dificulta por el alto grado de desprecio que la política y el recuento de los acontecimientos todavía despiertan entre los historiadores. Pero hoy es cada vez más claro que sin una aproximación, asimismo, política y cultural al rol del caudillismo en la construcción de las identidades nacionales en estos países, nuestra visión de este problema seguirá siendo sólo parcial.
El nacimiento de Bolivia y el Caudillismo Militar
- Charcas fue uno de los últimos espacios sudamericanos en proseguir la transición política del autoritarismo hispánico a un sistema de gobierno republicano. El desarrollo incontrolado de la insurgencia charqueña, entre 1810 y 1825, con la formación de hasta seis repúblicas de guerrilleros con innumerables jefaturas locales, alentaron el auge del caciquismo político1. Pero la transformación del cacique local en caudillo militar de dimensiones regionales aunque latente en la época no pudo acelerarse de inmediato. Charcas, en efecto, necesitó de una fuerza expedicionaria extranjera para lograr su independencia de España. El proceso de conversión de Audiencia a República con la participación de los ejércitos bolivarianos, paradójicamente, contuvo momentáneamente el surgimiento del caudillismo, a pesar de ser este uno de los espacios administrativos donde más temprano se constituyeron los caciquismos políticos. Por tres años el general colombiano Antonio José de Sucre gobernó a esta naciente república pero, en 1828, el fracaso de su liberalismo “extranjerizante” abrió en definitiva las puertas a la era de los caudillos militares. Al irse Sucre, el caudillismo encontró en el caciquismo local enraizado férreamente en todas las regiones del país un aliado natural para desarrollarse. La nueva coyuntura política que se iniciaba, aunque facilitó al caudillo de turno la ampliación espacial de su poder -en base a las lealtades personales, clientelismos y prebendas personales-, se caracterizó por ser muy precaria y débil. El hecho es que salvo el general Santa Cruz, que se mantuvo por cerca diez años en el poder, ninguno de los restantes trece caudillos duró demasiado tiempo en el máximo cargo político del país.
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- El fenómeno del caudillismo se ha vuelto a retomar como un objeto de reflexión por la historiografía. La tradicional concepción que atribuía la construcción del caudillo como un mero producto del carisma personal, indudablemente, redujo la complejidad del fenómeno. Hoy se tiende a resaltar el origen social del caudillismo. Las nuevas interpretaciones sobre los orígenes del caudillismo, en efecto, sostienen que ese fenómeno encontró un marco propicio para desarrollarse en aquellos espacios regionales donde el ordenamiento colonial borbónico comenzó tempranamente a desbaratarse. El fracaso de las reformas borbónicas en Hispanoamérica a principios del siglo xix y, simultáneamente, la invasión francesa de la metrópoli española en 1808 provocaron la virtual dislocación del férreo centralismo burocrático español en las colonias americanas. En seguida, muchos espacios administrativos americanos optaron por no acatar la demanda de las autoridades españolas, tanto en la metrópoli como en el mismo suelo americano, de mantener la lealtad al monarca cautivo primero a través de la Junta Central y, luego, mediante la Regencia. El inevitable estallido de las revoluciones hispanoamericanas, allí donde se hizo más intenso y recalcitrante, produjo el asentamiento de un sin número de autoridades locales sin ningún tipo de control central, que terminaron convertidos en verdaderos caciques. Este caciquismo político y localista encontró en la formación de las repúblicas el marco propicio para ampliar sus esferas de influencia a un ámbito de control primero regional y luego nacional. Esta fue la secuencia tanto social como histórica de la constitución del caudillo militar en América.
- La evolución social del caudillismo latinoamericano a lo largo del siglo xix es, a diferencia de sus orígenes, menos conocido. La aproximación a su estudio se dificulta por el alto grado de desprecio que la política y el recuento de los acontecimientos todavía despiertan entre los historiadores. Pero hoy es cada vez más claro que sin una aproximación, asimismo, política y cultural al rol del caudillismo en la construcción de las identidades nacionales en estos países, nuestra visión de este problema seguirá siendo sólo parcial.
El nacimiento de Bolivia y el Caudillismo Militar
- Charcas fue uno de los últimos espacios sudamericanos en proseguir la transición política del autoritarismo hispánico a un sistema de gobierno republicano. El desarrollo incontrolado de la insurgencia charqueña, entre 1810 y 1825, con la formación de hasta seis repúblicas de guerrilleros con innumerables jefaturas locales, alentaron el auge del caciquismo político1. Pero la transformación del cacique local en caudillo militar de dimensiones regionales aunque latente en la época no pudo acelerarse de inmediato. Charcas, en efecto, necesitó de una fuerza expedicionaria extranjera para lograr su independencia de España. El proceso de conversión de Audiencia a República con la participación de los ejércitos bolivarianos, paradójicamente, contuvo momentáneamente el surgimiento del caudillismo, a pesar de ser este uno de los espacios administrativos donde más temprano se constituyeron los caciquismos políticos. Por tres años el general colombiano Antonio José de Sucre gobernó a esta naciente república pero, en 1828, el fracaso de su liberalismo “extranjerizante” abrió en definitiva las puertas a la era de los caudillos militares. Al irse Sucre, el caudillismo encontró en el caciquismo local enraizado férreamente en todas las regiones del país un aliado natural para desarrollarse. La nueva coyuntura política que se iniciaba, aunque facilitó al caudillo de turno la ampliación espacial de su poder -en base a las lealtades personales, clientelismos y prebendas personales-, se caracterizó por ser muy precaria y débil. El hecho es que salvo el general Santa Cruz, que se mantuvo por cerca diez años en el poder, ninguno de los restantes trece caudillos duró demasiado tiempo en el máximo cargo político del país.
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