La cantaban los monjes, que eran clérigo, poeta y compositor medieval.
En qué ocasiones:
en las misas, en alabanzas a María, la madre de Jesús, en la celebración era la coronación de la Carlos V o interpretada como un arreglo de misa completo hace que la Messe de Nostre Dame se considere una composición cíclica.
Explicación:
Tanto en la Edad Media como en el siglo XX, se trata de un asunto de soporte y de memoria artificial. Desde la Antigüedad, la notación musical no se hacía del todo bien. En el siglo IX en particular, los monjes emprendieron la tarea de transcribir el repertorio gregoriano. Pero estos cantos existían antes de que se transcribieran. Hasta entonces, la notación era sólo un medio de conservación y de transmisión. Hacia finales del siglo XII y más aún en el XIII, surge una gran novedad: se impone la idea, que ha debido de parecer al principio bastante chocante, de componer directamente sobre el papel (de hecho probablemente sobre una pizarra) una música que jamás se había oído antes y ayudarse de la vista para comprobar cómo dos melodías superpuestas pueden unirse. Aparecen músicas inimaginables sin esta tecnología del papel y el lápiz, como, en el siglo XIV, este motete de Guillaume de Machaut, «Ma fin es mon commencement», superponiendo tres voces, siendo una la retrogradación de la otra (es decir las mismas notas leídas al revés, comenzando por la última y terminando por la primera) y la tercera voz hecha de dos mitades cuya segunda mitad es la retrogradación de la primera. Quien lea este motete de izquierda a derecha o de derecha a izquierda, oye el mismo resultado: «¡Ma fin est le commencement!». Puro producto de la tecnología del papel y el lápiz
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Respuesta:
Qué tipo de personas la cantaban:
La cantaban los monjes, que eran clérigo, poeta y compositor medieval.
En qué ocasiones:
en las misas, en alabanzas a María, la madre de Jesús, en la celebración era la coronación de la Carlos V o interpretada como un arreglo de misa completo hace que la Messe de Nostre Dame se considere una composición cíclica.
Explicación:
Tanto en la Edad Media como en el siglo XX, se trata de un asunto de soporte y de memoria artificial. Desde la Antigüedad, la notación musical no se hacía del todo bien. En el siglo IX en particular, los monjes emprendieron la tarea de transcribir el repertorio gregoriano. Pero estos cantos existían antes de que se transcribieran. Hasta entonces, la notación era sólo un medio de conservación y de transmisión. Hacia finales del siglo XII y más aún en el XIII, surge una gran novedad: se impone la idea, que ha debido de parecer al principio bastante chocante, de componer directamente sobre el papel (de hecho probablemente sobre una pizarra) una música que jamás se había oído antes y ayudarse de la vista para comprobar cómo dos melodías superpuestas pueden unirse. Aparecen músicas inimaginables sin esta tecnología del papel y el lápiz, como, en el siglo XIV, este motete de Guillaume de Machaut, «Ma fin es mon commencement», superponiendo tres voces, siendo una la retrogradación de la otra (es decir las mismas notas leídas al revés, comenzando por la última y terminando por la primera) y la tercera voz hecha de dos mitades cuya segunda mitad es la retrogradación de la primera. Quien lea este motete de izquierda a derecha o de derecha a izquierda, oye el mismo resultado: «¡Ma fin est le commencement!». Puro producto de la tecnología del papel y el lápiz