Como provenientes del norte de la India, de donde irrumpimos en el año mil de la era común para itinerar por todos los países del orbe, nuestro arte y nuestra cultura tienen impregnada una huella que delata nuestro origen en Oriente. En ese sentido, una presencia de algo más de quinientos años en América y en Colombia, en lugares en donde nos encontramos desde la época de la dominación hispánica, no han borrado los sabores y saberes que nuestro pueblo trajo de Oriente.
Pese a que en su periplo por el mundo, el patrimonio cultural e intelectual del pueblo Rom se ha enriquecido a partir del contacto con otros pueblos y culturas, la esencia de nuestro ser, sentir y pensar se han mantenido incólumes a lo largo de diez siglos.
Es así como nuestra enorme capacidad de adaptación ha posibilitado que nuestros valores identitarios más preciados, zakono, y nuestras señas nacionalitarias más relevantes, romipen, antes que debilitarse y diluirse, se afirmen en el permanente interactuar con “los otros”.
Puede decir que los Rom nos caracterizamos por poseer un especial sentido de la estética, tanto física como artística, que ha llevado, por ejemplo, a que nuestra música y nuestra danza tengan un reconocimiento mundial por su inmenso colorido y su contagiante alegría y que la enorme riqueza de nuestros paramichi, historias tradicionales, hayan influido también en la literatura universal.
Además de los que ya se han mencionado a lo largo de esta reflexión, el pueblo Rom se configura también a partir de la presencia de los siguientes elementos culturales: i) “se es Rom por derecho de nacimiento”, ii) tradición nómade y reconversión en nuevas maneras de itinerar, iii) sui generis conciencia histórica fundada en una conciencia del eterno presente, iv) vigencia de nuestra propia lengua, shib romaní, v) organización social basada en la configuración de grupos de parentesco o patrigrupos, vi) articulación del sistema social a través de linajes patrilineales, vitsi, dispersos independientes y autónomos, vi) existencia de autoridades propias o sere romengue, entre otros.
Como provenientes del norte de la India, de donde irrumpimos en el año mil de la era común para itinerar por todos los países del orbe, nuestro arte y nuestra cultura tienen impregnada una huella que delata nuestro origen en Oriente. En ese sentido, una presencia de algo más de quinientos años en América y en Colombia, en lugares en donde nos encontramos desde la época de la dominación hispánica, no han borrado los sabores y saberes que nuestro pueblo trajo de Oriente.
Pese a que en su periplo por el mundo, el patrimonio cultural e intelectual del pueblo Rom se ha enriquecido a partir del contacto con otros pueblos y culturas, la esencia de nuestro ser, sentir y pensar se han mantenido incólumes a lo largo de diez siglos.
Es así como nuestra enorme capacidad de adaptación ha posibilitado que nuestros valores identitarios más preciados, zakono, y nuestras señas nacionalitarias más relevantes, romipen, antes que debilitarse y diluirse, se afirmen en el permanente interactuar con “los otros”.
Puede decir que los Rom nos caracterizamos por poseer un especial sentido de la estética, tanto física como artística, que ha llevado, por ejemplo, a que nuestra música y nuestra danza tengan un reconocimiento mundial por su inmenso colorido y su contagiante alegría y que la enorme riqueza de nuestros paramichi, historias tradicionales, hayan influido también en la literatura universal.
Además de los que ya se han mencionado a lo largo de esta reflexión, el pueblo Rom se configura también a partir de la presencia de los siguientes elementos culturales: i) “se es Rom por derecho de nacimiento”, ii) tradición nómade y reconversión en nuevas maneras de itinerar, iii) sui generis conciencia histórica fundada en una conciencia del eterno presente, iv) vigencia de nuestra propia lengua, shib romaní, v) organización social basada en la configuración de grupos de parentesco o patrigrupos, vi) articulación del sistema social a través de linajes patrilineales, vitsi, dispersos independientes y autónomos, vi) existencia de autoridades propias o sere romengue, entre otros.