November 2023 1 14 Report
“los españoles, viendo como remetieron como unos leones y los indios a ellos, que fue una cosa espantosa de ver la guazavara que allí se tuvo, porque los indios eran muchos; pero todavía con la ayuda de nuestro señor, los desbarataron con muy gran mortandad de gente de su parte; e se mató aquí un señor que se decía Zuzaburruco. E ya era de día claro, cuando los indios dejaron el campo, los españoles tuvieron lugar de entrar en los bohíos, se tomó mucha cantidad de oro e ropa de algodón, e se prendió mucha gente”. 16


Pasada una breve tregua en la que los peninsulares descansaron un poco, la lucha se recrudeció. A los indígenas les favorecía hallarse en la parte alta de la montaña, desde donde echaban galgas a rodar y lanzaban piedras con las hondas, las cuales hirieron a varios españoles. El capitán Vallejo consideró oportuno retirarse de la parte baja de la montaña y se vio precisado a cruzar un río, no sin soportar la recia arremetida de los indígenas. Robledo, siempre noble y vigilante vino en ayuda de su subalterno y entabló diálogo con algunos de los indígenas que traían presos, haciéndoles el reclamo de su renuencia para aceptar la paz. Los naturales dijeron que querían la paz pero que sabían que otros hombres iguales a los de Robledo habían pasado por las provincias de Nori, Buriticá y Guaca y habían robado y destruido todo, causándoles inmenso daño. El reclamo de los indios era cierto y justo: se referían a las expediciones de Juan Badillo y Juan Graciano, quienes indudablemente cometieron inauditos atropellos contra los indígenas. Sardela aprovecha la ocasión para conceptuar acerca de lo que debe hacer la Corona española en la conquista y pacificación de estas tierra y para tejer un bien merecido elogio de Robledo, por el trato ecuánime y noble que dio siempre a los aborígenes. Nuestro fundador les expuso sus proyectos, prometiéndoles que no recibirían malos tratos de su parte ni de la de su tropa. Ordenó dar libertad a los indios prisioneros, para que pudiesen reunirse con sus mujeres. Viendo los naturales el buen trato que recibían, cambiaron su actitud de belicosa en pacífica y poco a poco se fueron acercando a los españoles.

Pacificados los contornos de la ciudad y la provincia de Ebéjico, Robledo, como cristiano fervoroso, quiso dar gracias a Dios por este beneficio, ordenando la celebración de algunos actos litúrgicos. De acuerdo con las crónicas de Sardela y de Fray Pedro Simón como también lo anotado por Herrera el domingo 18 de diciembre, fiesta de Nuestra Señora de la O, exactamente quince días después de la fundación de la ciudad, se efectuó una procesión que, según parece, partió de la ciudad y se encaminó hacia la “Loma de la Cruz”. Era éste un sitio cercano a la ciudad, donde Robledo había hecho colocar una cruz cuando ingresó por vez primera en el valle de Ebéjico. A los españoles les pareció un milagro el hecho de que los indios, enemigos acérrimos de todo lo que hacían los peninsulares, no hubieran quitado ni destruido el santo madero colocado en lugar distante. Se aprovechó la ocasión para poner una cruz nueva y mejor labrada. Durante la procesión se cantó él Te Deum, en acción de gracias y luego se celebró una misa, que fue solemne, en la medida de las posibilidades. Se ha afirmado que el celebrante de esta misa fue el religioso mercedario Fray Martín Robledo, primo de nuestro fundador.

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