los derechos laborales y sociales conquistados durante el peronismo fueron un logro propio de la lucha obrera o fueron cedidos por el poder estratégicamente para las que masas obreras no se desborden hacia tendencias revolucionarias?
Durante la última década se ha producido un notable incremento en las indagaciones académicas interesadas en analizar la dinámica de las organizaciones obreras durante el primer peronismo (1943 – 1955). Los nuevos aportes, a diferencia de las investigaciones iniciales sobre el tema, han manifestado su interés por conocer la participación y el rol de los trabajadores a lo largo de todo el período mencionado y no ya sólo por la instancia gestacional del peronismo, momento que concentró las preocupaciones de los estudios clásicos sobre la materia. Esta primera diferenciación se corresponde, a su vez, con cambios de enfoques y escalas de observación.
Las intervenciones primigenias, pese a sus notables contrastes, compartían una mirada común a partir de mediados de 1946 y principios de 1947. Tanto los textos que rescataron el carácter rupturista del peronismo en las prácticas y orientaciones de los sindicatos desde una visión pesimista respecto a sus consecuencias para la política argentina y el movimiento obrero – autores con enfoques tan diversos como José Luis Romero, Gino Germani y Milcíades Peña, entre otros- como aquellos que señalaron el carácter continuista de dicho vínculo -Juan Carlos Torre, Hugo Del Campo, Miguel Murmis y Juan Carlos Portantiero, entre los más relevantes-, acuerdan sobre la notoria subordinación de los sindicatos respecto al liderazgo del Perón; subordinación de signo homogéneo, desprovista de contradicciones y sin conflictos importantes. Este acatamiento relativamente pasivo del gremialismo a Perón se habría instaurado desde el comienzo mismo de la relación, según los autores que sostienen la hipótesis rupturista, o desde el bienio 1946-1947 con la disolución del primer Partido Laborista y el desplazamiento de Luis Gay de la CGT, según los autores vinculados con la hipótesis continuista, y se habría extendido hacia todo el resto del período, es decir, has
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Durante la última década se ha producido un notable incremento en las indagaciones académicas interesadas en analizar la dinámica de las organizaciones obreras durante el primer peronismo (1943 – 1955). Los nuevos aportes, a diferencia de las investigaciones iniciales sobre el tema, han manifestado su interés por conocer la participación y el rol de los trabajadores a lo largo de todo el período mencionado y no ya sólo por la instancia gestacional del peronismo, momento que concentró las preocupaciones de los estudios clásicos sobre la materia. Esta primera diferenciación se corresponde, a su vez, con cambios de enfoques y escalas de observación.
Las intervenciones primigenias, pese a sus notables contrastes, compartían una mirada común a partir de mediados de 1946 y principios de 1947. Tanto los textos que rescataron el carácter rupturista del peronismo en las prácticas y orientaciones de los sindicatos desde una visión pesimista respecto a sus consecuencias para la política argentina y el movimiento obrero – autores con enfoques tan diversos como José Luis Romero, Gino Germani y Milcíades Peña, entre otros- como aquellos que señalaron el carácter continuista de dicho vínculo -Juan Carlos Torre, Hugo Del Campo, Miguel Murmis y Juan Carlos Portantiero, entre los más relevantes-, acuerdan sobre la notoria subordinación de los sindicatos respecto al liderazgo del Perón; subordinación de signo homogéneo, desprovista de contradicciones y sin conflictos importantes. Este acatamiento relativamente pasivo del gremialismo a Perón se habría instaurado desde el comienzo mismo de la relación, según los autores que sostienen la hipótesis rupturista, o desde el bienio 1946-1947 con la disolución del primer Partido Laborista y el desplazamiento de Luis Gay de la CGT, según los autores vinculados con la hipótesis continuista, y se habría extendido hacia todo el resto del período, es decir, has