La comunidad de historiadores españoles y americanos ocupados de la Historia de América Latina hemos disfrutado en las últimas décadas de importantes justificaciones de nuestro trabajo, si asumimos que, muchos de nosotros, en las últimas dos décadas hemos encontrado acomodo institucional y apoyo económico al calor de diversas conmemoraciones de amplia proyección. Así, al menos en España, como señaló en su momento Mónica Quijada, la preparación oficial del V Centenario desde 1986 estuvo acompañada de un despliegue económico e institucional que permitió la consolidación profesional de una masa crítica de historiadores latinoamericanistas, de rasgos totalmente distintos a los que caracterizaban a los americanistas españoles formados y consolidados durante el franquismo (Quijada, 1997: 76).
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La comunidad de historiadores españoles y americanos ocupados de la Historia de América Latina hemos disfrutado en las últimas décadas de importantes justificaciones de nuestro trabajo, si asumimos que, muchos de nosotros, en las últimas dos décadas hemos encontrado acomodo institucional y apoyo económico al calor de diversas conmemoraciones de amplia proyección. Así, al menos en España, como señaló en su momento Mónica Quijada, la preparación oficial del V Centenario desde 1986 estuvo acompañada de un despliegue económico e institucional que permitió la consolidación profesional de una masa crítica de historiadores latinoamericanistas, de rasgos totalmente distintos a los que caracterizaban a los americanistas españoles formados y consolidados durante el franquismo (Quijada, 1997: 76).