La corteza terrestre es una capa sólida extremadamente fina (entre 5 y 70 km.) que flota sobre un inmenso océano de magma, el manto terrestre, de miles de km. de espesor. Además, está dividida en fragmentos o placas, que se mueven continuamente flotando sobre el manto de un modo parecido a como lo harían placas de hielo en el mar. Las distintas placas chocan entre sí, se superponen unas a otras, se juntan, se separan y van modelando, a lo largo del tiempo, las formas de los continentes en un proceso de movimiento contínuo que la Ciencia ha denominado Tectónica de Placas.
Sin embargo, las cosas no siempre fueron así en nuestro mundo. Hubo un tiempo, hace varios miles de millones de años, en el que los continentes no se movían en absoluto. Y los científicos se preguntan desde hace casi un siglo qué tipo de fenómeno pudo poner, en algún momento del pasado, ese gigantesco "motor" en marcha. Ahora, un grupo de investigadores de la Universidad de Sidney cree haber resuelto el misterio, y ha publicado sus conclusiones en la revista Nature.
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La corteza terrestre es una capa sólida extremadamente fina (entre 5 y 70 km.) que flota sobre un inmenso océano de magma, el manto terrestre, de miles de km. de espesor. Además, está dividida en fragmentos o placas, que se mueven continuamente flotando sobre el manto de un modo parecido a como lo harían placas de hielo en el mar. Las distintas placas chocan entre sí, se superponen unas a otras, se juntan, se separan y van modelando, a lo largo del tiempo, las formas de los continentes en un proceso de movimiento contínuo que la Ciencia ha denominado Tectónica de Placas.
Sin embargo, las cosas no siempre fueron así en nuestro mundo. Hubo un tiempo, hace varios miles de millones de años, en el que los continentes no se movían en absoluto. Y los científicos se preguntan desde hace casi un siglo qué tipo de fenómeno pudo poner, en algún momento del pasado, ese gigantesco "motor" en marcha. Ahora, un grupo de investigadores de la Universidad de Sidney cree haber resuelto el misterio, y ha publicado sus conclusiones en la revista Nature.