E. P. Thompson, con su concepto de economía moral de la multitud,1 dio una nueva visión a los movimientos sociales de los siglos XVIII y XIX, reaccionando desde el propio campo de la historiografía marxista contra la aplicación excesivamente rígida de las categorías teóricas del materialismo histórico, y exigiendo para su estudio el mismo refinamiento y falta de determinismo que el empleado por la antropología para el estudio de las sociedades primitivas. De un modo u otro, con metodologías no necesariamente similares, respondieron a la misma necesidad otros historiadores británicos, como Eric Hobsbawm (para la Edad contemporánea)2 o Christopher Hill (para la revolución inglesa del siglo XVII).3 En la historia moderna de España, ha suscitado vivos debates la calificación como movimiento social de la Guerra de las Comunidades y de otros acontecimientos singulares, como el motín de Esquilache. Otros movimientos sociales han sido particularmente estudiadas por diferentes historias nacionales, como la Fronda francesa o las revueltas milenaristas rusas (Pugachev, falso Dimitri). Concretamente la crisis del siglo XVII fue un momento particularmente propicio para numerosos estallidos sociales violentos a lo largo de toda Europa.
El periodo medieval tiene su principal campo de estudio para esta disciplina en el origen de las revoluciones burguesas entre las revueltas campesinas y revueltas urbanas de la Baja Edad Media,4 significativas tanto de la dinámica social del feudalismo como de la transición del feudalismo al capitalismo,5 especialmente manifestada a partir de la crisis del siglo XIV.
Retrocediendo más en el tiempo, la Edad Antigua también ha dado oportunidad de estudiar hechos semejantes,6 como las bagaudas del Bajo Imperio Romano (otra manifestación de crisis secular, en este caso de la crisis del siglo III), las revueltas de esclavos (la de Espartaco y otras dos Guerras Serviles), la oposición entre patricios y plebeyos durante la República Romana(ver Secessio plebis) e incluso las primeras huelgas documentadas en el Antiguo Egipto.
E. P. Thompson, con su concepto de economía moral de la multitud,1 dio una nueva visión a los movimientos sociales de los siglos XVIII y XIX, reaccionando desde el propio campo de la historiografía marxista contra la aplicación excesivamente rígida de las categorías teóricas del materialismo histórico, y exigiendo para su estudio el mismo refinamiento y falta de determinismo que el empleado por la antropología para el estudio de las sociedades primitivas. De un modo u otro, con metodologías no necesariamente similares, respondieron a la misma necesidad otros historiadores británicos, como Eric Hobsbawm (para la Edad contemporánea)2 o Christopher Hill (para la revolución inglesa del siglo XVII).3 En la historia moderna de España, ha suscitado vivos debates la calificación como movimiento social de la Guerra de las Comunidades y de otros acontecimientos singulares, como el motín de Esquilache. Otros movimientos sociales han sido particularmente estudiadas por diferentes historias nacionales, como la Fronda francesa o las revueltas milenaristas rusas (Pugachev, falso Dimitri). Concretamente la crisis del siglo XVII fue un momento particularmente propicio para numerosos estallidos sociales violentos a lo largo de toda Europa.
El periodo medieval tiene su principal campo de estudio para esta disciplina en el origen de las revoluciones burguesas entre las revueltas campesinas y revueltas urbanas de la Baja Edad Media,4 significativas tanto de la dinámica social del feudalismo como de la transición del feudalismo al capitalismo,5 especialmente manifestada a partir de la crisis del siglo XIV.
Retrocediendo más en el tiempo, la Edad Antigua también ha dado oportunidad de estudiar hechos semejantes,6 como las bagaudas del Bajo Imperio Romano (otra manifestación de crisis secular, en este caso de la crisis del siglo III), las revueltas de esclavos (la de Espartaco y otras dos Guerras Serviles), la oposición entre patricios y plebeyos durante la República Romana(ver Secessio plebis) e incluso las primeras huelgas documentadas en el Antiguo Egipto.