AnthonyEspran
Era el siglo XVIII y corrían los tiempos en que Santa Rita de Babahoyo era el punto de encuentro entre la Sierra y la Costa, el lugar por donde se realizaba todo el comercio entre las dos regiones del país. Santa Rita de Babahoyo se conocía como Bodegas, porque allí se almacenaban muchos productos que luego se distribuían a diferentes poblaciones y, por supuesto, a Guayaquil, con destino al exterior. Un comerciante que había venido desde la Sierra, miró la planicie, la vegetación tropical. Se había perdido y no hallaba la ruta a Bodegas. Al ver el cerro Cacharí, de piedra pulida, pensó en subirlo para tratar de orientarse. Arreó la mula, que lo acompañaba a la largo de su viaje, y caminó hasta el cerro. Una vez allí, sintió una angustia que en ese momento no pudo explicar; supuso simplemente que era el temor de no encontrar el camino. Antes de trepar, el comerciante calmó la sed bebiendo el agua de la mococha, que es el nombre que se le da al fruto tierno de la tagua. Él y la mula descansaron un rato al pie del cerro y después empezaron la subida. Como el comerciante iba a buen paso, pronto llegó a la cima y desde allí divisó con alegría los techos de las casas de Babahoyo. El comerciante con mucha felicidad, empezó a descender por la piedra pulida, cuando, de pronto, una hermosa mujer apareció ante él. Tenía los ojos atigrados, era esbelta, con una cabellera sedosa que revoloteaba con el viento; entre sus manos sostenía un recipiente de plata y un peine de oro. La mujer miró fijamente al comerciante y habló: —Hombre, escoge entre el peine de oro, el recipiente de plata y yo. Lo que tú quieras será tuyo y de tu decisión dependerá tu felicidad o tu desgracia. Aunque la mujer era muy bella, el hombre era un comerciante y, por ello, después de calcular el precio del peine, dijo: —Quiero el peine de oro—. El rostro dela mujer se entristeció desencajándose, y apenas pudo pronunciar, con voz ronca: —Tu ambición te ha perdido. Dicho esto, ella desapareció. En ese instante, se escuchó un ruido que provenía del fondo de la tierra. El Cacharí cerro se abrió en dos y arrastró al comerciante a sus entrañas. Por esa razón, el cerro tiene dos cumbres y una cueva sombría a la que nadie se acerca sin estremecerse. De nada.
De nada.