June 2023 1 10 Report
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“El niño que no perdía nunca”


Damián era un niño muy competitivo al que apuntar anotarse a
muchas competiciones. Siempre que había un partido, un
torneo o un concurso se apuntaba. Y siempre ganaba. Esa
sensación de triunfo le encantaba. Nadie podía vencer a
Damián.
En el colegio, Damián era muy apreciado por sus profesores.
Era muy inteligente y trabajador. Hasta en eso era un niño muy
competitivo, ya que siempre hacía los mejores trabajos y
sacaba las mejores calificaciones.
Sin embargo, sus compañeros le detestaban. No porque sacase
mejores notas y ganara en todas las competiciones, sino
porque se lo tenía muy creído. Por eso, muchas veces los
demás niños picaban a Damián para que jugara con ellos en el
patio a juegos que no se le daban bien, juegos en los que nos se
trataba de ganar o perder, sino simplemente de jugar. Damián
nunca aceptaba, consciente de lo mal que se le daban aquellas
actividades.
Un día, llegó a la clase Gerardo, un nuevo estudiante. El
profesor le dijo que se sentara junto a Damián.
Gerardo había tenido un accidente e iba en silla de ruedas.
Damián se esmeró en ayudarlo. Aunque Gerardo se apañaba
bastante bien, agradeció el gesto de su nuevo compañero.
Los dos chicos se cayeron bien enseguida y pasaban mucho
tiempo juntos, especialmente en los recreos, ya que Gerardo no
podía jugar a muchos de los juegos que compartían el resto de
los niños.
Un día, Damián le propuso a Gerardo jugar al ajedrez en los
recreos. Gerardo no sabía, por lo que Damián se ofreció a
enseñarle. Cuál fue su sorpresa cuando, días después, Gerardo
empezó a ganarle.
Visiblemente enfadado, Gerardo empezó a jugar con más
interés, pero seguía perdiendo. Así que empezó a gritar a su
nuevo amigo:
—¿Cómo es posible que me ganes? Seguro que estás haciendo
trampas. Nadie me gana al ajedrez, y menos un novato que
acaba de aprender.
Gerardo se quedó muy sorprendido y no supo qué decir. Pero
justo en ese momento sonó la campana y empezó la siguiente
clase.
Damián no había perdido la cara de malas pulgas cuando el
profesor dio las notas de los exámenes. Casi se le salen los ojos
de las órbitas al ver que Gerardo había sacado más nota que él.
Solo eran dos décimas, pero era una calificación mayor.
Cuando acabó la clase, Damián se fue corriendo a casa, sin
despedirse. Durante los siguientes días estuvo evitando a
Gerardo y a todo el mundo. Uno de los profesores se dio cuenta
y fue a hablar con él.
Damián, deberías estar contento por haber encontrado a Gerardo —le dijo.
—No sé por qué —dijo Damián, irritado.
� ��Pues porque ahora tienes a alguien con quien retarte,
alguien que de verdad es un desafío para ti —dijo el profesor.
—No lo entiendo —dijo Damián.
—Gracias a Gerardo podrás mejorar más aún —dijo el profesor.
En ese momento a Damián se le encendió una luz en su interior.
—¡Claro! —exclamó. Y fue en busca de Gerardo.
Cuando lo encontró le pidió disculpas y le contó que siempre ganaba, por lo
que no estaba acostumbrado a alguien le superara.
Gerardo aceptó sus disculpas y todo volvió a la normalidad.
Aunque le costó mucho esfuerzo y mucho trabajo de autocontrol, Damián fue
aprendiendo a perder y a superarse a sí mismo. Gerardo resultó que tampoco
era un buen perdedor, pero no tuvo más remedio que esforzarse. Porque, al
fin y al cabo, la diversión y la satisfacción que encontraban en la competición
era mucho mayor que el simple hecho de ganar.

contesta
1. ¿Cómo consideras que fue la actuación de Damián?
2. ¿Alguna vez te has sentido así como Damián? ¿Cómo reaccionaste?
3. ¿Con quién te identificas más con Damián o Gerardo y por qué?

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