Hace 92 años, el Papa Pío XI aprobaba la instauración en toda la Iglesia del Domingo Mundial de la Propagación de la Fe, el conocido DOMUND. Era el 14 de abril de 1926. Pío XI, el Papa de las misiones, como se le ha calificado por su interés en despertar la conciencia misionera, unía esta decisión suya a muchas otras que dieron un verdadero impulso a las misiones.
A las pocas semanas de ser Papa, en 1922, convierte las OMP en Pontificias, es decir, las hace formar parte del corazón de la Iglesia, a la Obra de la Propagación de la Fe, a la de Infancia Misionera – conocida en aquel entonces como Santa Infancia – y a la Obra de San Pedro Apóstol del Clero Indígena. Las declara instrumento principal y oficial de la cooperación misionera de toda la Iglesia. Surgen así las Obras Misionales Pontificias como las conocemos hoy. Tres años después, en 1925, abre en el Vaticano, en el conocido patio del Belvedere, una espléndida Exposición Misionera, aprovechando la afluencia de peregrinos al año santo. Quería promover las vocaciones misioneras, suscitar el interés de los fieles por los problemas de las Misiones y excitar su generosidad espiritual y material
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Hace 92 años, el Papa Pío XI aprobaba la instauración en toda la Iglesia del Domingo Mundial de la Propagación de la Fe, el conocido DOMUND. Era el 14 de abril de 1926. Pío XI, el Papa de las misiones, como se le ha calificado por su interés en despertar la conciencia misionera, unía esta decisión suya a muchas otras que dieron un verdadero impulso a las misiones.
A las pocas semanas de ser Papa, en 1922, convierte las OMP en Pontificias, es decir, las hace formar parte del corazón de la Iglesia, a la Obra de la Propagación de la Fe, a la de Infancia Misionera – conocida en aquel entonces como Santa Infancia – y a la Obra de San Pedro Apóstol del Clero Indígena. Las declara instrumento principal y oficial de la cooperación misionera de toda la Iglesia. Surgen así las Obras Misionales Pontificias como las conocemos hoy. Tres años después, en 1925, abre en el Vaticano, en el conocido patio del Belvedere, una espléndida Exposición Misionera, aprovechando la afluencia de peregrinos al año santo. Quería promover las vocaciones misioneras, suscitar el interés de los fieles por los problemas de las Misiones y excitar su generosidad espiritual y material