Desde el inicio de la república, en 1819, luego de la batalla de Boyacá, las clases dirigentes del país organizaron celebraciones que daban cuenta del cambio de orden social y político que ellas imaginaban había tenido lugar. Crearon un nuevo calendario para celebrar triunfos militares, natalicios y aniversarios que buscaban legitimar el nuevo orden ante un panorama de caos e incertidumbre. Tedeums, fiestas populares y procesiones, iluminación de los pueblos, bailes, juegos pirotécnicos, corridas de toros y carros alegóricos fueron algunas de las actividades más comunes durante las celebraciones, con el fin de invocar en los espectadores la veneración a la nueva “Nación.” Las fiestas imponían un sentimiento de cohesión colectiva en una organización política que décadas atrás era impensable. La soberanía dependía ahora de las mayorías y, para ello, fue necesario invitarlas a estos “teatros” de la política para que aceptaran la perpetuación del nuevo orden establecido
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Desde el inicio de la república, en 1819, luego de la batalla de Boyacá, las clases dirigentes del país organizaron celebraciones que daban cuenta del cambio de orden social y político que ellas imaginaban había tenido lugar. Crearon un nuevo calendario para celebrar triunfos militares, natalicios y aniversarios que buscaban legitimar el nuevo orden ante un panorama de caos e incertidumbre. Tedeums, fiestas populares y procesiones, iluminación de los pueblos, bailes, juegos pirotécnicos, corridas de toros y carros alegóricos fueron algunas de las actividades más comunes durante las celebraciones, con el fin de invocar en los espectadores la veneración a la nueva “Nación.” Las fiestas imponían un sentimiento de cohesión colectiva en una organización política que décadas atrás era impensable. La soberanía dependía ahora de las mayorías y, para ello, fue necesario invitarlas a estos “teatros” de la política para que aceptaran la perpetuación del nuevo orden establecido