Se sienten frescas aún las insistentes palabras del presidente Santos cuando expresaba que la paz había llegado al país. A diario señalaba: “La paz llegó a Colombia”. En Nueva York, por ejemplo, además de hacer referencia a la llegada de la paz, expresó esta sentencia: “Hoy regreso a las Naciones Unidas (…) para anunciar con toda la fuerza de mi voz y de mi corazón que la guerra en Colombia ha terminado”. Entre tanto, en Oslo, indicó: “El sol de la paz brilla, por fin, en el cielo de Colombia”.
No obstante, el Presidente ha debido tener en cuenta en el proceso de negociación, que una cosa era señalar que el conflicto entre Gobierno y Farc llegaba a su fin, y otra, realmente lejana de la anterior, que Colombia iría a estar en paz.
La realidad colombiana está lejos de ser la de una sociedad pacífica. Esto se ratifica con dos reportes emitidos por organizaciones internacionales, en los que el país sale muy mal librado. En ambos informes se ratifica lo lejos que se encuentra Colombia de ser un país en paz y, por el contrario, refleja los claros padecimientos que viven los colombianos de a pie en su cotidianidad.
En primer lugar, se hizo público el Índice Global de Paz del Instituto para la Economía y la Paz, en el que Colombia ocupó la posición 146. Una ubicación lamentable para un país que acaba de negociar un Acuerdo de Paz, y en el que su Primer Mandatario se hizo acreedor al Premio Nobel de tal categoría. Los indicadores sobre los que se determina el citado índice incluyen luchas en conflictos internos, las relaciones con los países vecinos, el impacto del terrorismo, la percepción de la criminalidad, la participación de misiones de mantenimiento de la paz (ONU), el mercado de las armas, crímenes violentos, tasa de homicidios, el grado de terror político y la participación en conflictos externos.
Los aspectos más críticos para Colombia se mantienen (similar a 2016) en lo relacionado con la tasa de homicidios, los crímenes violentos, el terror político, el desplazamiento forzado, acceso a armas y la intensidad del conflicto interno. Ese último punto es el más llamativo, pues Colombia aparece como una nación que conserva un altísimo nivel de conflicto interno. Si bien ahora se excluye a las Farc, debe tenerse en cuenta que existe una diversidad de actores ilegales que permanece vigente.
El segundo reporte, más impactante y negativo, está relacionado con lo que Save the Children expuso ante la comunidad internacional en su reporte oficial: “En Deuda con la Niñez”. Muy mal parado quedó el país. El informe sobre la niñez en el mundo (2017) develó una crítica situación, no solo para Colombia, sino para toda América Latina. El top 10 de los países donde más niños mueren asesinados, está conformado por Estados de la región. Colombia ocupa la posición número cuatro a nivel global. Es un resultado terrible. Solo superado por Honduras, Venezuela y El Salvador, el país ha quedado reseñado como el cuarto más peligroso para sus niños.
La paz, en definitiva, no puede existir ante un panorama tan tenebroso y desalentador. El Acuerdo de Paz, con todo lo positivo que pueda contener, no es útil cuando los involucrados son apenas una fracción del inmenso problema estructural del país. Hoy Colombia ni está en paz, ni es más pacífico que ayer. La realidad dista demasiado de las palabras
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Se sienten frescas aún las insistentes palabras del presidente Santos cuando expresaba que la paz había llegado al país. A diario señalaba: “La paz llegó a Colombia”. En Nueva York, por ejemplo, además de hacer referencia a la llegada de la paz, expresó esta sentencia: “Hoy regreso a las Naciones Unidas (…) para anunciar con toda la fuerza de mi voz y de mi corazón que la guerra en Colombia ha terminado”. Entre tanto, en Oslo, indicó: “El sol de la paz brilla, por fin, en el cielo de Colombia”.
No obstante, el Presidente ha debido tener en cuenta en el proceso de negociación, que una cosa era señalar que el conflicto entre Gobierno y Farc llegaba a su fin, y otra, realmente lejana de la anterior, que Colombia iría a estar en paz.
La realidad colombiana está lejos de ser la de una sociedad pacífica. Esto se ratifica con dos reportes emitidos por organizaciones internacionales, en los que el país sale muy mal librado. En ambos informes se ratifica lo lejos que se encuentra Colombia de ser un país en paz y, por el contrario, refleja los claros padecimientos que viven los colombianos de a pie en su cotidianidad.
En primer lugar, se hizo público el Índice Global de Paz del Instituto para la Economía y la Paz, en el que Colombia ocupó la posición 146. Una ubicación lamentable para un país que acaba de negociar un Acuerdo de Paz, y en el que su Primer Mandatario se hizo acreedor al Premio Nobel de tal categoría. Los indicadores sobre los que se determina el citado índice incluyen luchas en conflictos internos, las relaciones con los países vecinos, el impacto del terrorismo, la percepción de la criminalidad, la participación de misiones de mantenimiento de la paz (ONU), el mercado de las armas, crímenes violentos, tasa de homicidios, el grado de terror político y la participación en conflictos externos.
Los aspectos más críticos para Colombia se mantienen (similar a 2016) en lo relacionado con la tasa de homicidios, los crímenes violentos, el terror político, el desplazamiento forzado, acceso a armas y la intensidad del conflicto interno. Ese último punto es el más llamativo, pues Colombia aparece como una nación que conserva un altísimo nivel de conflicto interno. Si bien ahora se excluye a las Farc, debe tenerse en cuenta que existe una diversidad de actores ilegales que permanece vigente.
El segundo reporte, más impactante y negativo, está relacionado con lo que Save the Children expuso ante la comunidad internacional en su reporte oficial: “En Deuda con la Niñez”. Muy mal parado quedó el país. El informe sobre la niñez en el mundo (2017) develó una crítica situación, no solo para Colombia, sino para toda América Latina. El top 10 de los países donde más niños mueren asesinados, está conformado por Estados de la región. Colombia ocupa la posición número cuatro a nivel global. Es un resultado terrible. Solo superado por Honduras, Venezuela y El Salvador, el país ha quedado reseñado como el cuarto más peligroso para sus niños.
La paz, en definitiva, no puede existir ante un panorama tan tenebroso y desalentador. El Acuerdo de Paz, con todo lo positivo que pueda contener, no es útil cuando los involucrados son apenas una fracción del inmenso problema estructural del país. Hoy Colombia ni está en paz, ni es más pacífico que ayer. La realidad dista demasiado de las palabras
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