Batalla de Verdún. Fue una de las grandes batallas de desgaste entre alemanes y franceses, la más larga de la guerra – diez meses – y la segunda más sangrienta – 250.000 muertos – tras Somme. La agónica resistencia francesa fue una metáfora de su voluntad y determinación en la guerra, dispuesta a no ceder un centímetro de terreno sin verter sangre. La batalla se hizo tan larga que los suministros de la retaguardia se hicieron tan importantes como la acción en el frente. 3.000 camiones franceses abastecieron diariamente a las tropas con 4.000 toneladas de municiones y víveres sin que lo alemanes pudieran hacer nada para impedirlo.
Los primeros tres días fueron un bombardeo alemán tan continuo que los soldados franceses quedaron totalmente aislados de la retaguardia y durante unos días no recibieron ninguna orden. El héroe francés fue el mariscal Petain, férreo en la defensa y hábil en la diplomacia, como cuando logró una tregua de diez días que permitió a los franceses tomar aliento en el mes de junio, en el ecuador de la batalla. La resistencia francesa, aunque heroica, estuvo ayudada por el ataque de los rusos en Galitzia, en el frente oriental, donde barrieron a los austríacos y obligaron a los alemanes a dividir sus fuerzas y no echar el resto en Verdún.
Batalla de Somme. La batalla de Somme iba a ser la respuesta francesa a Verdún, aunque los franceses quedaron tan debilitados que sólo pudieron aportar 14 de las 40 divisiones previstas. Los británicos pusieron otras 25 y junto a las 10 divisiones alemanas – al principio, luego todos los bandos las aumentarían –, convirtieron las inmediaciones del río Somme en el más sangriento escenario de toda la guerra. Una batalla épica en la que personajes tan dispares como Adolf Hitler, JRR Tolkien, Robert Graves o Ernest Hemingway, compartieron espacio.
La batalla de Somme pretendía ser la gran ofensiva que cambiara el curso de la guerra y por sus inicios, casi lo fue. Mil cañones franceses y británicos bombardearon durante ocho días las posiciones alemanas. Los aliados pensaban que aquello dejaría el frente alemán expedito pero el primer día de avance sólo entre los británicos contaron 58.000 bajas. Ninguna otra batalla había causado jamás tantas bajas inglesas y no había pasado más que el primer día.
El 15 de septiembre, tras dos meses y medio de ofensivas, los británicos pusieron en liza los primeros carros de combate de la historia y ni aún así pudieron avanzar más de 500 metros. La ofensiva cesó en noviembre, cuando las lluvias convirtieron las trincheras en bañeras y el campo de batalla en un lodazal impracticable. Cinco meses y más de un millón de muertos después, ninguno de los objetivos aliados había sido conseguido.
Batalla de Verdún. Fue una de las grandes batallas de desgaste entre alemanes y franceses, la más larga de la guerra – diez meses – y la segunda más sangrienta – 250.000 muertos – tras Somme. La agónica resistencia francesa fue una metáfora de su voluntad y determinación en la guerra, dispuesta a no ceder un centímetro de terreno sin verter sangre. La batalla se hizo tan larga que los suministros de la retaguardia se hicieron tan importantes como la acción en el frente. 3.000 camiones franceses abastecieron diariamente a las tropas con 4.000 toneladas de municiones y víveres sin que lo alemanes pudieran hacer nada para impedirlo.
Los primeros tres días fueron un bombardeo alemán tan continuo que los soldados franceses quedaron totalmente aislados de la retaguardia y durante unos días no recibieron ninguna orden. El héroe francés fue el mariscal Petain, férreo en la defensa y hábil en la diplomacia, como cuando logró una tregua de diez días que permitió a los franceses tomar aliento en el mes de junio, en el ecuador de la batalla. La resistencia francesa, aunque heroica, estuvo ayudada por el ataque de los rusos en Galitzia, en el frente oriental, donde barrieron a los austríacos y obligaron a los alemanes a dividir sus fuerzas y no echar el resto en Verdún.
Batalla de Somme. La batalla de Somme iba a ser la respuesta francesa a Verdún, aunque los franceses quedaron tan debilitados que sólo pudieron aportar 14 de las 40 divisiones previstas. Los británicos pusieron otras 25 y junto a las 10 divisiones alemanas – al principio, luego todos los bandos las aumentarían –, convirtieron las inmediaciones del río Somme en el más sangriento escenario de toda la guerra. Una batalla épica en la que personajes tan dispares como Adolf Hitler, JRR Tolkien, Robert Graves o Ernest Hemingway, compartieron espacio.
La batalla de Somme pretendía ser la gran ofensiva que cambiara el curso de la guerra y por sus inicios, casi lo fue. Mil cañones franceses y británicos bombardearon durante ocho días las posiciones alemanas. Los aliados pensaban que aquello dejaría el frente alemán expedito pero el primer día de avance sólo entre los británicos contaron 58.000 bajas. Ninguna otra batalla había causado jamás tantas bajas inglesas y no había pasado más que el primer día.
El 15 de septiembre, tras dos meses y medio de ofensivas, los británicos pusieron en liza los primeros carros de combate de la historia y ni aún así pudieron avanzar más de 500 metros. La ofensiva cesó en noviembre, cuando las lluvias convirtieron las trincheras en bañeras y el campo de batalla en un lodazal impracticable. Cinco meses y más de un millón de muertos después, ninguno de los objetivos aliados había sido conseguido.
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