Desde que se ha sabido acerca de ellas, los científicos han pensado que las bacterias simples son el eslabón con las formas de vida más tempranas. Sin embargo, una evidencia cada vez mayor sugiere que lo tenemos al revés – ¿sería posible que los secretos acerca del origen de la vida estén escondidos dentro de nosotros?
Cuando la mayoría de nosotros pensamos acerca de la evolución, nos inclinamos a pensar en ella en términos de organismos simples que evolucionan hacia organismos más complejos. Reacciones químicas simples que evolucionaron hacia células simples, las cuales mas tarde evolucionaron hacia organismos más complejos, y así sucesivamente hasta llegar a los humanos. Ya no se cree más en que los humanos están en la cima de la escala evolutiva, pero la evolución sí tiene tendencia a dirigir a los organismos hacia una complejidad mayor, ¿o no?
Sin embargo, este no es siempre el caso. Mas bien, aquellos organismos que producen la mayor cantidad de descendencia, simple o compleja, son más exitosos. Una mayor complejidad es a veces resultado de la evolución, pero la simplificación también puede ser una estrategia exitosa – todo depende del medio ambiente. Sin embargo, la mayoría de los científicos sostienen que los primeros organismos de la tierra fueron muy similares a las bacterias de hoy en día. Pero varias características de la bioquímica de la vida sugieren que después de todo, las bacterias no son tan antiguas. De hecho, en cierta forma, las células de nuestros propios cuerpos nos dicen más acerca de la evolución de la vida que lo que lo hacen las bacterias. La clave está en el descubrimiento que llevó a que Sidney Altman y Tom Cech se ganaran el Premio Noble de Química en 1989
Desde que se ha sabido acerca de ellas, los científicos han pensado que las bacterias simples son el eslabón con las formas de vida más tempranas. Sin embargo, una evidencia cada vez mayor sugiere que lo tenemos al revés – ¿sería posible que los secretos acerca del origen de la vida estén escondidos dentro de nosotros?
Cuando la mayoría de nosotros pensamos acerca de la evolución, nos inclinamos a pensar en ella en términos de organismos simples que evolucionan hacia organismos más complejos. Reacciones químicas simples que evolucionaron hacia células simples, las cuales mas tarde evolucionaron hacia organismos más complejos, y así sucesivamente hasta llegar a los humanos. Ya no se cree más en que los humanos están en la cima de la escala evolutiva, pero la evolución sí tiene tendencia a dirigir a los organismos hacia una complejidad mayor, ¿o no?
Sin embargo, este no es siempre el caso. Mas bien, aquellos organismos que producen la mayor cantidad de descendencia, simple o compleja, son más exitosos. Una mayor complejidad es a veces resultado de la evolución, pero la simplificación también puede ser una estrategia exitosa – todo depende del medio ambiente. Sin embargo, la mayoría de los científicos sostienen que los primeros organismos de la tierra fueron muy similares a las bacterias de hoy en día. Pero varias características de la bioquímica de la vida sugieren que después de todo, las bacterias no son tan antiguas. De hecho, en cierta forma, las células de nuestros propios cuerpos nos dicen más acerca de la evolución de la vida que lo que lo hacen las bacterias. La clave está en el descubrimiento que llevó a que Sidney Altman y Tom Cech se ganaran el Premio Noble de Química en 1989