Una Teología Conocida y Progresista en el punto de vista latinoamericana
La discusión provocada por la aparición de la teología de la liberación se describió por la radicalidad de su elección en favor del cambio social. El radicalismo de la elección ha sido considerado por sus enemigos como una "desviación ideológica" de la ideología social católica (Bigo, 1990). Si bien no perdió la originalidad de su criterio teológico y religioso, tal alternativa no se puede describir fuera del entorno latinoamericano de los años sesenta del siglo pasado. Este último estuvo marcado por la revolución cubana y la efervescencia regional de movimientos revolucionarios y marxistas. En aquel entorno, la teología de la liberación identificó la batalla contra la pobreza y el subdesarrollo con la batalla antiimperialista y anticapitalista. Tenía que ver con superar las razones estructurales de la injusticia social, de la misma forma que las objetivaban las ciencias sociales.
El acercamiento entre sectores cristianos y marxistas despertó además entusiasmos. Por fin simulaba haberse superado la contradicción histórica y filosófica entre los dos. Más allá de su meditación intelectual, la teología de la liberación interesaba por ser la expresión del compromiso revolucionario de clérigos y militantes católicos en el lote de la acción colectiva. Como lo aseguró el teólogo peruano Gustavo Gutiérrez, en su creación fundadora de 1971, la teología de la liberación no pretendió tanto plantear un nuevo asunto para la meditación teológica, sino más bien una "nueva forma de hacer teología", como: "meditación crítica sobre la praxis histórica" (Gutiérrez, 1971:33).
Lo anterior justificó que se la percibiera como la expresión de un extenso desplazamiento social, y como un tipo progresista y conocida de cristianismo, producto de esta época latinoamericana. Su magnitud conocida era entendida como el resultado del trabajo de concientización llevado a cabo en los barrios y medios célebres. Los "pobres" concientizados, inspirados por su fe religiosa, eran observados como los actores de su propia liberación. Es así como la teología de la liberación pretendió ser "la voz de los que tienen poco dinero". Su magnitud progresista se desprendía de su promoción de cambio social y de su plan de renovación de el templo católico a partir de sus bases locales y laicas. Se oponía en especial a la composición vertical del poder eclesial y al conservadurismo de su ideología. Al final, tenía que ver con una teología "en Visión latinoamericana" que se definía a partir de las vivencias sociales e históricas de América latina y pretendía encarnar las enseñanzas del Concilio Vaticano II en una realidad de maltrato social y política.
No se puede negar la existencia de la teología de la liberación en el lote sociopolítico de la acción colectiva, ni tampoco sus contribuciones a la formación de movimientos sociales. Sin embargo, todas aquellas interpretaciones ocultó sus ambivalencias y terminó ser bastante unilateral. Ha sido el discurso de los actores, sin embargo además de los observadores; la literatura sobre el asunto las asumió y las difundió sin cuestionarlas.
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Una Teología Conocida y Progresista en el punto de vista latinoamericana
La discusión provocada por la aparición de la teología de la liberación se describió por la radicalidad de su elección en favor del cambio social. El radicalismo de la elección ha sido considerado por sus enemigos como una "desviación ideológica" de la ideología social católica (Bigo, 1990). Si bien no perdió la originalidad de su criterio teológico y religioso, tal alternativa no se puede describir fuera del entorno latinoamericano de los años sesenta del siglo pasado. Este último estuvo marcado por la revolución cubana y la efervescencia regional de movimientos revolucionarios y marxistas. En aquel entorno, la teología de la liberación identificó la batalla contra la pobreza y el subdesarrollo con la batalla antiimperialista y anticapitalista. Tenía que ver con superar las razones estructurales de la injusticia social, de la misma forma que las objetivaban las ciencias sociales.
El acercamiento entre sectores cristianos y marxistas despertó además entusiasmos. Por fin simulaba haberse superado la contradicción histórica y filosófica entre los dos. Más allá de su meditación intelectual, la teología de la liberación interesaba por ser la expresión del compromiso revolucionario de clérigos y militantes católicos en el lote de la acción colectiva. Como lo aseguró el teólogo peruano Gustavo Gutiérrez, en su creación fundadora de 1971, la teología de la liberación no pretendió tanto plantear un nuevo asunto para la meditación teológica, sino más bien una "nueva forma de hacer teología", como: "meditación crítica sobre la praxis histórica" (Gutiérrez, 1971:33).
Lo anterior justificó que se la percibiera como la expresión de un extenso desplazamiento social, y como un tipo progresista y conocida de cristianismo, producto de esta época latinoamericana. Su magnitud conocida era entendida como el resultado del trabajo de concientización llevado a cabo en los barrios y medios célebres. Los "pobres" concientizados, inspirados por su fe religiosa, eran observados como los actores de su propia liberación. Es así como la teología de la liberación pretendió ser "la voz de los que tienen poco dinero". Su magnitud progresista se desprendía de su promoción de cambio social y de su plan de renovación de el templo católico a partir de sus bases locales y laicas. Se oponía en especial a la composición vertical del poder eclesial y al conservadurismo de su ideología. Al final, tenía que ver con una teología "en Visión latinoamericana" que se definía a partir de las vivencias sociales e históricas de América latina y pretendía encarnar las enseñanzas del Concilio Vaticano II en una realidad de maltrato social y política.
No se puede negar la existencia de la teología de la liberación en el lote sociopolítico de la acción colectiva, ni tampoco sus contribuciones a la formación de movimientos sociales. Sin embargo, todas aquellas interpretaciones ocultó sus ambivalencias y terminó ser bastante unilateral. Ha sido el discurso de los actores, sin embargo además de los observadores; la literatura sobre el asunto las asumió y las difundió sin cuestionarlas.