En 1195, cuando Alejo III destronó a Isaac II, el joven Alejo fue enviado a prisión. En 1201, dos mercaderes pisanos consiguieron rescatarle, sacarle de Constantinopla y llevárselo a Alemania, donde se refugió en la corte de su cuñado Felipe de Suabia, casado con su hermana Irene. Estando en dicha corte, conoció a Bonifacio de Montferrato, primo de Felipe, que había sido escogido para liderar la cuarta cruzada, pero que había abandonado el asedio de Zara para visitar a Felipe. Bonifacio y Alejo hablaron de desviar la Cruzada hacia Constantinopla, de forma que Alejo y su padre pudiesen recuperar el trono. A cambio, Alejo proporcionaría soldados bizantinos para que luchasen en la Cruzada, además de dinero para pagar la deuda de los cruzados con los venecianos. Asimismo, prometía devolver la Iglesia ortodoxa griega a la obediencia del Papa. Los venecianos se mostraron partidarios del plan cuando se les comunicó, y, en 1202, la flota llegó a Constantinopla. Alejo hizo una demostración de fuerza fuera de las murallas, pero los ciudadanos no mostraron interés alguno en él, pues aunque Alejo III fuese un usurpador desde el punto de vista de los occidentales, resultaba un emperador aceptable a ojos de los bizantinos.
En 1195, cuando Alejo III destronó a Isaac II, el joven Alejo fue enviado a prisión. En 1201, dos mercaderes pisanos consiguieron rescatarle, sacarle de Constantinopla y llevárselo a Alemania, donde se refugió en la corte de su cuñado Felipe de Suabia, casado con su hermana Irene. Estando en dicha corte, conoció a Bonifacio de Montferrato, primo de Felipe, que había sido escogido para liderar la cuarta cruzada, pero que había abandonado el asedio de Zara para visitar a Felipe. Bonifacio y Alejo hablaron de desviar la Cruzada hacia Constantinopla, de forma que Alejo y su padre pudiesen recuperar el trono. A cambio, Alejo proporcionaría soldados bizantinos para que luchasen en la Cruzada, además de dinero para pagar la deuda de los cruzados con los venecianos. Asimismo, prometía devolver la Iglesia ortodoxa griega a la obediencia del Papa. Los venecianos se mostraron partidarios del plan cuando se les comunicó, y, en 1202, la flota llegó a Constantinopla. Alejo hizo una demostración de fuerza fuera de las murallas, pero los ciudadanos no mostraron interés alguno en él, pues aunque Alejo III fuese un usurpador desde el punto de vista de los occidentales, resultaba un emperador aceptable a ojos de los bizantinos.