¡Sí! La gente lo decía. ¡Siempre allí! ¡Siempre! ¡Siempre sentado sobre la tierra y recargado en la pared de aquella casona! De noche o de día su figura encorvada parecía incansable. ¡Qué triste! Muchos comentaban:
¡Cuánta pesadumbre! ¡Cuán grande soledad se adivinaba en la melancolía de sus ojos! Y ninguno lo entendía quizás.
Desde que Tenochtitlan había caído en poder de los invasores y sobre sus ruinas, con sus propias ruinas, se había levantado la nueva arquitectura de México, Capital del Virreinato de la Nueva España, siempre se le había visto allí, envejeciendo junto con el recuerdo que su mirada juvenil le había tatuado en la mente:
Tlatelolco, agosto, 1521. Y que ahora, piel ya rugosa por los años, quizás sesenta, ochenta tal vez, conservaba como un fresco mural recién pintado.
Respuesta:
La calle del indio triste
¡Sí! La gente lo decía. ¡Siempre allí! ¡Siempre! ¡Siempre sentado sobre la tierra y recargado en la pared de aquella casona! De noche o de día su figura encorvada parecía incansable. ¡Qué triste! Muchos comentaban:
¡Cuánta pesadumbre! ¡Cuán grande soledad se adivinaba en la melancolía de sus ojos! Y ninguno lo entendía quizás.
Desde que Tenochtitlan había caído en poder de los invasores y sobre sus ruinas, con sus propias ruinas, se había levantado la nueva arquitectura de México, Capital del Virreinato de la Nueva España, siempre se le había visto allí, envejeciendo junto con el recuerdo que su mirada juvenil le había tatuado en la mente:
Tlatelolco, agosto, 1521. Y que ahora, piel ya rugosa por los años, quizás sesenta, ochenta tal vez, conservaba como un fresco mural recién pintado.
Espero que te ayude