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JAPON POSTGUERRA (Trabajo de investigación que realicé en 2009 para la materia “Historia del Asia oriental: siglos XIX y XX ” del Master Estudios del Asia Oriental en la Universidad Oberta de Catalunya) La situación de Japón en 1945.
El año 1945 encontró a Japón, no solamente humillado como en 1868, sino además postrado. El país vivó la mayor tempestad de destrucción que jamás la humanidad había visto, pero su espíritu sobrevivió. Y esto se vio treinta años después con el transcurrir del denominado Milagro Japonés, llegando a ser junto con Estado Unidos y los países europeos, el sostén de la economía globalizada. En otoño de 1945 comenzó un periodo de siete años repleto de oportunidades. Las fuerzas triunfantes de la contienda tomaron las riendas del país. Bajo esta dirección se legisló a favor de las clases populares y se persiguió a la antigua elite que había destruido a medio Asia. La acción norteamericana fue profunda y marcaría el ritmo de la vida política, económica y social durante los años posteriores.
La sociedad aceptó estos cambios y fue más pragmática que ideológica: hacía falta aceptarlos y lidiar con la presencia de las tropas extranjeras, y no luchar contra fuerzas que estaba más allá de su control. El SCAP (Comando Supremo de las Fuerzas Aliadas), con el general Douglas MacArthur a la cabeza, impulsó reformas para democratizar el país con una nueva política económica y social haciéndolo de forma indirecta, supervisando las directivas entregadas al gobierno japonés, y que a su vez recibía de Washington. La Comisión del Lejano Oriente y el Consejo Aliado[1] en Tokyo, que incluían a la URSS, China y países del Commonwealth, se hizo responsable de este proceso, pero fue Estados Unidos quién lideró. Se respondía a los dictados en la declaración de Postdam: desmilitarización, democratización, descentralización.
La reforma se llevó en los dos primeros años gracias al desamparo ideológico que vivía el país, el desencanto hacia los dirigentes belicistas y el clima ultranacionalista de preguerra. Se desmovilizaron las fuerzas armadas y se desmantelaron las industrias militares; se descentralizó la policía y la educación; y se abolieron las organizaciones nacionales y el shinto[2]. Se removieron 200.000 personas entre políticos, ejecutivos, empresarios, militantes nacionalistas y oficiales por haber asumido responsabilidades políticas o militares durante el periodo prebélico o participado en la contienda en posiciones de responsabilidad. Con una excepción: la burocracia civil, indispensable para que el país no quedara paralizado. La desmilitarización resultó un proceso penoso. De los cinco millones de soldados japoneses, la mitad eran en ultramar, con unos tres millones de civiles que ser repatriados. En muchos casos encararon un entorno social hostil cuando volvieron.
(Trabajo de investigación que realicé en 2009 para la materia “Historia del Asia oriental: siglos XIX y XX ” del Master Estudios del Asia Oriental en la Universidad Oberta de Catalunya)
La situación de Japón en 1945.
El año 1945 encontró a Japón, no solamente humillado como en 1868, sino además postrado. El país vivó la mayor tempestad de destrucción que jamás la humanidad había visto, pero su espíritu sobrevivió. Y esto se vio treinta años después con el transcurrir del denominado Milagro Japonés, llegando a ser junto con Estado Unidos y los países europeos, el sostén de la economía globalizada. En otoño de 1945 comenzó un periodo de siete años repleto de oportunidades. Las fuerzas triunfantes de la contienda tomaron las riendas del país. Bajo esta dirección se legisló a favor de las clases populares y se persiguió a la antigua elite que había destruido a medio Asia. La acción norteamericana fue profunda y marcaría el ritmo de la vida política, económica y social durante los años posteriores.
La sociedad aceptó estos cambios y fue más pragmática que ideológica: hacía falta aceptarlos y lidiar con la presencia de las tropas extranjeras, y no luchar contra fuerzas que estaba más allá de su control. El SCAP (Comando Supremo de las Fuerzas Aliadas), con el general Douglas MacArthur a la cabeza, impulsó reformas para democratizar el país con una nueva política económica y social haciéndolo de forma indirecta, supervisando las directivas entregadas al gobierno japonés, y que a su vez recibía de Washington. La Comisión del Lejano Oriente y el Consejo Aliado[1] en Tokyo, que incluían a la URSS, China y países del Commonwealth, se hizo responsable de este proceso, pero fue Estados Unidos quién lideró. Se respondía a los dictados en la declaración de Postdam: desmilitarización, democratización, descentralización.
La reforma se llevó en los dos primeros años gracias al desamparo ideológico que vivía el país, el desencanto hacia los dirigentes belicistas y el clima ultranacionalista de preguerra. Se desmovilizaron las fuerzas armadas y se desmantelaron las industrias militares; se descentralizó la policía y la educación; y se abolieron las organizaciones nacionales y el shinto[2]. Se removieron 200.000 personas entre políticos, ejecutivos, empresarios, militantes nacionalistas y oficiales por haber asumido responsabilidades políticas o militares durante el periodo prebélico o participado en la contienda en posiciones de responsabilidad. Con una excepción: la burocracia civil, indispensable para que el país no quedara paralizado. La desmilitarización resultó un proceso penoso. De los cinco millones de soldados japoneses, la mitad eran en ultramar, con unos tres millones de civiles que ser repatriados. En muchos casos encararon un entorno social hostil cuando volvieron.