Un día, mi compañera trajo a casa un curioso adorno para decorar. Era una muñeca de trapo vestida de manera anticuada, con falda larga, una blusa blanca y una capa sobre los hombros. Tenía una gorro sobre los cabellos que me recordó a las mujeres del siglo 20. Lo más extraño es que su rostro estaba en blanco, no le habían dibujado ni la boca.Mi amiga dijo que se la había encontrado tirada en la calle y como le pareció bonita, se la había traído. A mi no me pareció bonita en absoluto, pero de cualquier manera terminó sentada en una estantería del pasillo, justo afuera de nuestras habitaciones. Esa noche, ella se fue de fiesta mientras yo me quedaba estudiando. Tenía un examen muy importante al día siguiente y no me podía permitir suspenderlo, ya había descuidado bastante mis notas. Mientras pasaba las páginas de mi libro, escuché un sonido afuera y no le di la menor importancia. Cuando algo se cayó al suelo, esta vez sí que me espanté y salí a ver que pasaba. Las cosas de la estantería se habían caído y encima de ellas se encontraba esa muñeca. Mosqueada, recogí todo y a ella la dejé boca abajo. Me metí de nuevo a la habitación y pensé en tomar una siesta. Mis párpados se cerraban y era más de medianoche. Al poco rato de acostarme, escuché que la puerta se abría y lo primero que pensé fue que mi compañera había regresado. No oí sus pasos pero sí sentí que un lado del colchón se hundía, mientras algo se acercaba hacia mí. Algo pequeño y ligero. Cuando abrí los ojos, la muñeca estaba delante de mí y tenía la más horrible expresión dibujada en su rostro. Un rostro tan horrible, que me estremezco de solo recordarlo y que en ese instante me quiso hacer gritar. Pero yo no podía moverme. Todo el cuerpo se me había paralizado y mientras esa muñeca poseída me miraba, escuché una risa aguda que me puso todos los pelos de punta.
Un día, mi compañera trajo a casa un curioso adorno para decorar. Era una muñeca de trapo vestida de manera anticuada, con falda larga, una blusa blanca y una capa sobre los hombros. Tenía una gorro sobre los cabellos que me recordó a las mujeres del siglo 20. Lo más extraño es que su rostro estaba en blanco, no le habían dibujado ni la boca.Mi amiga dijo que se la había encontrado tirada en la calle y como le pareció bonita, se la había traído. A mi no me pareció bonita en absoluto, pero de cualquier manera terminó sentada en una estantería del pasillo, justo afuera de nuestras habitaciones. Esa noche, ella se fue de fiesta mientras yo me quedaba estudiando. Tenía un examen muy importante al día siguiente y no me podía permitir suspenderlo, ya había descuidado bastante mis notas. Mientras pasaba las páginas de mi libro, escuché un sonido afuera y no le di la menor importancia. Cuando algo se cayó al suelo, esta vez sí que me espanté y salí a ver que pasaba. Las cosas de la estantería se habían caído y encima de ellas se encontraba esa muñeca. Mosqueada, recogí todo y a ella la dejé boca abajo. Me metí de nuevo a la habitación y pensé en tomar una siesta. Mis párpados se cerraban y era más de medianoche. Al poco rato de acostarme, escuché que la puerta se abría y lo primero que pensé fue que mi compañera había regresado. No oí sus pasos pero sí sentí que un lado del colchón se hundía, mientras algo se acercaba hacia mí. Algo pequeño y ligero. Cuando abrí los ojos, la muñeca estaba delante de mí y tenía la más horrible expresión dibujada en su rostro. Un rostro tan horrible, que me estremezco de solo recordarlo y que en ese instante me quiso hacer gritar. Pero yo no podía moverme. Todo el cuerpo se me había paralizado y mientras esa muñeca poseída me miraba, escuché una risa aguda que me puso todos los pelos de punta.