“… Pero cuando venga el Hijo del Hombre, ¿hallará fe en la tierra?” (Lucas 18:8).
Esta declaración aparece al final de la parábola de la viuda y el juez injusto que pronunció nuestro Señor en Lucas 18:1-8. El propósito de esta parábola, en palabras del evangelista Lucas, era enseñar a sus discípulos la necesidad de la oración perseverante, y por esto se nos presenta el ejemplo de la persistencia de esta viuda, la cual pudo lograr que un juez tan malo como el descrito allí le hiciera justicia.
La injusticia es una de las características de nuestro mundo, y por eso la esperanza del creyente no está en esperar que este mundo se tornará mejor, sino en el retorno glorioso de Jesucristo al final de la historia. Mientras tanto, es el deber de los cristianos mantenerse suplicando en oración que Dios haga justicia.
Es por esto que esta sección termina con un pregunta retórica. Es una especie de llamado a que continuemos orando y esperando nuestra vindicación. El ejercicio de la oración persistente que se nos recomienda aquí solamente puede ser practicada por medio de un ejercicio vigoroso de la fe. Cuando Cristo vuelva, ¿seremos de aquellos que Él encontrará perseverando en oración? Guillermo Hendriksen lo plantea con las siguientes palabras: “La pregunta se hace no con el propósito de especulación, sino del autoexamen. Que cada uno responda personalmente” (Comentario de Lucas).
Sólo la fe nos inspirará a persistir a pesar de las dificultades, los obstáculos y la oposición. Es una fe que debemos pedir a Dios que nos dé, y una que también debemos ejercitar cada día, de modo que no vivamos tanto por la vista, sino en la práctica continua de la confianza en el Señor y sus promesas.
La incredulidad es otra de las notas que describe nuestro mundo. Pero cuando Cristo vuelva, es posible que la fe esté en su nivel más bajo. Ése es uno de los posibles significados de esta frase. Dice Kent Hughes: “La pregunta de Jesús implica que tal fe no será hallada en la tierra a menos que sus discípulos aprendan a orar siempre y no desmayar.” Propongámonos, en dependencia de Dios, que con nosotros será diferente, porque “nosotros no somos de los que retroceden para perdición, sino de los que tienen fe para preservación del alma” (Heb. 10:39).
“… Pero cuando venga el Hijo del Hombre, ¿hallará fe en la tierra?” (Lucas 18:8).
Esta declaración aparece al final de la parábola de la viuda y el juez injusto que pronunció nuestro Señor en Lucas 18:1-8. El propósito de esta parábola, en palabras del evangelista Lucas, era enseñar a sus discípulos la necesidad de la oración perseverante, y por esto se nos presenta el ejemplo de la persistencia de esta viuda, la cual pudo lograr que un juez tan malo como el descrito allí le hiciera justicia.
La injusticia es una de las características de nuestro mundo, y por eso la esperanza del creyente no está en esperar que este mundo se tornará mejor, sino en el retorno glorioso de Jesucristo al final de la historia. Mientras tanto, es el deber de los cristianos mantenerse suplicando en oración que Dios haga justicia.
Es por esto que esta sección termina con un pregunta retórica. Es una especie de llamado a que continuemos orando y esperando nuestra vindicación. El ejercicio de la oración persistente que se nos recomienda aquí solamente puede ser practicada por medio de un ejercicio vigoroso de la fe. Cuando Cristo vuelva, ¿seremos de aquellos que Él encontrará perseverando en oración? Guillermo Hendriksen lo plantea con las siguientes palabras:
“La pregunta se hace no con el propósito de especulación, sino del autoexamen. Que cada uno responda personalmente” (Comentario de Lucas).
Sólo la fe nos inspirará a persistir a pesar de las dificultades, los obstáculos y la oposición. Es una fe que debemos pedir a Dios que nos dé, y una que también debemos ejercitar cada día, de modo que no vivamos tanto por la vista, sino en la práctica continua de la confianza en el Señor y sus promesas.
La incredulidad es otra de las notas que describe nuestro mundo. Pero cuando Cristo vuelva, es posible que la fe esté en su nivel más bajo. Ése es uno de los posibles significados de esta frase. Dice Kent Hughes: “La pregunta de Jesús implica que tal fe no será hallada en la tierra a menos que sus discípulos aprendan a orar siempre y no desmayar.” Propongámonos, en dependencia de Dios, que con nosotros será diferente, porque “nosotros no somos de los que retroceden para perdición, sino de los que tienen fe para preservación del alma” (Heb. 10:39).