La conversión y la destrucción de los bosques no tienen que examinarse exclusivamente en función de los aspectos económicos, medidos éstos por el valor monetario del producto de uso final principal que de él se extrae, la madera; sino en relación con las amplias funciones que el bosque desempeña en el sistema natural. Sus principales funciones pueden agruparse en protectivas, reguladoras y productivas a nivel del ecosistema, y adquieren valor económico según el uso que el hombre haga no sólo del recurso forestal, sino de la totalidad de cada ecosistema. Así, según el estudio UNESCO-UNEP-FAO ya citado,11 las funciones del bosque se clasifican en la forma siguiente:
Funciones protectivasprotección del suelo por absorción y desviación de las radiaciones, precipitaciones y vientos;conservación de la humedad y del dióxido de carbono al reducir la velocidad del viento;hábitat natural, tanto para otras plantas como para los animales.Funciones reguladorasabsorción, almacenamiento y generación de dióxido de carbono, oxígeno y elementos minerales;absorción de aerosoles y sonidos;captación y almacenamiento de agua;absorción y transformación de energía radiante y termal.Funciones productivasalmacenamiento de la energía en forma utilizable por la fitomasa;autorregulación y proceso regenerador de madera, corcho, fruta;producción de químicos: resinas, alcaloides, aceites, látex, productos farmacéuticos, etcétera.
Todas las funciones pueden ser manejadas por el hombre a fin de llevar al máximo los beneficios de su uso. La importancia del bosque tropical en el funcionamiento del sistema natural y las características especiales que le son inherentes, así como el papel que desempeña o puede llegar a desempeñar en el desarrollo de la periferia, justifica que subrayemos a continuación, algunos de sus aspectos.
Se dice que el bosque tropical trasciende en importancia la de las áreas tropicales. En efecto, aun cuando representa aproximadamente 50% de los bosques mundiales, desempeña un papel importantísimo en la regulación de los climas en el mundo. En las regiones tropicales --que son 40% de la superficie terrestre-- se efectúa 58% de la evaporación en el ciclo global del agua. Así mientras en Finlandia la evaporación promedio es de 20 cm por año y en el sureste de Inglaterra de 50 cm, en el Congo y en Kenia es de 120 y 150 cm anuales respectivamente. En Carolina del Norte fluctúa entre 80 y 120 cm, en tanto que en Sudán, en los pantanales del Nilo, alcanza 240 cm por año.12 Cabe mencionar, como aspecto interesante, que menos de la mitad de la precipitación pluvial del área amazónica llega a escurrirse por los ríos. Ahora bien, resulta que 20% del agua dulce del mundo se encuentra en dicha área.13
Los bosques tropicales, a pesar de representar sólo 4% de la superficie terrestre, son responsables en más de 25% de la fijación del carbono en la tierra a nivel mundial. Estos bosques tienen además función reguladora térmica mundial. La radiación neta en las zonas tropicales es alta, debido a que el sol está cerca del cenit durante todo el año, efecto que se suma al bajo albedo del propio bosque y a la baja temperatura de la canopia forestal. La energía evaporada se transporta fuera de los trópicos como calor latente, y está disponible en el balance térmico después de la condensación del vapor de agua, desempeñando consecuentemente un papel importante en el sistema termodinámico del mundo.
El proceso de deforestación, al eliminar la cubierta protectora, aumenta la reflectividad, con lo cual se incrementa la reflexión de calor solar. En los suelos húmedos tiende a aumentar la evaporación y, por lo tanto, los suelos tienden a enfriarse. En cambio, en los suelos secos aumenta la absorción por radiación, y ello hace que tales suelos sean más calientes. Sus mayores temperaturas aumentan las tasas de mineralización, afectando en definitiva su estabilidad y estructura, viéndose reducida su resistencia, quedando así más expuestos a la erosión.
La conversión y la destrucción de los bosques no tienen que examinarse exclusivamente en función de los aspectos económicos, medidos éstos por el valor monetario del producto de uso final principal que de él se extrae, la madera; sino en relación con las amplias funciones que el bosque desempeña en el sistema natural. Sus principales funciones pueden agruparse en protectivas, reguladoras y productivas a nivel del ecosistema, y adquieren valor económico según el uso que el hombre haga no sólo del recurso forestal, sino de la totalidad de cada ecosistema. Así, según el estudio UNESCO-UNEP-FAO ya citado,11 las funciones del bosque se clasifican en la forma siguiente:
Funciones protectivasprotección del suelo por absorción y desviación de las radiaciones, precipitaciones y vientos;conservación de la humedad y del dióxido de carbono al reducir la velocidad del viento;hábitat natural, tanto para otras plantas como para los animales.Funciones reguladorasabsorción, almacenamiento y generación de dióxido de carbono, oxígeno y elementos minerales;absorción de aerosoles y sonidos;captación y almacenamiento de agua;absorción y transformación de energía radiante y termal.Funciones productivasalmacenamiento de la energía en forma utilizable por la fitomasa;autorregulación y proceso regenerador de madera, corcho, fruta;producción de químicos: resinas, alcaloides, aceites, látex, productos farmacéuticos, etcétera.Todas las funciones pueden ser manejadas por el hombre a fin de llevar al máximo los beneficios de su uso. La importancia del bosque tropical en el funcionamiento del sistema natural y las características especiales que le son inherentes, así como el papel que desempeña o puede llegar a desempeñar en el desarrollo de la periferia, justifica que subrayemos a continuación, algunos de sus aspectos.
Se dice que el bosque tropical trasciende en importancia la de las áreas tropicales. En efecto, aun cuando representa aproximadamente 50% de los bosques mundiales, desempeña un papel importantísimo en la regulación de los climas en el mundo. En las regiones tropicales --que son 40% de la superficie terrestre-- se efectúa 58% de la evaporación en el ciclo global del agua. Así mientras en Finlandia la evaporación promedio es de 20 cm por año y en el sureste de Inglaterra de 50 cm, en el Congo y en Kenia es de 120 y 150 cm anuales respectivamente. En Carolina del Norte fluctúa entre 80 y 120 cm, en tanto que en Sudán, en los pantanales del Nilo, alcanza 240 cm por año.12 Cabe mencionar, como aspecto interesante, que menos de la mitad de la precipitación pluvial del área amazónica llega a escurrirse por los ríos. Ahora bien, resulta que 20% del agua dulce del mundo se encuentra en dicha área.13
Los bosques tropicales, a pesar de representar sólo 4% de la superficie terrestre, son responsables en más de 25% de la fijación del carbono en la tierra a nivel mundial. Estos bosques tienen además función reguladora térmica mundial. La radiación neta en las zonas tropicales es alta, debido a que el sol está cerca del cenit durante todo el año, efecto que se suma al bajo albedo del propio bosque y a la baja temperatura de la canopia forestal. La energía evaporada se transporta fuera de los trópicos como calor latente, y está disponible en el balance térmico después de la condensación del vapor de agua, desempeñando consecuentemente un papel importante en el sistema termodinámico del mundo.
El proceso de deforestación, al eliminar la cubierta protectora, aumenta la reflectividad, con lo cual se incrementa la reflexión de calor solar. En los suelos húmedos tiende a aumentar la evaporación y, por lo tanto, los suelos tienden a enfriarse. En cambio, en los suelos secos aumenta la absorción por radiación, y ello hace que tales suelos sean más calientes. Sus mayores temperaturas aumentan las tasas de mineralización, afectando en definitiva su estabilidad y estructura, viéndose reducida su resistencia, quedando así más expuestos a la erosión.