November 2023 1 6 Report
IDEAS PRINCIPALES de este texto porfavor

Las encuestas confirman el desplome de los dos grandes partidos. Pero PP y PSOE no se dan por
enterados: coinciden en que el bipartidismo no está en peligro y que cuando la crisis amaine todo
volverá a su sitio. La fe marianista en que los problemas se resuelven solos parece tener adeptos en la
competencia. Los partidos son estructuras muy conservadoras con elevado nivel de resistencia a la
idea de reformarse. Romper su opacidad, abrirse a la sociedad, hacerse más permeables a la
ciudadanía les genera pánico. Y, sin embargo, si hay algo que genere consenso en la opinión pública
es que los partidos no están cumpliendo su función y necesitan una renovación en profundidad.
¿Qué se reprocha a los partidos? La apropiación de la política para alejarla del interés general y
ponerla en manos de intereses espurios. En el centro de la política está la cuestión del poder. En
democracia, los partidos políticos son los instrumentos para dirimir de modo incruento quién se hace
con el enorme poder que es el control y la gestión del Estado. El poder tiene una dualidad intrínseca.
Su dimensión positiva es la capacidad de hacer cosas. Es un factor constructivo en todos los ámbitos
de la sociedad. La dimensión negativa: el poder estimula la voluntad de poder, que siempre tiende al

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abuso. Por eso, la democracia es un sofisticado invento que, al tiempo que asigna el poder del Estado,
por medio del sufragio universal, contiene mecanismos para evitar los abusos. Por ejemplo, la
división de poderes. En la práctica, el sistema democrático, especialmente en modelos
constitucionales como el español, tiende a escorarse a favor del Ejecutivo, que dispone de amplios
resortes para imponerse a los demás. El régimen político actual, surgido de la preocupación por la
estabilidad que presidió la Transición, se está desplazando hacia el autoritarismo posdemocrático, por
la voluntad del Ejecutivo de controlarlo todo. Y los partidos han transmitido una idea de la política
como coto privado, cerrado y excluyente.
Con la crisis, gracias a los movimientos sociales, el interés por la política ha vuelto a despertar tras
muchos años de indiferencia. Sin embargo, desde el Gobierno se señala a aquellos que actúan
políticamente por otras vías como antipolíticos. Lamentable y restrictiva idea de algo que nos
concierne a todos: la política. Y que los partidos quieren para ellos solos. Sin embargo, la causa
principal de la caída de los dos grandes partidos en los sondeos es otra: los gobernantes están para
gobernar, y la ciudadanía tiene la sensación, especialmente desde que empezó la crisis, de que el
PSOE cuando gobernaba y el PP ahora no gobiernan.
¿Qué quiere decir gobernar en democracia? Dirigir al Estado conforme a un proyecto mayoritario,
imponiendo los intereses generales de la ciudadanía a los de unos pocos. Para ello se necesita
autoridad y proyecto político: unas ideas y unos objetivos susceptibles de ser compartidos por la
gente. Naturalmente, los Gobiernos deben plantear soluciones realmente posibles. Nada degrada
tanto la reputación de un partido como incumplir las promesas electorales con las que se ha ganado
unas elecciones (como vemos con la galopante pérdida de legitimidad de ejercicio que está sufriendo
el PP) o dar un giro político sin las explicaciones necesarias y por manifiesta presión exterior (como
hizo el PSOE en 2010 y todavía está pagando). Desgasta mucho a los partidos la sensación de que no
están de parte de la ciudadanía porque son impotentes frente a los poderes contramayoritarios. Y los
ciudadanos sin política están completamente indefensos. Esta percepción llega por la incapacidad de
tomar decisiones en lo realmente prioritario; y por la nula empatía de una comunicación que se
empeña en aplicar a la política las técnicas del marketing comercial.
Gobernar significa imponer a los bancos que el crédito vuelva a regar el sistema económico y que se
acaben los desahucios que solo llevan marginalidad y alarma social. Gobernar significa defender la
enseñanza y la sanidad de la codicia privatizadora y no entregarse a ella. Gobernar significa actuar
contra el paro, no desvalorizar el empleo. Cuando la ciudadanía percibe que quien gobierna carece de
poder y autoridad para gobernar porque mandan otros, coloca a la política y a los partidos en el
último lugar de la escala del respeto. Y esto no lo arregla un repunte de la economía. La cultura del
bipartidismo es en sí misma conservadora: prima la estabilidad sobre la representación. Puede que el
primer paso para la regeneración política sea acabar con el mito del bipartidismo. Si los dos grandes
no se reforman, tendrán que reformarlos los ciudadanos.

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