El hombre y la naturaleza
Había una vez un niño que se preocupaba por su planeta, por el
agua, por los animales, por los ecosistemas, en fin, por todo ser
viviente del mundo.
El niño se llamaba Salvador, un niño de once años que era
discriminado por preocuparse por el planeta; sus compañeros le decían
muchas cosas y le ponían apodos, principalmente los de extraterrestre,
Hulk (por el hombre verde) y árbol de Navidad.
Él siempre se sentía muy mal por lo que le decían, a veces ya no
quería ir a la escuela, pero su único motor eran los árboles, y decir a los
niños que cuidaran el planeta.
Así pasaron los años, el agua escaseaba, ya no se veían los paisajes
verdes como antes y no en cualquier parte había árboles.
Un día, cuando Salvador ya era un joven, ya casi no había agua dulce
en el mundo, todos los animales habían desaparecido y ya no había
árboles. Contaba una leyenda, de dos o tres meses de vieja, que había
un árbol en la isla desaparecida, la Atlántida: el árbol mítico. Decían que
daba semillas de todos los frutos que existieron en la Tierra. Salvador
tenía fe en que ese árbol existía, lo malo era saber dónde se encontraba
la Atlántida.
Para encontrar la isla, Salvador le pidió ayuda a Lorena, una muchacha
que siempre lo apoyó en sus campañas, pero con el paso del tiempo
Salvador se fue enamorando de Lorena, que por cierto era muy bonita.
Investigaron en Internet, en libros y en otros medios si existía o no
la Atlántida, si así era, en dónde se ubicaba, cuáles eran sus coordenadas
y todo lo relativo a ese tema.
Salvador y Lorena no pudieron encontrar nada, hasta que Lorena, sin
querer, encontró las coordenadas y la ubicación de la mítica isla; según
esa información se encontraba en el Ártico, en el centro del continente,
donde se decía que era el lugar más frío de la tierra, con temperaturas de
-60 °C, aunque en el tiempo en que Lorena y Salvador fueron en busca
del árbol la temperatura más baja que leyeron fue de -15°C, por eso ellos
creyeron que sería la cosa más fácil del mundo, hasta que leyeron las tres
maldiciones que un mago había echado al árbol mítico, tres maldiciones
que sólo el bien podría vencer.
Salvador y Lorena empacaron la comida necesaria para aguantar
el rudo camino que les esperaba y ordenaron la ropa necesaria para
soportar el frío que enfrentarían.
Las tres maldiciones del mago eran: “El primer guardián”, “Las grutas
de candiles” y “El acertijo más difícil”.
Los dos emprendieron el largo camino que el destino les había
4
Bordeando el Monte
preparado, con aquel calor tan insoportable, pues ya no había árboles
que les dieran sombra.
—Salvador, ya estoy muy cansada —dijo Lorena.
—No te desanimes, ya pronto llegaremos —dijo él.
Por fin llegaron al continente Ártico. También a la primera prueba
para alcanzar el árbol mítico.
El guardián era un monstruo blanco como la nieve, que tenía una
llave que podía abrir el candado de la puerta de metal que estaba en el
fondo de esa horrible cueva.
Los dos jóvenes con mucha valentía retaron al monstruo; Salvador lo
atacaba por delante, mientras que Lorena lo atacaba por los otros tres flancos.
Los dos muchachos, al ver que no podían con el monstruo,
elaboraron un plan. Ataron una cuerda a la piedra más floja del techo.
Lorena fue la carnada, molestó al monstro lanzándole unas piedritas y
luego corrió hacia la puerta al igual que Salvador.
Luego, ya alejados de la zona de peligro, Salvador jaló la cuerda, y la
piedra del techo mató al monstruo. Los dos amigos le quitaron la llave y
pasaron así a la segunda maldición: Las grutas con candiles.
Ahí había que ser muy silenciosos…
Lorena, con mucho miedo, le preguntó a Salvador:
—Oye, ¿seguro que podemos pasar?
—Sí —dijo Salvador.
—¿Estás seguro?
—Síiiiiiii —gritó Salvador, haciendo que cayeran los candiles.
Corrieron con todas sus fuerzas y lograron escapar.
Entonces llegaron a la tercera maldición, el acertijo más difícil: “Es el
ingenio que aún existe y es con lo que vive”.
Los jóvenes, después de pensar muchísimo, dijeron que la respuesta
al acertijo era “El hombre y la naturaleza”. La respuesta era correcta y
los dos amigos se encontraron con las majestuosas semillas de tantos
árboles que se llevaron hasta ya no poder cargar más.
Por fin volvieron a México y Salvador dio un discurso a todos los
mexicanos, que es el siguiente:
“Hay que cuidar nuestros recursos naturales, porque el hombre es la
naturaleza y la naturaleza es el hombre”.
Con esto terminaron todos los problemas ambientales, hasta muchos
miles de siglos después cuando se volvió a complicar la situación.
" Life is not a problem to be solved but a reality to be experienced! "
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El hombre y la naturaleza
Había una vez un niño que se preocupaba por su planeta, por el
agua, por los animales, por los ecosistemas, en fin, por todo ser
viviente del mundo.
El niño se llamaba Salvador, un niño de once años que era
discriminado por preocuparse por el planeta; sus compañeros le decían
muchas cosas y le ponían apodos, principalmente los de extraterrestre,
Hulk (por el hombre verde) y árbol de Navidad.
Él siempre se sentía muy mal por lo que le decían, a veces ya no
quería ir a la escuela, pero su único motor eran los árboles, y decir a los
niños que cuidaran el planeta.
Así pasaron los años, el agua escaseaba, ya no se veían los paisajes
verdes como antes y no en cualquier parte había árboles.
Un día, cuando Salvador ya era un joven, ya casi no había agua dulce
en el mundo, todos los animales habían desaparecido y ya no había
árboles. Contaba una leyenda, de dos o tres meses de vieja, que había
un árbol en la isla desaparecida, la Atlántida: el árbol mítico. Decían que
daba semillas de todos los frutos que existieron en la Tierra. Salvador
tenía fe en que ese árbol existía, lo malo era saber dónde se encontraba
la Atlántida.
Para encontrar la isla, Salvador le pidió ayuda a Lorena, una muchacha
que siempre lo apoyó en sus campañas, pero con el paso del tiempo
Salvador se fue enamorando de Lorena, que por cierto era muy bonita.
Investigaron en Internet, en libros y en otros medios si existía o no
la Atlántida, si así era, en dónde se ubicaba, cuáles eran sus coordenadas
y todo lo relativo a ese tema.
Salvador y Lorena no pudieron encontrar nada, hasta que Lorena, sin
querer, encontró las coordenadas y la ubicación de la mítica isla; según
esa información se encontraba en el Ártico, en el centro del continente,
donde se decía que era el lugar más frío de la tierra, con temperaturas de
-60 °C, aunque en el tiempo en que Lorena y Salvador fueron en busca
del árbol la temperatura más baja que leyeron fue de -15°C, por eso ellos
creyeron que sería la cosa más fácil del mundo, hasta que leyeron las tres
maldiciones que un mago había echado al árbol mítico, tres maldiciones
que sólo el bien podría vencer.
Salvador y Lorena empacaron la comida necesaria para aguantar
el rudo camino que les esperaba y ordenaron la ropa necesaria para
soportar el frío que enfrentarían.
Las tres maldiciones del mago eran: “El primer guardián”, “Las grutas
de candiles” y “El acertijo más difícil”.
Los dos emprendieron el largo camino que el destino les había
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Bordeando el Monte
preparado, con aquel calor tan insoportable, pues ya no había árboles
que les dieran sombra.
—Salvador, ya estoy muy cansada —dijo Lorena.
—No te desanimes, ya pronto llegaremos —dijo él.
Por fin llegaron al continente Ártico. También a la primera prueba
para alcanzar el árbol mítico.
El guardián era un monstruo blanco como la nieve, que tenía una
llave que podía abrir el candado de la puerta de metal que estaba en el
fondo de esa horrible cueva.
Los dos jóvenes con mucha valentía retaron al monstruo; Salvador lo
atacaba por delante, mientras que Lorena lo atacaba por los otros tres flancos.
Los dos muchachos, al ver que no podían con el monstruo,
elaboraron un plan. Ataron una cuerda a la piedra más floja del techo.
Lorena fue la carnada, molestó al monstro lanzándole unas piedritas y
luego corrió hacia la puerta al igual que Salvador.
Luego, ya alejados de la zona de peligro, Salvador jaló la cuerda, y la
piedra del techo mató al monstruo. Los dos amigos le quitaron la llave y
pasaron así a la segunda maldición: Las grutas con candiles.
Ahí había que ser muy silenciosos…
Lorena, con mucho miedo, le preguntó a Salvador:
—Oye, ¿seguro que podemos pasar?
—Sí —dijo Salvador.
—¿Estás seguro?
—Síiiiiiii —gritó Salvador, haciendo que cayeran los candiles.
Corrieron con todas sus fuerzas y lograron escapar.
Entonces llegaron a la tercera maldición, el acertijo más difícil: “Es el
ingenio que aún existe y es con lo que vive”.
Los jóvenes, después de pensar muchísimo, dijeron que la respuesta
al acertijo era “El hombre y la naturaleza”. La respuesta era correcta y
los dos amigos se encontraron con las majestuosas semillas de tantos
árboles que se llevaron hasta ya no poder cargar más.
Por fin volvieron a México y Salvador dio un discurso a todos los
mexicanos, que es el siguiente:
“Hay que cuidar nuestros recursos naturales, porque el hombre es la
naturaleza y la naturaleza es el hombre”.
Con esto terminaron todos los problemas ambientales, hasta muchos
miles de siglos después cuando se volvió a complicar la situación.