Sayury200
Dan las cuatro en el reloj. ¡Otra vez se ha dormido este perezoso!. Gritaba : Doña Ardilla. ¡Nunca llegaré a tiempo de recoger mis nueces!. ¡Lo siento!. Dijo : Ding Dong. ¡Hacía tanto frío fuera y yo estaba tan calentito aquí dentro que me dormí!. Ding Dong era un pequeño reloj de cuco, que Doña Ardilla compró en la Feria Anual del Bosque; donde todos los animalitos venden y compran cientos de cosas que los humanos tiran. Ellos se encargan de arreglarlas. Allí se encuentran: estufas, lámparas, relojes, percheros, ollas , pucheros, mesas , sillas y todo lo que puedas imaginar. Fue allí, donde Doña Ardilla encontró a Ding Dong. Las gotas de lluvia habían caído sobre el asustado reloj y la nieve lo había vestido con un traje blanco. Le temblaban las manecillas y estaba tiritando de frío. Doña Ardilla lo cogió en sus manitas, le quitó la nieve y se lo llevó a su casita. Le arropó con una manta para calentarlo y le dio una tacita de té. El reloj no funcionaba bien, siempre atrasaba, pero la ardillita se encariñó con él. De vez en cuando Ding Dong , le contaba historias de las personas a Doña Ardilla. Pero siempre terminaba diciendo que prefería estar con ella, pues algunas veces era muy difícil entender a las personas. Ding Dong le decía: ¡Un día te quieren mucho!, ¡Otro día no te quieren ni un poquito!. El reloj vivió con la ardilla y fueron felices.
¡Otra vez se ha dormido este perezoso!. Gritaba : Doña Ardilla.
¡Nunca llegaré a tiempo de recoger mis nueces!.
¡Lo siento!. Dijo : Ding Dong.
¡Hacía tanto frío fuera y yo estaba tan calentito aquí dentro que me dormí!.
Ding Dong era un pequeño reloj de cuco, que Doña Ardilla compró en la Feria Anual del Bosque; donde todos los animalitos venden y compran cientos de cosas que los humanos tiran.
Ellos se encargan de arreglarlas.
Allí se encuentran: estufas, lámparas, relojes, percheros, ollas , pucheros, mesas , sillas y todo lo que puedas imaginar.
Fue allí, donde Doña Ardilla encontró a Ding Dong.
Las gotas de lluvia habían caído sobre el asustado reloj y la nieve lo había vestido con un traje blanco. Le temblaban las manecillas y estaba tiritando de frío.
Doña Ardilla lo cogió en sus manitas, le quitó la nieve y se lo llevó a
su casita.
Le arropó con una manta para calentarlo y le dio una tacita de té.
El reloj no funcionaba bien, siempre atrasaba, pero la ardillita se encariñó con él.
De vez en cuando Ding Dong , le contaba historias de las personas a Doña Ardilla. Pero siempre terminaba diciendo que prefería estar con ella, pues algunas veces era muy difícil entender a las personas.
Ding Dong le decía: ¡Un día te quieren mucho!, ¡Otro día no te quieren ni un poquito!.
El reloj vivió con la ardilla y fueron felices.