Anémonas de mar, sin sistema nervioso central pero poseen una red neuronal especializada en la búsqueda de alimentos que los ingiere y expulsa sus residuos a través de los mismos orificios, que funcionan simultáneamente como boca y ano.
Ascidias, animales filtradores que nacen con un pequeño cerebro y un ojo que pronto desaparecen y se sitúan en los fondos marinos.
Carabelas portuguesas, que son asociaciones estables de pólipos especializados individualmente en tareas de supervivencia.
Corales, muy conocidos, aunque los populares arrecifes de corales realmente consisten en la “cáscara” de un coral muerto.
Erizos de mar, sin cerebro, dotados de unas “puas” externas y que pasan su vida arrastrándose por el suelo del mar en busca de comida.
Esponjas de mar, desprovistas de cerebro, sistemas digestivos, nervioso o circulatorio, pero disponen de células no especializadas que pueden migrar a través de su cuerpo y convertirse en otros tipos de células específicas que se necesiten en el momento indicado. Otra curiosidad: cuando algo las estimula pueden absorber una gran cantidad de agua y luego contrae su cuerpo y producir un “chorro-estornudo” externo que puede durar hasta 60 minutos.
Estrellas de mar. Hermosas criaturas descerebradas pero que disponen en sus brazos de ciertas características sensoriales de tacto, vista y olfato.
Lirios de mar. No tienen cerebro y parecen una colonia de helechos bajo el agua, pero en realidad son animales que se “enraízan” al fondo oceánico, pudiendo vivir a más de 6000 de profundidad.
Medusas, que no poseen cerebro, pero si una red neuronal entrelazada por todo su cuerpo que les permite detectar la presencia de alimentos, depredadores o posibles compañeros.
Pepinos de mar, equinodermos, relacionados las estrellas de mar. Carecen de materia gris, pero si se sienten en peligro, son capaces de eviscerarse o sea de eliminar gran parte de sus órganos internos, que vuelven a crecerles con rapidez.
Anémonas de mar, sin sistema nervioso central pero poseen una red neuronal especializada en la búsqueda de alimentos que los ingiere y expulsa sus residuos a través de los mismos orificios, que funcionan simultáneamente como boca y ano.
Ascidias, animales filtradores que nacen con un pequeño cerebro y un ojo que pronto desaparecen y se sitúan en los fondos marinos.
Carabelas portuguesas, que son asociaciones estables de pólipos especializados individualmente en tareas de supervivencia.
Corales, muy conocidos, aunque los populares arrecifes de corales realmente consisten en la “cáscara” de un coral muerto.
Erizos de mar, sin cerebro, dotados de unas “puas” externas y que pasan su vida arrastrándose por el suelo del mar en busca de comida.
Esponjas de mar, desprovistas de cerebro, sistemas digestivos, nervioso o circulatorio, pero disponen de células no especializadas que pueden migrar a través de su cuerpo y convertirse en otros tipos de células específicas que se necesiten en el momento indicado. Otra curiosidad: cuando algo las estimula pueden absorber una gran cantidad de agua y luego contrae su cuerpo y producir un “chorro-estornudo” externo que puede durar hasta 60 minutos.
Estrellas de mar. Hermosas criaturas descerebradas pero que disponen en sus brazos de ciertas características sensoriales de tacto, vista y olfato.
Lirios de mar. No tienen cerebro y parecen una colonia de helechos bajo el agua, pero en realidad son animales que se “enraízan” al fondo oceánico, pudiendo vivir a más de 6000 de profundidad.
Medusas, que no poseen cerebro, pero si una red neuronal entrelazada por todo su cuerpo que les permite detectar la presencia de alimentos, depredadores o posibles compañeros.
Pepinos de mar, equinodermos, relacionados las estrellas de mar. Carecen de materia gris, pero si se sienten en peligro, son capaces de eviscerarse o sea de eliminar gran parte de sus órganos internos, que vuelven a crecerles con rapidez.