La astronomía es la más ambiciosa de las ciencias ambientales y la más universal: el cielo es, de hecho, el único elemento de nuestro entorno común que ha maravillado por igual a todas las culturas a lo largo de la historia. Hoy es un campo de estudio que comprende una amplia variedad de disciplinas: matemáticas, física e ingeniería, por supuesto. Pero también otras.
Los astrónomos buscamos cartografiar y examinar las distintas entidades —planetas, estrellas, galaxias, agujeros negros, etcétera— presentes en el cosmos. A continuación usamos nuestros conocimientos de física para intentar comprender los objetos exóticos que revelan nuestros telescopios. Un objetivo más ambicioso es comprender cómo el cosmos en su totalidad, del que somos parte, surgió de los inicios densos y ardientes del universo.
El ritmo de progreso se ha acelerado antes que ralentizado; los instrumentos y la capacidad informática han mejorado de manera inmensa y veloz. En la última década en concreto se han producido avances asombrosos. Y la promesa del futuro es más esplendorosa aún: la astronomía brinda excelentes oportunidades a los jóvenes investigadores que quieren entrar en un campo vibrante.
En este capítulo me centraré en tres temas: en primer lugar, los planetas y exoplanetas relativamente «locales» a una escala cósmica; en segundo, en la gravedad y los agujeros negros del ámbito extragaláctico, y en tercer y más hipotético lugar, en algunos conceptos que buscan comprender el cosmos en su totalidad.
Planetas, exoplanetas y vida
Los vuelos espaciales humanos han languidecido hasta cierto punto desde aquellos años en los que quienes hoy somos de mediana edad nos sentimos inspirados por el programa Apollo y los aterrizajes en la Luna.
Pero en lo referido a comunicación, monitorización ambiental, navegación por satélite, etcétera, la tecnología espacial ha madurado. Dependemos de ella cada día. Y para los astrónomos ha abierto nuevas «ventanas»: telescopios en el espacio nos muestran un remoto cielo de rayos infrarrojos, UVA, X y gamma. Aunque los seres humanos no se han aventurado más allá de la Luna, sondas no tripuladas a otros planetas nos han devuelto imágenes de mundos variados y peculiares.
Entre los momentos estelares de la pasada década, la misión Rossetta de la Agencia Espacial Europea logró aterrizar una pequeña sonda alrededor de un cometa para comprobar, por ejemplo, que las mediciones isotópicas del hielo del cometa eran las mismas que las del agua de la Tierra. Esto es crucial para averiguar el origen de esa agua. La sonda New Horizons de la NASA ha dejado ya atrás Plutón y se dirige ahora al cinturón Kuiper, repleto de planetas menores.
Rossetta tardó cerca de diez años en llegar a su destino y fueron necesarios casi otros diez para planearla y construirla. Su tecnología robótica data de la década de 1990, lo que es fuente de gran frustración para el equipo que desarrolló el proyecto, porque los diseños actuales tendrían capacidades mayores. Lo mismo puede decirse de New Horizons, que sin embargo nos devolvió imágenes en alta definición de Plutón, diez mil veces más lejos de la Tierra que la Luna. Y la sonda Cassini, que estuvo trece años explorando Saturno y sus lunas, es más antigua todavía: entre su lanzamiento y su llegada a Saturno, a finales de 2017, transcurrieron veinte años.
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La astronomía es la más ambiciosa de las ciencias ambientales y la más universal: el cielo es, de hecho, el único elemento de nuestro entorno común que ha maravillado por igual a todas las culturas a lo largo de la historia. Hoy es un campo de estudio que comprende una amplia variedad de disciplinas: matemáticas, física e ingeniería, por supuesto. Pero también otras.
Los astrónomos buscamos cartografiar y examinar las distintas entidades —planetas, estrellas, galaxias, agujeros negros, etcétera— presentes en el cosmos. A continuación usamos nuestros conocimientos de física para intentar comprender los objetos exóticos que revelan nuestros telescopios. Un objetivo más ambicioso es comprender cómo el cosmos en su totalidad, del que somos parte, surgió de los inicios densos y ardientes del universo.
El ritmo de progreso se ha acelerado antes que ralentizado; los instrumentos y la capacidad informática han mejorado de manera inmensa y veloz. En la última década en concreto se han producido avances asombrosos. Y la promesa del futuro es más esplendorosa aún: la astronomía brinda excelentes oportunidades a los jóvenes investigadores que quieren entrar en un campo vibrante.
En este capítulo me centraré en tres temas: en primer lugar, los planetas y exoplanetas relativamente «locales» a una escala cósmica; en segundo, en la gravedad y los agujeros negros del ámbito extragaláctico, y en tercer y más hipotético lugar, en algunos conceptos que buscan comprender el cosmos en su totalidad.
Planetas, exoplanetas y vida
Los vuelos espaciales humanos han languidecido hasta cierto punto desde aquellos años en los que quienes hoy somos de mediana edad nos sentimos inspirados por el programa Apollo y los aterrizajes en la Luna.
Pero en lo referido a comunicación, monitorización ambiental, navegación por satélite, etcétera, la tecnología espacial ha madurado. Dependemos de ella cada día. Y para los astrónomos ha abierto nuevas «ventanas»: telescopios en el espacio nos muestran un remoto cielo de rayos infrarrojos, UVA, X y gamma. Aunque los seres humanos no se han aventurado más allá de la Luna, sondas no tripuladas a otros planetas nos han devuelto imágenes de mundos variados y peculiares.
Entre los momentos estelares de la pasada década, la misión Rossetta de la Agencia Espacial Europea logró aterrizar una pequeña sonda alrededor de un cometa para comprobar, por ejemplo, que las mediciones isotópicas del hielo del cometa eran las mismas que las del agua de la Tierra. Esto es crucial para averiguar el origen de esa agua. La sonda New Horizons de la NASA ha dejado ya atrás Plutón y se dirige ahora al cinturón Kuiper, repleto de planetas menores.
Rossetta tardó cerca de diez años en llegar a su destino y fueron necesarios casi otros diez para planearla y construirla. Su tecnología robótica data de la década de 1990, lo que es fuente de gran frustración para el equipo que desarrolló el proyecto, porque los diseños actuales tendrían capacidades mayores. Lo mismo puede decirse de New Horizons, que sin embargo nos devolvió imágenes en alta definición de Plutón, diez mil veces más lejos de la Tierra que la Luna. Y la sonda Cassini, que estuvo trece años explorando Saturno y sus lunas, es más antigua todavía: entre su lanzamiento y su llegada a Saturno, a finales de 2017, transcurrieron veinte años.